La ventana
Siempre zarandeaba la mañana
las cortinas del cuarto
derramando en mis hombros diminutos
aspavientos de luz;
al fondo se escuchaba cierta música
y un sacudir de trapos contra el polvo,
de sillas enredándose en la escoba,
de ventanas al viento.
Yo imaginaba en todo ese alboroto
que alguien desmantelaba mi paisaje
y que al abrir la puerta encontraría
una imagen caótica del mundo,
pero cuando por fin me levantaba
y atravesaba el miedo a la intemperie
todo tenía su lugar preciso
y en el aire flotaba, como un bálsamo,
un aroma a jazmines.
Se estrenaba el hogar y la riqueza
era el amor del sol en el pasillo,
el corazón abierto de las sábanas,
la presencia segura de mi madre.
Ya no suceden días como aquellos,
nadie ordena la vida,
nadie dispone el rumbo de las cosas
con templado equilibrio,
todo es vertiginoso y absurdamente triste,
menos esta ventana
expatriada a la luz de aquel recuerdo
desde la que me miro, y soy pequeña.
Mari Cruz Agüera
Nunca imaginé que esas mañanas de sábado y limpieza escondieran versos dentro.
Todos tenemos esa ventana cerca. Solo queda asomarnos.
Un abrazo.