Te pedí lo que una reina te quitaría
Yo también quise
restos de aquel naufragio.
Y te lo pedí
justo antes del derribo.
Antes de que el camión
de la mudanza
cambiara tu cama de nido.
No pedí las cortinas,
ni los platos
—tampoco el mantel,
manchado por las velas del olvido—.
No pedí las sábanas,
ni las mantas
que apagaban el calor
de nuestros cuerpos.
Pedí una cosa que me compraste
para secar mis pecas
y mi piel,
tantas veces mojada
después de nuestras
duchas de ternura.
La pedí al menos cinco veces
deseando volver a escuchar:
amor,
este albornoz
lo he comprado para ti.
Ella no merece tener
algo usado por mí
—deberías comprarle uno nuevo—.
Las sobras
no secan.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta web en la sección
«Tacones de Azúcar»
Blog de la autora