La llovizna. Por Eloy Sánchez Rosillo

La llovizna

La llovizna

 

Estar allí otra vez, en la mañana

de principios de junio,

andando de tu mano

por la gran plaza, en la que cae ahora

una leve llovizna.

Se desplazan solemnes por el cielo

las grandes nubes, y de pronto se abre

aquí y allá algún claro de oro vívido

en la vieja ciudad de las alturas.

Vienen y van las gentes

de sus quehaceres hacia sus asuntos

y no nos ven siquiera.

A nuestro lado indiferentes pasan;

qué saben de prodigios.

Bajo el paraguas gira nuestro mundo,

solamente por ti y por mí habitado.

Estar allí de nuevo,

en la mañana aquella.

Tus labios rojos en el aire gris,

y, entre risas, tus ojos que en lo oscuro

reflejan un relámpago.

 

Eloy Sánchez Rosillo

 

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