a vivir
sin tu boca,
a acariciarme
los huesos
con la ternura
de tus uñas y
a decirme
que soy
la más guapa.
Aprenderé
a caminar
por las calles
de tu ciudad
sin perderme,
con el norte
de mis tacones
rajando el cemento y
con esta sonrisa
de saberte
olvidado.
Aprenderé
(aunque sangren
mis ojos)
el oficio
del carpintero
que clava
desprecios,
o el del mago
que convierte
en pata negra
el jamón
de Mercadona
(hasta a tocarme,
aprenderé
mejor que tú).
Toda yo
renacerá
salvaje,
con el notable
propósito
de limpiar
hasta la última
gota
de tu saliva
dentro de mí.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»