Todas las flores están abiertas,
el problema es saber cuál es la que tiene tu polen.
Propágalo.
Como el fuego o
como ese virus
mortal
que te deja
el alma
en carne viva.
Grítalo.
Rajándote los pulmones;
rompiendo las
copas de vino
de aquella pareja
que cena
con velas y
se declara
amor
eterno.
Y escríbelo.
Riéndote,
si quieres,
a carcajadas y
sin pudor,
señalándome con
el dedo
–o con la mano abierta
que acentúa
el dolor–.
Me he enamorado
de ti.
Ya sé que
es motivo de burla.
No lo escondas,
no
lo
ocultes.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»