La madre que me parió
Este poema
es para la
madre
que me
parió
(aunque ella
nunca me
lo haya
pedido).
Un poema a
su útero
apretado de hijos,
a su corazón
infectado
de tanto
callarse y
a su amor
infinito,
infinito,
e infinito…
Un poema
a sus lágrimas
que me enseñaron
que hay que
dar sin recibir
(lo dice tan dulce
que le sube el azúcar)
y a sus
llamadas
interminables
a deshoras,
para decirme
que me
envía las
croquetas con
mi hermana.
Pero, sobre
todo,
un poema
a la mujerjineta
que vive
dentro de
sus venas;
la que se
le agita
dentro
y le muerde
los huesos
y la que,
por miedo a
la soledad,
aún no ha
querido
dejar
cabalgar.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»
Qué bocado tan exquisito, este poema tan directo y diáfano, con un estilo que recuerda al realismo sucio pero que se hunde en la ternura de forma deliciosa.
Me emocionó la descripción de esa madre y las palabras de la hija, tan delicadas y devolviendo amor por amor.
Un abrazo
Betty