No es el destino el que te revienta la vida, no.
Tampoco es el tú ni el yo;
más bien es el nosotros.
No era tierra
para mi yegua,
ni sus
ojos
algas
para mi mar.
No era mujer
para mi madre
ni la madre
de mis hijos.
Más bien,
en sus noches
de luna
famélica,
era la loba
caníbal
que aullaba
junto
a las fieras
Pero era
mi hembra,
y yo sólo
necesitaba
su boca
(y que me lamiera,
como sólo ella sabe,
las heridas
de nuestra
guerra).
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»