Me enloquece descubrir vida donde sólo hay piel
¿Sabes?
En su pecho
descubrí un campo
de amapolas
rojas como
besos apretados y
abiertas sólo
para mí.
Él,
mientras yo
recorría sus pétalos,
dormía y
se dejaba
vivir.
¿Y sabes?
En su cuello,
justo debajo de
la saliva,
encontré un lago
de agua
caliente
donde aprendí
a ducharme cada
mañana.
A veces,
mojada,
me quedaba
lamiendo
sus olas.
Él,
mientras yo
lo inundaba,
dormía y
se dejaba
morir.
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azucar»
Blog de la autora