1984. Por Mayte Diloy

1984

«No nos interesan esos estúpidos delitos que has cometido. Al Partido no le interesan los actos realizados: nos importa sólo el pensamiento. No sólo destruimos a nuestros enemigos , sino que los cambiamos. ¿Comprendes lo que quiero decir?»

Leer 1984 es trasladarse a otro mundo. A un futuro que no hemos vivido. A un futuro que supongo nunca llegaremos a vivir. Un futuro que ahora es pasado pero que sigue dando miedo. Un miedo que te llena la boca cuando te imaginas viviendo en un mundo en el que está prohibido el pensamiento. Uno solo puede pensar como te manda El Partido. Ese es el control absoluto poder ser denunciado por tener un crimen mental. Eso es lo alucinante, lo que la distingue de los estados totalitarios que en el mundo han sido. Eso y la vigilancia constante de los miembros destacados de la sociedad. Aunque no estoy del todo segura que en el régimen estalinista no se vigilase a casi todo el mundo que algo tenía que ver con el partido. He leído analogías entre 1984 y dicho régimen. He leído sobre Stalin y Troski y Gran Hermano y Goldstein. Es muy posible pero ahora en 2012 puede leerse de otro modo. Todos los totalitarismos necesitan de un enemigo, aquí es Goldstein en otros casos sirve cualquiera, los EEUU, los occidentales, los cristianos, los judíos, cualquiera que pueda ser objeto de un odio irracional por parte de quienes mandan, quienes totalizan, quienes en definitiva quieren un control del pueblo.
La falta de libertad íntima es lo que diferencia esta distopía de otras, lo que la hace agobiante al leerla, lo que nos llena de horror, lo que nos da que pensar. La falta de libertad exterior puede existir, en cierta medida todos la tenemos, no podemos hacer lo que nos dé la gana. Pero en el interior somos libres, podemos pensar lo que queramos, podemos odiar lo que nos venga en gana, incluso en occidente somos capaces de expresar nuestras opiniones sin que tengamos ningún problema con ello. Uno se da cuenta que la libertad es maravillosa. Probablemente Orwell quisiese eso, que nos diésemos cuenta de lo maravilloso de ser libre, de poder hablar de nuestras opiniones políticas y personales, de poder confiar en los otros, de poder caminar por la calle y sentirnos libres. Viendo la oscuridad de la novela me he alegrado de que salga el sol. Me he alegrado de vivir en un país «libre». Creo que leer 1984 nos da cierta perspectiva en este mundo de libertad contenida y en lo que podría pasar si estuviésemos en un sistema totalitario.
1984 impresiona incluso sabiendo que no vamos a vivir, al menos de momento, un sistema tan agobiante. Pero no dejo de pensar que en otros países han vivido algo similar, han sentido la tenaza de un Gran Hermano vigilante, todavía lo siguen sintiendo. En un mundo como ese no podría escribir reseñas, ni siquiera leer estos libros. En un mundo cerrado solo existiría lo que piensa el jefe, solo leeríamos lo que creyesen que debemos leer. La libertad de leer y de escribir se perdería en la noche. Da mucha pena pensar que quizá en otras épocas y en otros momentos mucha gente sintió la cerrazón de un Gran Hermano atenazando sus gargantas y sus ideas. Da mucha pena pensar que hace no mucho aquí sentían eso. Leer 1984 sin ponerle un año en concreto es revivir lo que pasó, lo que pudo pasar. El nuevo lenguaje que limita los pensamientos. La familia destruida, llena de pequeños espías que venderían a sus padres por una idea. Y la necesidad de abrazar la idea del estado con amor. Algo que al final todos hacen y que quizá todos haríamos. La tortura exquisita. Los miedos que se clavan en nuestro interior y nos distancian de lo íntimo, de lo que necesitamos. Un libro para leer. Un libro para pensar. Un libro, señores, que les devolverá a un pasado y del que esperarán como yo que nunca vaya a suceder.

Maite Diloy (Brisne)
Colaboradora de Canal Literatura en la sección “Brisne Entre Libros
Blog de la autora

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