Viajé
a través
de tu cuerpo y
fue agotador.
Estabas plagado
de túneles
contaminados,
de charcos
sin vida y
de portazos
(pero en tus pestañas,
mi amor,
seguían creciendo
amapolas).
Por eso,
para volver
a filtrarme
a través
de tu sangre,
he decidido
construirme
un precioso ferrocarril.
Y porque tu piel
es un espacio
protegido,
mi ferrocarril
no hará ruido.
Y como tus ojos
son el agua
de mi futuro,
mi tren
apenas
liberará CO2.
Quiero dormir a tu lado;
mi transporte
acariciará
tus huesos
con sus vías.
Volveré a viajar
en ti y
mi tren
será tu vida.
Este poema pertenece al «Per-verso libro de las carencias del alma», que comparto con mi maestro, Juan Carlos Cubeiro
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»