¡Cierra! ¡España! Por Gregorio L. Piñero. Cuentos estivales.

Cuentos Estivales (XXV).

Santiago en Clavijo. Óleo sobre lienzo de José Casado del Alisal

¡Cierra! ¡España!

 

       Hoy, Cholo -se ha dirigido a mí mi pupilo- es la festividad del apóstol Santiago Zebedeo o el Mayor, patrón de España y del Arma de la Caballería española. También es el día de Galicia.

       -Por entonces, era una festividad muy celebrada -ha continuado- y los niños íbamos hasta la ermita de San José de Burete a oír misa. La Marujica, que era unos pocos años mayor que los demás, se hacía cargo de nosotros, vigilando que fuésemos en orden y concierto.

       Después de la misa, como era habitual en las fiestas, nos daban a los críos algún caramelo o anisicos y, estando en el atrio, se nos acercó Don Calixto, el sacerdote que ejercía el rectorado en la pedanía de Burete y nos dijo:

       -¿Qué sabéis de Santiago, niños? A ver tú, Gregorito, ¿Qué me puedes decir?

       -Le contesté, un poco aturdido, lo que había aprendido en la homilía, pues se había referido a su apostolado y predicación en Hispania y su decapitación en Jerusalén.

       -No, no me refiero a eso. Me refiero a su patronazgo de España. -Nos dijo con cierto tono de condescendencia, ante los ojos tan grandes que, por nuestra ignorancia, pusimos.

       -Os lo voy a contar. A ver, sentaos aquí en el murete.

       Y los zagales y zagalas se sentaron en aquel poyo de obra que delimitaba el atrio de entrada a la humilde ermita, dispuestos a escuchar al sacerdote.

       -Cuenta la leyenda que, en la batalla de Clavijo, el 23 de mayo del año 844, el rey Ramiro I de Asturias se enfrentó a Abderramán II porque quiso éste reimplantar el tributo de las cien doncellas, por el que el reino cristiano estaba obligado a entregar cien vírgenes a los moros: cincuenta para casamientos con la nobleza, y cincuenta para cortesanas.

       Este tributo ya había conseguido abolirlo Alfonso el Casto, al vencer a Abderramán I, pero su sucesor quiso reinstaurarlo.

       -Y el capitán Sancho Fernández de Tejada, con inferioridad numérica en sus tropas, se enfrentó a las musulmanas, sin que sus ataques prosperaran. Y, en el momento en que más riesgo estaban de salir derrotados, montando un celestial caballo blanco, el apóstol Santiago se apareció en el campo de batalla, cargando contra los infieles, que fueron derrotados con su intervención sagrada. Y la leyenda del milagro tomó tal arraigo que, desde entonces, las tropas cristianas invocaban al apóstol Santiago al iniciar el ataque y cerrar el campo sobre el enemigo, cerrando a su vez sus filas como un cuerpo único.

       -¡Santiago! ¡Cierra! ¡Por España! eran los gritos que se pronunciaban, para invocar la protección del Patrono. Y esto perduró, y perdura, siendo gritos en la Batalla de las Navas de Tolosa y otras medievales y en las de los Tercios de Flandes, en defensa de la verdadera religión. -Concluyó.

       -¿Y porque se grita “¡cierra!”, Don Calixto? -preguntó mi pupilo.

       -Porque era el grito de asalto de las tropas cristianas y españolas y que significa que se tenía que acortar la distancia con el enemigo y, al tiempo, juntarse en una formación compacta, sin separarse ni detenerse hasta la victoria. -Contestó.

       -El Arma de Caballería, tiene como lema la expresión que Cervantes recogió en el Quijote de “¡Santiago y cierra, España!, aunque las palabras en un principio se decían separadamente y sin que formasen oración: ¡Santiago! ¡Cierra! ¡España!

       -Por si comentáis con Don Pedro, el maestro, esta historia, que sepáis que os he dicho que la batalla de Clavijo es legendaria. Pero sí es cierto que en las inmediaciones hubo una importante batalla donde, sin duda, se apareció Santiago el Mayor y por eso y otros milagros, fue nombrado por el Papa Patrono de España. No quiero conflictos entre la religión y la historia. -Apostilló el cura.

       -Y, una vez más, Cholo, los críos nos maravillábamos de tantas cosas prodigiosas que habían pasado y que desconocíamos. Al regreso hasta nuestros cortijos gritábamos ¡Santiago! ¡Cierra! ¡España! Y corríamos juntándonos hombro con hombro simulando una carga militar, a lo que la Marujica, responsable de nuestra seguridad, respondía corrigiéndonos en nuestras conductas, porque la senda era estrecha y podíamos caer al bancal o, lo que era peor, a la acequia que no llevaba mucha agua, pero sí estaba embarrada e íbamos con nuestras mejores ropas. -Me ha terminado de contar mi pupilo, mientras nos acostábamos.

       (Continuará…)

Gregorio L. Piñero

(Foto: Santiago en la batalla de Clavijo. Óleo sobre lienzo de José Casado del Alisal. 1855).

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