El cuadro. Por Dorotea Fulde Benke

El cuadro. Por Dorotea Fulde Benke

 

El cuadro

   A la hora de cierre del museo, el ladrón se  camufló entre cachivaches del sótano. Dos veces pasó Maurice, el segurata, por su lado sin verlo, luego se fue escaleras arriba para cenar en el despachito al lado de las salas de exposición.

   Media hora después Maurice volvió a ponerse en marcha. Orgulloso de ser el paladín de tales maravillas acarició con su linterna brevemente las obras maestras que encontró en su ronda: Degas, Gauguin, Cezanne, van Gogh…

   Temblando volvió sobre sus pasos pero no se había equivocado. Faltaba su cuadro favorito del genio holandes. Había desaparecido «La habitación de Arlès». Maurice, apoyado sobre la pared, sacó el pastillero para calmar la taquicardia que le subía por la garganta. Tragó la medicina con saliva y dejó que su mirada regresara otra vez al sitio. Parpadeó y se quitó las lágrimas con el dorso de la mano. Poco a poco vió unas líneas que se juntaron para formar una torpe réplica del cuadro robado. La burlesca sustitución terminó por sacarlo de quicio y empezó a correr por los pasillos del museo dando unas grandes voces:
«Cabrón, ¿qué has hecho con los muros lila pálido, el suelo de rojo gastado y apagado, las sillas y la cama amarillo de cromo, las almohadas y la sábana verde limón muy pálido, la manta roja sangre, la mesa de aseo anaranjada, la palangana azul, la ventana verde..?»
De pronto le fallaron las piernas y cayó al lado de la puerta de entrada donde un martillo abrió una brecha en su cráneo. Mientras el ladrón rebuscaba en el bolsillo de Maurice para sacar la llave maestra, la cara del guarda estaba cada vez más pálida y tanto su uniforme anaranjado como el suelo se tiñieron de rojo, esta vez de rojo sangre brillante y sedoso.

 

El cuadro

 

Dorotea Fulde Benke

Blog de la autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *