Carlos se levanta sin terminarse el cóctel. Demasiada música en ese local de moda. Demasiados recuerdos que llegan.
Demasiado ella…
Al fondo de la escena, una chica de pelo largo y recogido desliza sus manos sobre las teclas de un piano sin saber que a él le hace daño la belleza del momento. Un daño excesivo.
Es terrible no poder nunca escaparse de sus recuerdos. De su cuerpo.
Y escribe este poema, en la contra de la factura que después tirará a la basura.
Basura y poesía.
Lo más consumido de su vida.
La música y tus lunares, la misma melodía
Ella toca
el piano,
igual que yo
rozaba tus lunares.
Cada dedo
en uno diferente;
melodía de círculos
obscenos.
Te tumbabas
sueños abajo
regalándome
la espalda
de tu vida.
Cuarenta y
cinco
lunares
llegué a contar
un día.
Le pido
nuestra canción
favorita y
ella se remanga
la falda
para empezar.
Boccherini
se retuerce
entre mis piernas.
He vuelto a
llorar…
La música
me esconde
la agonía.
Y si cierro los ojos,
vuelven,
alegres,
tus lunares
(tu camisa y
tú)
a mi vida.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta web en la sección
«Tacones de Azúcar»
Blog de la autora
Hola Yolanda. Me reencuentro con tu poesía con la grata sorpresa de reconocer tu estilo tan personal y además ..( y no creo que sea una percepción alterada) cierto poso de madurez en tus matices.
Me ha encantado esta poesía y los nuevos lunares en tus versos.
Un abrazo.