Levantó las cejas
y apartó la sartén del fuego.
Después,
agotada,
se limpió las manos
con el trapo azul de Portugal.
Antes de abrir la puerta se persignó
-dejando en su frente un rastro de grasa-.
Cariño,
dijo con una voz quebrada,
casi vacía,
ven a la cocina
que quiero hablar contigo…
Cariño rugió mientras le gritaba
que su cerveza no estaba fría
y que, si entraba en la cocina,
después olería a pescado.
Le voceó a su hijo que no cambiara la televisión;
y se levantó,
cargando de ciática la grasa de su culo.
Al llegar a la cocina
vio el reflejo de un demonio que sonreía
y una mancha de ilusión
en las pestañas de su mujer.
Después de decirle
que lo dejaba por otro,
cariño lloró…
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»
Blog de la autora
Impresionante poema a la mujer.
Aplausos, Yolanda.
Hola, Yolanda:
Sigo tus poemas hace tiempo, y no solo por ser compañeras de «rellano literario» en esta Casa, sino porque disfruto leyéndolos (la mayoría) He de confesarte que algunos me gustan más que otros, algo (creo) muy normal.
Pero desde que leí «Bandera de Mujer», se me quedó en el alma (y en el ánimo) un regusto especial que no lograba dar forma… Y al día siguiente de leerlo, recordé… Recordé las sensaciones que experimenté la primera vez que me comí una granada (la fruta
) Primero la dificultad para pelar y abrir la fruta, que no es baladí. Luego, cuando por fin llegué a su corazón (vulgarmente pulpa), no se me olvida ese saltó dio mi lengua al paladear su inicial sabor agrio. Sin embargo, para mi sorpresa, el bocado final fue de lo más dulce… ¡qué fruta más peculiar!
Las mismas sensaciones, las mismas, se movieron de nuevo dentro de mi ser al leer «Bandera de Mujer». Bandera de versos…
¡Gracias!