«El Terror», De Dan Simmons
En el año 1845 fueron enviados dos barcos de la Armada británica, el HMS Erebus y el HMS Terror, bajo el mando del explorador sir John Franklin, a buscar el paso del Noroeste, recorriendo algunas de las pocas islas árticas canadienses conocidas. Ambos buques estaban sólidamente dotados de elementos estructurales y materiales para aquella expedición. A pesar de ello, desaparecieron. Pocos años después, en medio de constantes búsquedas enviadas por el almirantazgo británico, empezaron a encontrarse restos esparcidos por una de esas islas, la del rey Guillermo; estos restos –y las historias inuit– mostraban un infeliz desenlace, en el que perecieron todos los expedicionarios. Semejante tragedia despertó la imaginación de escritores, grabadores y pintores de desde el mismo momento de su desaparición. Casi todos reflejaron una realidad –alternativa- que fuera tolerable para los estándares morales y psicológicos de la naciente sociedad victoriana: entre otros actos heroicos, honorables marinos, muriendo congelados rodeados de la bandera de la Royal Navy. La realidad descubierta fue más prosaica: algunos testimonios inuit inferían la práctica del canibalismo como último recurso para una supervivencia que no pudo ser. Hasta hoy día se han seguido descubriendo artefactos y restos humanos de aquella expedición; incluidos los dos buques naufragados, hallados en 2016 y 2015 respectivamente, sin que se pueda conocer a ciencia cierta las causas de tal desenlace, más allá de evidencias de saturnismo, que, junto con el botulismo y el escorbuto, podría haber nublado la mente de los expedicionarios en su toma de decisiones hasta conducirlos a su conocido fin.
La obra de Dan Simmons representa el propósito de novelar aquella tragedia –la de los hombres atrapados en el ártico, derrotados en su propósito-, apoyándose en una gran cantidad de testimonios de los rescatadores y de los posteriores descubridores de restos. Ello le ha permitido escribir una entretenida aventura de consabido final trágico, pues incluso en la construcción de su historia no hay lugar para otro final, más allá de alguna licencia literaria: las naves y los hombres están atrapados, no pueden continuar y completar la expedición, mientras esperan a un deshielo que no llega. La premeditada documentación de cada detalle eleva, desde el punto de vista histórico y técnico, el relato reconstruido a un grado de aceptable verosimilitud; al menos hasta donde acaba lo que verdaderamente se conoce y empieza lo fantástico. Porque el autor desliza el hecho histórico hasta la dimensión del terror sobrenatural como recurso que hila desde principio a fin en su relato; ello con el objetivo de construir una respuesta a los muchos interrogantes que aún hoy giran en torno a aquella expedición: por ejemplo, la muerte de su comandante; el porqué del abandono de los buques; el problema de los víveres en mal estado; o, la inexplicable disposición de algunos restos arqueológicos.
El elemento terrorífico, que supera razón y creencias, pero que Dan Simmons rescata de las tradiciones inuit para insertarlo como un Deus ex machina, contribuye –conforme avanza un relato salpicado de saltos temporales- a aumentar la tensión narrativa, en donde el tiempo pasa inexorablemente y las condiciones de supervivencia se vuelven más extremas: temperaturas que rondan los cincuenta grados bajo cero; provisiones de comida, cuando no sospechosas de provocar un –para ellos- incomprensible mal, cada vez más escasas y acuciantes; el deterioro de los barcos o la llegada de enfermedades van creando una atmósfera cada vez más opresiva. En medio de ello, Dan Simmons se esfuerza en hacer un acercamiento psicológico de algunos de los personajes de la expedición, aunque no con intención de empatizar o comprender los giros narrativos, sino para aumentar más aún el desconcierto del lector ante un contexto narrativo harto difícil de asimilar para la técnica y el conocimiento geográfico del siglo XXI. Precisamente el creciente desasosiego que acompaña a la cercana consumación del libro, parece conseguir que las dos realidades finales más aberrantes puedan suponer, hasta cierto punto, consecuencias comprensibles para el lector.
No hace mucho se ha estrenado para la televisión una miniserie que recoge gran parte del espíritu de la novela, si bien con acusadas disgresiones que naturalmente no voy a relatar. Ambos recursos, sin embargo, son excelentes para comprender algunos de los elementos que rodearon a la tragedia real.
Como he señalado más arriba, la obra está estructurada en saltos temporales y algunos flashbacks; y, reúne narración directa y texto en forma de diario. Es de una lectura fácil y rápida, aunque tiene dos o tres fallos narrativos fácilmente perceptibles, al igual que algún detalle que creo que debe achacarse a la traducción, pero que en nada desmerecen el libro.
El Terror está publicado por Roca Editorial, en Barcelona, en 2018, y consta de 768 páginas.
Antonio V. Frey Sánchez