El paraguas y la señora. Por Yolanda Sáenz de Tejada

Llueve.
No mucho, pero no tengo paraguas,
llueve bastante…

Mi pelo (a veces infranqueable), comienza a inundarse y veo a una señora con un precioso paraguas rojo delante de mí.
Calculo lo que me queda por terminar la calle y,
decido alcanzarla.

Perdone señora,
¿le importa que viva durante el trayecto de esta calle
bajo su paraguas,
es decir,
a su lado y compartiendo
el mismo aire
sin lluvia?

Ella grita.

Y yo,
asustada,
miro para detrás
pensando que alguien
nos quiere robar
el bolso.

No hay nadie.

Como no habla
(la señora)
insisto:

si quiere,
puedo llevar yo el paraguas
que soy más
alta.

Y ella,
abre sus ojos
y me empuja fuera
de su hombro.
(Si pudiera, me
habría escupido)

¡niñata, debería de
darte vergüenza
asustar así a
las mujeres mayores!
¡Como vea a un policía
te denuncio por acoso!

No me lo creo.

Con el empeño que puso mi madre
en educarme como una
señorita y
con lo que le costó a
mi abuela domar mi
tono de voz.

No es justo,
le digo a la señora,
(ahora ya
arpía)
¿sabe lo que le digo?
que le voy a
gritar ahora que mi abuela no me ve.
Y que se merece usted
mojarse.

Y,
riéndome como una
loca,
le robo el
paraguas y
salgo corriendo.

Ahora ya no me mojo.


Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»

Blog de la autora

3 comentarios:

  1. Cuando tenemos no pensamos en compartir.
    Cuando poseemos tenemos miedo de perder.
    Cuando creemos tener seguridad estamos a un paso de la duda.
    Cuando llueve es gratificante sentir rodar el agua por nuestro rostro.
    Un saludo

  2. Lo peor de permanecer mucho tiempo solo/a debajo de un paraguas es acabar siendo una seta. 😛

  3. jajaja ldc, eso ha estado bien.:)
    Ignacio,vivimos en tiempos de miedo, sobretodo a la naturalidad, ser amable y espontáneo es arriegado. Una pena.
    Un abrazo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *