La piel de nuestro cuerpo, extendida,
ocupa dos metros cuadrados.
Hoy podría extender
todas las pieles
ausentes de
carne.
Estirarlas hasta
el tormento y
conseguir,
por cada una,
más de dos
metros cuadrados
de lágrimas.
Hoy necesitaría
mamar la calma
chicha de
los diluvios,
ultrajar los
silencios de la
tarde y beber,
como una cosaca,
con el cerebro
bajo cero.
Hoy,
el día dos desde
que mi cuerpo
se ha desmembrado
de sus raíces,
podría reventar
todos los cristales
de las gafas que
me recuerden a
tus ojos.
Y después,
como a una exquisita
asesina,
me apalearían los
cuerdos y los
pulcros,
mientras yo
seguiría pensando
en lo
sola que estoy
desde que
te has
ido.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»
Precioso, Yolanda, ese despliegue de piel y de entrañas.
Un abrazo.