La muerte de una superheroina
Un callejón oscuro, luces de neón intermitentes, olor a aceite entre la sombra de muros de graffiti. Una figura esbelta yace en el suelo, de vez en cuando la sacuden calambres. Desde la cercana avenida llega el eco de motores y bocinas y de una sirena de ambulancia que se aleja.
La mujer se endereza con infinito esfuerzo; una vez sentada se apoya contra el muro. Sus manos repasan sus bolsillos pero el temblor hace que se le caiga lo que buscaba: un lápiz con emisora de emergencia.
Un hombre alto y enjuto se separa de las sombras. Sus ojos se clavan en los de su víctima. «!Muere ya de una vez¡», parece musitar, se da media vuelta y su imagen se disuelve en la oscuridad.
Cuando la encuentran, consiguen salvar su cuerpo mortal pero no sus poderes. Y de eso se trataba al inyectarle el virus de la vejez.
Dorotea Fulde Benke