Eres casi un milagro
De ti, año viejo,
aprendí a ser más joven
(es decir, a quererme más),
a decir que no más alto y más claro
(lo que jode al que se lo dices…)
y a amar a nuevas mujeres
que se han cruzado en mi camino
para que les limpie las alas.
De ti, año viejo,
aprendí que las redes sociales
son el espejo que te refleja,
no en el que te miras
y, por supuesto,
que primero serán las letras,
pero hemos de trabajar el abrazo
y la piel
(sin ojos donde mirarse no hay amistad, no la quiero).
Y aprendí a ser déspota con quien no me quiere bien
(“irse” de mi lado, como se dice en mi tierra);
a esconderme del mundo dos veces al año
y a luchar sin descanso por mi libertad,
que es ser lo que me da la “real gana”.
De ti, año viejo,
aprendí que estar sola es un estado vital,
no un estado social
y qué si haces el bien,
procura mirar a quien,
para elegir a alguien que también lo haga
y que no rompa la cadena humana.
Y, sobre todo, de ti, pendejo año viejo,
aprendí que para honrar a los que ya no están
tenemos la obligación de ser felices,
de no quejarnos
y de celebrar cada gota de nuestra vida.
Por eso,
este año que viene,
que he crecido entre flores
y cardos,
será canalladamente hermoso
(aunque no tenga rima).
Yolanda Saénz de Tejada