Nunca seré abogado. Por Ángel Silvelo Gabriel

Abro la puerta de casa y me la quedo mirando con estupefacción y horror: está llena de cajas y operarios, cuadros descolgados y muebles desarmados. Sí, estamos de mudanza. De repente, veo al perro correr tras el gato. Éste lleva unos papeles en su boca, y sólo espero que no sean parte del Código Civil que mi padre deja tirado en cualquier parte. Nadie lo diría entre tanto desorden, pero mi padre es juez y mi madre una de las abogadas más prestigiosas de la ciudad. ¡Y ellos de verdad quieren que sea abogado!

            Salgo al jardín en busca de un poco de paz, pero no doy crédito a lo que ven mis ojos, el perro y el gato parece que han resuelto su particular contencioso y comparten a lametazos un sorbete de limón. Me rindo, me siento en el césped y me les quedo mirando con cara de payaso.

 Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

 

 

 

Un comentario:

  1. Ya sabes, en casa del herrero… cuchillo de palo.
    Por lo menos, parece que los animales han sido más listos y no han ido a juicio…
    Muy bueno!
    Un beso

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