La siembra de la (des)memoria.
Rodeado de frondosos bosques de acacias, en un lugar indeterminado crece mimado a su amparo un inmenso sembrado que, oculto al mundo, arraiga fértil en la tierra, ningún ser humano a labrado el terruño, ni ha marcado los surcos en el perfecto orden en que se encuentran, ni tampoco nadie las ha abonado, ni regado nunca, pero es sin duda alguna la plantación más perfecta jamás cultivada. Las espigas adormiladas crecen mirando al cielo, y se dejan mecer por el rubor de las acacias, se calientan a la tibieza del sol que amarillea su verdor tras despuntar de la tierra húmeda.
Es un misterio desconocido hasta hoy. El vergel es un cementerio vivo, y supone una segunda oportunidad para la memoria extraviada, es una cápsula natural del tiempo, a la que una gran parte de la humanidad deberá regresar más pronto que tarde para recolectar la savia de los recuerdos custodiados en su mata. Biografía viva para segundas, terceras e indefinidas vidas a las que inevitablemente debemos volver ciclo tras ciclo. En ninguna de ellas tendremos similitudes con la anterior, no coincidiremos en espacio y tiempo, y nada nos hará pensar, ni rememorar quienes fuimos en existencias pasadas ¡nada! excepto la espiga de la memoria que anclada en nuestro subconsciente que nos evocará en sueños quienes fuimos y qué hicimos.
Muchos van muriendo en vida, el deterioro físico no es tan relevante como la concatenante muerte de las neuronas, estas fenecen paulatinamente en el cerebro, pero es en el momento del deceso, cuando tan diminuta célula ya ha trazado su camino, y el destino en el que nos espera. Las unidades del recuerdo, a modo de flor de diente de león son despeluchadas por el soplo de lo que somos, y conducidas al compás de la brisa desde residencias, hospitales, y hogares hasta el sembrado enigmático de la memoria.
Allí se iniciará de nuevo el ciclo de la vida, y desde la primera noche del recién parido, y a lo largo de su nuevo transitar, será cada noche, será durante el sueño profundo que nos mecen al ritmo de las espigas cuando nos contarán nuestra historia del pasado.
Jordi Rosiñol Lorenzo.