Los monos
eran trece.
—En esa miseria
de los años 50,
el número no podía
ser más
maldito—.
Y se amontonaban
—con la abuela enferma —
en dos dormitorios,
un salón-cocina
y un orinal en el patio
(donde convivían
con cerdos
y gatos).
El padre
se iba al extranjero
a trabajar
y volvía una vez
al año.
En cada vuelta
preñaba a la
mujer
(la mona).
Y a veces
de lo que (no) tenían
se lo llevaban
de regalo a
su vecino,
a su tío,
al jefe de su hermana…
Quizás el nombre
de monos
se lo pusieron
para distinguirlos de los
humanos.
Nosotros no somos
tan generosos.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»
Me encantó el buen humor y la forma ágil de decirlo.
Saludos
Betty