Nunca conté las veces que me caí;
ya estabais vosotros para hacerlo.
Pensándolo bien,
no quiero ser
superproductiva
(te ha costado llegar
a ello, Yolanda),
ni la más delgada del baile.
Tampoco quiero tener
esa casa de ensueño
si me impide vivir
en otros apartamentos
con vistas
a la ternura
y en muchos países;
ni ser fiel
a los amigos
de toda la vida,
cuando,
en nombre
del amor,
te quieren a su medida.
Ya no quiero ser
la madre perfecta,
ni hablar ese inglés
fluido que tanto
me obsesionaba.
No a los proyectos
que me esclavizan y
me roban el paseo
del anochecer
por el monte
(y por tu espalda).
Hoy, más cerca de los 50,
descubro que adoro
ser imperfecta
y sonreírles
a los michelines
que asoman bajo
tus caricias.
Que quiero viajar sola
para visitar
a mis amigas,
y que tengo talento
para decir que no
a reuniones
que solo traen trabajo
sin emociones.
Me he vuelto una fanática
del presente continuo
y de los pecados cotidianos
(hijas mías,
me temo que no seré
una buena abuela).
Y cada vez
estoy más cerca
del infierno prometido.
Hoy, sábado del 2016,
sé que estoy en deuda
conmigo;
y me las pienso
pagar
todas.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta web en la sección
Ese sí que es un buen proyecto para la vida. Intentaré seguir tus pasos, poeta sabia y hermosa.
Muchos besos.