Aquí la vela… Por Yolanda Saénz de Tejada

Yolanda Saénz de Tejada

Sentir mucho,a volcán ardiendo,
es agotador porque, en un mismo día, puedes vivir a cien y a cero.

 

Pues eso, que esto podría ser uno de esos días, desde la mañana a la noche…
A veces me vacío y me hago demasiado pequeña,
pero eso siempre ocurre después de un proceso
donde he sido demasiado grande.

 

Una vela.

Alta, rubia (blanca) y

agonizando

de la vida y del fuego.

Incendiándose a sí misma;

quemándose viva.

Sin gritar,

sin utilizar ni un

solo verbo

–sobre todo porque

le apasiona calcinarse–.

Nueve de la mañana.

 

Esa misma vela.

Blanca,

ya no tan alta y

ya no tan vida.

Destilándose tristeza

(y calándose

hasta los huesos).

Doce de la mañana.

 

La misma de antes,

cada vez más

pequeña,

estornudando nostalgia y

gritando abrazos

que no llegan,

llorando mundos

sin patria…

Cinco de la tarde.

 

Hoy,

a estas horas.

La vela.

La misma pero ya

casi derretida y

con media botella

de vino y

una llamada

de teléfono

que le cala

(de amor)

el esternón.

Diez de la noche.

 

A las doce y,

de nuevo,

comenzando el incendio,

me obsesiona un

pensamiento:

no sé si soy

adicta al

vino o

a la ternura.

 

Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»

Blog de la autora

Un comentario:

  1. Uno solo sabe apreciar la euforia de la grandeza cuando ha aprendido a encogerse y a mirar las cosas con los pies colgando de una baldosa…

    A mí me parece que el vino marida muy bien con la ternura… Uvas tiernas y dulces, ternura añeja, ternura blanca, rosada y tinta 😉 Ternura que abraza como las parras a las uvas para que hagan un buen caldo…

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