¿Vientres de alquiler o barrigas productoras? Por Ana Mª Tomás


Tengo en mis manos un estupendo y romántico artículo de mi compañero Carlos Benito (La Verdad, 8- 5-2011) que, bajo el título “Gestantes de sueños”, realiza un amplio recorrido sobre los vientres de alquiler. En él se recogen testimonios tanto de matrimonios de gays, -por ejemplo, Elton John y su marido-, como de solteros de oro -Ricky Martin-, pasando por parejas heterosexuales -como Sarah Jessica Parker y su marido. Desde luego, entra también la opinión directa de uno de esos vientres de alquiler y aquí es donde, personalmente, más trabajo me cuesta posicionarme. De hecho, el nombre ya “vientre de alquiler” me produce cierto repelús porque obvia totalmente que ese “vientre” anda intrínsecamente pegado a una mujer, a una persona con sentimientos o, como parece es estos casos, totalmente desprovisto de algunos de ellos como es el maternal por muy paradójico que parezca.

Resulta difícil desligar el “natural” sentimiento maternal del hecho de gestar y parir, pero no parece que lo sea para las mujeres que se “alquilan”, por muy loable que sea el fin, o… por muy loable que se intente vendernos el fin. Para empezar, una vaca, por ejemplo, no es una teta de alquiler. Produce puntualmente leche para ser comercializada. Una mujer que “produce” o se deja “producir” un embarazo circunstancial para cobrar por el bebé que gesta no es una vientre de alquiler, es una maquina de comercializar seres humanos. Cien mil dólares. Por ahí ronda el importe de esos bebés, incluidos gastos de hospital y demás intermediarios que se lucran con un comercio del que no termino de entender sus motivaciones. Me refiero a la de esos “vientres”. Por supuesto, entiendo el deseo de tener hijos de quienes no pueden tenerlos de otros modos, pero el mundo está lleno de niños huérfanos, de hijos de padres hijosdeputa que les ocasionan toda clase de monstruosidades, desde torturarlos, abandonarlos o violarlos hasta entregarlos a otros para que les hagan lo mismo. El mundo está lleno de niños hambrientos de amor, de pan, de caricias, de necesidades básicas… Y todos éstos sobrados de dinero que a golpe de ale-manita y talonario compran una barriga, no la alquilan, no nos dejemos engañar con las palabras: la compran, bien podrían darse antes unas cuantas vueltas por alguno de los muchos lugares por donde deambulan niños sin padres y, si tan deseosos están de dar amor, de tener hijos, adoptar a esos niños y entregarse a manos llenas, puesto que, como muy bien deja de relieve el hecho de gestar, parir y entregar, queda demostrado que no se es madre por engendrar o dar a luz a un niño, sino por otras muchas razones.

Las… “barrigas-productoras” insisten en hacernos creer que es un acto de generosidad y altruismo y que el dinero no cuenta. Qué quieren que les diga… Hace unos años, una madre permitió ser inseminada con el semen de su yerno porque su hija, a causa de un cáncer de útero, era imposible que pudiese tener hijos. ¿Ven? Eso sí que me parece un acto de generosidad, de altruismo y de amor. Pero eso de “si quieres que el niño cante venga la paga delante…”

Quizá mi condición de madre de tres hijos me impida ser objetiva. Cuando los vi por primera vez, cuando los tomé en mis brazos, cuando sentí la infinita vulnerabilidad de sus cuerpecitos… toda la ternura del universo se alojó en mí. Tendrían que haberme matado para arrancarlos de mis manos. Y me hubiera importado tres pitos que el ovulo no fuese mío o que el semen fuera de Perico el de los palotes.
Una de esas mujeres –o, debería decir, uno de esos “vientres”-, al entregar a su niño recién nacido a un matrimonio gay, les dijo: “Que niño más bonito tenéis”. Claro, que durante todo el embarazo le repetía al bebé que llevaba dentro que ella era como una incubadora. Y yo nunca he tenido el corazón de una máquina.
Asociación Canal Literatura
Ana Mª Tomás Olivares
Blog de la autora

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *