La pisá de Sansón. Por Gregorio L. Piñero. Cuentos estivales.

Cuentos estivales (III).

 

La pisá de Sansón

La pisá de Sansón

-¿Sabéis que Sansón anduvo por la Sierra de Burete? Nos preguntó el tío Antonio el “colorao” a los niños.

-¿Y quién era Sansón, tío Antonio? -Inquirió el Bartolico. Porque a las personas mayores le anteponíamos a su nombre el cariñoso tratamiento de “tío” o “tía”. Así, por ejemplo, eran el tío Bartolo o la tía Ana, y de ese modo nos dirigíamos a ellas.

-Sansón fue el hombre más fuerte de la Tierra. Un verdadero gigante cuya fuerza enorme provenía de su melena que nunca fue cortada, porque así lo pidió a su madre un ángel, ya que era un enviado divino que liberaría a los judíos de los fideos.
-¡Filisteos, tío Antonio! Le corrigió la tía Carmen.

-Eso, ¡Filisteos! El caso es –continuó- que, embaucado por la belleza de una mujer, Dalila, se dejó cortar la melena mientras dormía y perdió su fuerza, siendo detenido.
Cuando le creció el cabello de nuevo, recobró la fuerza y consiguió mover las columnas a las que estaba atado y las derribó.

Huyó de las tierras filisteas y llegó hasta las de Iberia sin parar de correr, y vino a descansar a esta Sierra de Burete, donde vivió hasta su muerte.

-¿Y dónde está enterrado, papa Antonio? Dijo con vocecita tierna Carmencica, dirigiéndose a su abuelo.

-No lo sabemos –le respondió. Pero sí dónde vivía, porque se ve que pisó una piedra con fuerza y dejó grabada su huella en ella. Está casi en lo alto de la Sierra. Yo la he visto más de una vez. Le llaman “la pisá de sansón”.

-Y yo también la he visto. -Afirmó Pepico, el pastor, que se tenía bien pateada la Sierra con sus ovejas.

Y aquella noche, como otras muchas de fantasías semejantes, los niños nos acostamos pensando en un gigantón forzudo, de larga melena morena, que correteaba por aquellos parajes, arrepentido de un amor traicionero.

Y nos fuimos a la cama nosotros. Confieso que yo también me dormí con la imagen de un humano agigantado, forzudo y errante.

(Continuará…)
(Huella de dinosaurio. Jumilla. Foto Herrero).

 

Gregorio L. Piñero

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