Reencuentro
Con mi madre.
Hoy he bailado con mi madre. La vi sentada en el banco de piedra de su jardín y guiada por unos retazos de música, empujé la verja y entré. No tuve que decirle nada; extendí la mano y al cabo de tantos años volví a sentir el roce de sus dedos frescos y suaves, no delicados sino firmes y siempre dispuestos a la caricia.
Al son de la melodía y más allá, dimos unos giros acompasados y nos mecimos hacia un lado y hacia el otro. La música -como todo lo demás- dejó de tener importancia. Profundamente alegres por estar juntas de nuevo, nos entregamos a un vaivén de ilusión y amor. Ahora sé que lo que nos separa solo existe mientras yo siga pensándolo.
Mi madre sonrió con mis labios y yo sentí la luminosidad de los nacimientos y reencuentros. Lloré sin notarlo y sin nada que lamentar. Solté su mano a voluntad y abrí los ojos. Me sigue acompañando; nunca dejará de hacerlo.
Dorotea Fulde Benke