Plagio y mucho más. Por Santiago Trancón

Plagio y mucho más

plagio

Hay hechos que se convierten en radiografías del estado mental y moral de una sociedad. El escándalo de la falsa tesis de Pedro Sánchez es uno de ellos. Analizarlo, aunque sea superficialmente, nos da más información sobre la España de hoy que miles de estudios políticos y sociológicos. Por ejemplo, sobre el PSOE, su desvarío ideológico, el cinismo ilimitado de sus dirigentes, empezando por su líder; pero también sobre la «clase» política en general, la impostura y el descaro con que fabrica su imagen pública, el uso de la mentira y el engaño como instrumento «natural» para alcanzar el poder, primero dentro del aparato del partido y luego en las instituciones públicas.

Por ejemplo, también, sobre esa «clase» periodística (parte de ella) empeñada, no en descubrir la verdad, sino en servir a sus amos (la actitud de reconocidos periodistas defendiendo el «no plagio» del Presidente del Gobiernopasará a los anales del servilismo periodístico). O sobre la degradación de nuestra Universidad, cuyo pésimo funcionamiento ha facilitado la actuación impune de tanto saqueador. Pero también sobre el silencio de los corderos, esos ciudadanos creyentes que se adhieren a un partido o una causa con una fe a prueba de «plagios».

Porque este «trabajo» es cualquier cosa menos una tesis doctoral. No cumple los requisitos mínimos: ni por el contenido, ni por la forma, ni por la redacción y presentación. No es sólo que sea «cutre» o de baja calidad, es que es una falsa tesis, mera apariencia de tesis. No lo es porque ni define el objeto de investigación ni delimita su campo de análisis. Reto a cualquiera, empezando por el propio Sánchez, a que defina cuál es el objeto de su investigación, qué hipótesis plantea, qué demuestra, qué aporta de nuevo a la comunidad científica.

Todo es hojarasca, imprecisión, una acumulación descriptiva (no analítica ni interpretativa) de datos y generalidades inconexas, arbitrariamente elegidas, cuya principal misión parecer ser el rellenar páginas, presentado con un lenguaje administrativo y burocrático, sin un atisbo conceptual serio, ni sólido, ni estimulante, ni iluminador de nada. Plano, seco, insulso, inservible, inútil, impostado. ¡Tan parecido al lenguaje del propio Sánchez!

Todo indica que el aspirante a doctor descubrió un día que «la diplomacia económica» era algo «muy modelno», y pensó que con ese concepto podía abrirse camino dentro del mundo académico como experto en algo que ni él sabía lo que era: “Tengo que escribir unas notas sobre diplomacia económica, alguien puede aconsejarme literatura económica para leer? Gracias”, pidió con impúdica ingenuidad en twitter un año antes de acabar su tesis. Parece claro que ni la había empezado. ¡Literatura económica! Mira que no hay libros… Nada de extraño que en este pastiche ilegible quepa todo, de la «Promoción de la Cerámica» al «Distrito Aeronáutico de Sevilla» o «El Plan Japón del Ayuntamiento de Madrid», «temas»a los que dedica más de medio centenar de páginas.

Presentado todo, además, de manera zarrapastrosa, con faltas de sintaxis y puntuación, con un sistema de citas (cuando no plagia), cochambroso, fuera de cualquier norma académica. Las repeticiones, reiteraciones textuales y de contenido son asfixiantes a lo largo de este batiburrillo, recopilación atrabiliaria de documentos copiados, traspuestos y plagiados. (Hay párrafos de doce líneas copiados literalmente hasta tres veces en capítulos distintos).

Porque todo el texto está plagado de plagios, plagio de citas sin determinar la fuente, o sea, apropiadas indebidamente (el plagio es un robo intelectual), pero también plagio de ideas, tantas que resulta imposible determinar con precisión la fuente, aunque rastreables a partir de la embarullada bibliografía presentada.

La pregunta es: ¿quién le otorgó a Sánchez la previa y obligada «suficiencia investigadora»?¿Ha realizado los cursos de doctorado? ¿Alguien lo ha comprobado? Dudo que haya podido pasar el filtro obligatorio de al menos media docena de profesores, cuando muestra ser académicamente un tarugo de tomo y lomo (por lo de la encuadernación, al menos). Item plus: ¿cómo una engañifa de este calibre ha sido aprobada «cum laude» por un tribunal? ¿Y cómo no están todos ya, empezando por el plagidoctor, inhabilitados, despojados de su título y fuera del ámbito universitario? ¡A hacer trampas a la rue!

Que un personaje así, fabricado artificiosamente mediante el engaño, la impostura, la mentira y el descaro, haya llegado a Presidente del Gobierno, y que todavía no haya dimitido, ni la oposición ni nuestro Parlamento le hayan obligado a dimitir, eso dice mucho más, repito, sobre la degradación de nuestra democracia que miles de estudios y análisis y estadísticas. ¡Y no hemos dicho nada sobre Cataluña!

Santiago Trancón

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