Llora sobre mis hombros cuanto quieras,
sé que vendrá ese tiempo de alegría,
que peinarán tus dedos otros dedos
muy lejos de los míos.
Saldrás de casa a pecho descubierto,
te dejarás beber sin resistencia
por una boca en juvenil ternura.
Despertarás del sueño de los tristes
con tu cabeza hundida en algún pecho
y verás que esos ojos que ahora escondes
celebrarán echarse a las ventanas
como niñas con alas.
Volverás a ser loco entre palomas
besando amaneceres.
Y yo me quedaré cantando piedras
a la orilla de un mar hecho de lágrimas.
Mari Cruz Agüera