Cuando pregunten. Por Verónica Victoria Romero Reyes

Verónica Victoria Romero Reyes

Cuando pregunten, si lo hicieran,

diles que nunca di paso atrás

ni permití trueques con  la muerte

porque mi vida la debía a quienes

de sangre me hicieron y esperanza me dieron.

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Conoceros fue mi gran victoria, mi gran suerte.

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No consientas llantos de plañidera

ni dejes a la tristeza hacer hueco en el sofá,

perdona cada lágrima, en cada sollozo escondida,

perdona mi falta de fe en mí misma.

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Perdona mi diaria desolación silenciada.

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Me viene devorando en cada noche,

 

en cada pastilla –«lacasitos» de los que ya olvido el nombre–,

en cada crujido de hueso, en los temblores de los brazos,

me atemoriza y me adormece. Me aterroriza.

Me mordisquea y lo siento. Oigo su redoble.

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Es cruel batalla vencerlo

cuando sé que ganarle es

matarme a mí, morirme en mí.

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No hay morfina que me impida sentirlo

en el cansancio de vida que me está procurando,

no hay ansiolítico que me calme la angustia

de saber que te dejo sola, que lo dejo solo, que os dejo sin mí.

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Que me voy sin vosotros…

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Pero mañana me voy a levantar

por ti, por ella, por todos los quieren que lo haga.

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Porque porto sangre de ángel y unicornio,

ojos de quien ama ciegamente

y manos de quien gana batallas

cortando de tajo único sus pies sanos.

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Se me empapa la nariz de ese olor a romero

que todo lo limpia, lo cura y lo vigoriza.

 

Se me embriaga el paladar

con los manjares de reyes sin cetro…

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De casta le viene al galgo

y este galgo no piensa rendirse

hasta que la Parca le plante pergamino en la cara.

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Si nos hace falta tiempo, lo sabremos inventar.

Lo sabes, lo sé, lo sabemos.

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Esta guerra, aun muriendo, la gano yo.

 

Verónica Victoria Romero Reyes

Blog de la autora

VVRR. Sentencia, 2015

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