Aprender de nuevo a abrazar.
hinchar las arterias,
la piel,
el no me importa,
total,
si al final se irá.
Ahorcar el vientre
que se ofrece
caliente,
desenfrenado,
impúdico.
Olvidar el último
abrazo de
otro,
su olor a
sudor e incienso.
Las quemaduras
de su mirra
desparramada
por mi vello
–el del pubis, el
de las axilas,
el de su pecho.
El vello, al fin… –.
Aprender de nuevo a abrazar.
Cada vez.
No infectar de
nostalgia ni recuerdos
esta carne minada
de ausencias.
Este bebedero de
animales enfermos
que siempre
terminan huyendo.
Que hunden mis
te quiero
esclavizándome
sin pudor
–pero marchándose–.
Aprender de nuevo a abrazar.
Amputar el último
beso.
Gatear de nuevo
por amor.
Bienaventurado tú
que has sido
elegido para
que yo,
esta perra
famélica,
aprenda de nuevo
a abrazar.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Una hermosura de poema. Sobre todo para quienes queremos aprender a abrazar de nuevo.