Esto no es lo que parece, cariño. Carmen Posadas

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Esto no es lo que parece, cariño.

 

   ¿Saben aquel que diu que llega una señora de la calle, encuentra a su marido empiltrado con la vecina del quinto, botella de champan en la mesilla etcétera, y él impetérrito va y proclama: “Esto no es lo que parece, cariño”? Bien pues nunca un chiste tan viejo había estado de tanta actualidad política. De un tiempo a esta parte (¿será un efecto de la sobredosis de noticias falsas  que  deglutimos a diario? ¿será que a todos se nos ha reblandecido el cerebro?) mandatarios del mundo entero han descubierto lo que podríamos llamar una nueva ley de la termodinámica política: cuando más grande, disparatada e inverosímil sea la trola que cuentan, más fácil es que la gente se la trague.  Conozco bien lo efectos de ley tan útil. No porque sea yo trolera (y bien que lo siento; tal como está el mundo  sería una gran virtud) sino por una cuestión familiar. Tenía yo digamos que una tía que era maestra en bolas y patrañas. Rosita, pongamos que se llamaba, no se tomaba la molestia de mentir en lo pequeño. Sus trolas eran  inmensas, descomunales, intragables pero, impasible el además las defendía con tal convicción que quien las oía acababa pensando que el equivocado era él. Dirán ustedes que lo más lógico es que a personas como tía Rosita se las tache de locas o de fantasiosas. Puede que sea lógico, pero no es lo habitual. Los troleros inconmensurables producen un efecto paralizante y la vez hipnótico en sus congéneres y acaban llevándose el gato al agua. En política este fenómeno  hipnosis  funciona admirablemente. He aquí un par de ejemplos. En el año 2017 el parlamento catalán declaró unilateralmente la independencia de Cataluña, hubo una votación, hicieron una proclama formal, cantaron Els segadors y hasta lloraron de emoción patriótica. Lo vimos todos por televisión, la sesión está grabada para la posteridad, no hay duda posible, fue así. Y, sin embargo, según se desprende del  juicio al que sometieron a sus responsables, y también en el imaginario colectivo a día de hoy, tal hecho jamás tuvo lugar. Algo similar pasó en los Estados Unidos hace ahora un año. En enero de 2021,  alentada por Donald Trump, una multitud, al grito de “¡Salvemos América!”, tomó por asalto el Capitolio. Una vez más lo vimos todos, no hay duda alguna de que esos hechos se produjeron. Pues bien, según el Comité Nacional Republicano, lo que vimos no fue un asalto a una de las instituciones más emblemáticas de la nación, nada de eso. Los cinco muertos y los más de cincuenta y dos detenidos que hubo ese día  no son más  que  un mero espejismo. Lo que allí tuvo lugar, según este prestigioso comité, fue, simplemente, “Un discurso político legítimo”. El último apuntarse  a  esta tendencia de las trolas, cuanto más grandes mejor, ha sido Vladimir Putin. Escribo estas líneas el mismo día en que las tropas rusas han invadido Ucrania y los primeros misiles  cayeron sobre Kiev. Otros efectivos han traspasado las fronteras desde Bielorrusia y también desde la anexionada península de Crimea, pero quiá, nada hay que temer, Putin ha aclarado que no se trata de una guerra sino de “una operación especial”. Ignoro que podrá estar pasando cuando lean ustedes este artículo. De un tiempo a esta parte los acontecimientos (tanto los patrios como los foráneos) se suceden a velocidad  talque no  hay ni tiempo de asimilarlos y quizá esa sea una de las razones por las que nos tragamos  trolas tan descomunales. Sea como fuere, seguro que mi tía Rosita, de estar aún en el mundo de los vivos, se haría fan incondicional de Putin pues, como dijo el otro día Trump (otro maestro en bolas), es un   genio del “Esto no es lo que parece, cariño” y del “Te la voy a colar doblada”. Lo que yo me pregunto en este momento es qué harán los responsables políticos del mundo occidental ahora que algo  tan real y e incontrovertible como una guerra se cierne sobre Europa. ¿Optarán ellos  también  por la nueva ley de la termodinámica de la trola y  harán como que hacen pero  sin hacer nada en realidad? ¿Optarán quizá  por utilizar con Putin una política de apaciguamiento? Como decía Mark Twain, la historia no se repite, pero rima, y a mí se me ocurren un par de rimas nada tranquilizadoras.

 

Carmen Posadas

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