Las salinas. Por Gregorio L. Piñero. Cuentos estivales.

Cuentos estivales (LII)

LAS SALINAS

Las salinas

      En otras ocasiones (también en bicicleta, como a El Mojón) los tíos primos y tíos de mi pupilo le llevaban hasta otra playa del Mar Mayor: la de Las Salinas de San Pedro del Pinatar. Según comenzó a contarme.

      -Con la misma ruta que para llegar a Lo Pagán -prosiguió- y, al poco de terminar las que eran entonces las últimas viviendas del pueblo, se tomaba a la izquierda una calzada pavimentada, flanqueada por altos y frondosos eucaliptos que le guardaban del sol veraniego, hasta que surgían las balsas salineras a ambos lados de la carretera.

      -Hoy, Cholo, es una gran avenida. Se conservan todas las balsas pues, además de continuar la producción salinera, ahora está el paraje declarado Parque Natural.

      Las Salinas debieron ser puestas en explotación por los cartagineses. Lo que sí está contrastado es que los romanos conseguían en ellas la sal necesaria para su importante industria de salazones, como la de Escombreras, pues le viene el nombre del pez “scomber scombrus”, que no es otro que la caballa y que empleaban para fabricar su famosa salsa “garum”.

      Por aquellos tiempos de su infancia -me dice mi pupilo- el sistema para obtener la sal comenzaba y terminaba en los molinos de viento, como el de Quintín y el de la Calcetera. En primer lugar, llevaba a cabo el bombeo del agua del Mar Menor hasta las primeras balsas de almacenamiento, que se iba trasvasando a unos estanques de menos profundidad llamados “calentadores” donde por evaporación, se llega hasta la saturación y se traslada de nuevo esa agua hasta los llamados “cristalizadores” donde, también por insolación se precipitan los cristales de sal, que se extraen en placas, se trasladaban a las zonas de lavado y se procedía a su molienda en los mismos molinos por los que se inició el ciclo de elaboración.

      La playa tenía aspecto salvaje. Sólo había una caseta para vestirse y desvestirse y las dunas, de más de tres metros de altura, estaban tan vivas que unos días de temporal de Levante modificaba totalmente su configuración.

      Y el baño era muy agradable puesto que, como existía un muelle para el embarque de la sal (el puerto, tal y como hoy le vemos, estaba en construcción), hacía de amparo al oleaje del Mar Mediterráneo, reduciendo su fuerza.

      -Las Salinas eran y son, una gran industria y un motor para la economía de San Pedro del Pinatar muy importante. Y sus estanques son el hábitat de muchas especies de flora y de fauna, entre otras, el pequeño fartet, un pececico endémico de nuestro Levante murciano y alicantino y los flamencos, que tienen en ellas un hogar para el descanso y alimentación durante sus largas migraciones. -Terminó de decirme mi pupilo.

      -Me gustaría que me llevase a ver esas salinas. Deben componer también una sinfonía de aromas.

      (Continuará).

Gregorio L. Piñero

 

(Foto: mi pupilo en la orilla de la playa, con aletas de buceo y uno de los molinos salineros).

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