Gacetilla rimada
El autor de Usted tiene ojos de mujer fatal, Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada, Los habitantes de la casa deshabitada o Cuatro corazones con freno y marcha atrás, el ingenioso y espléndido Enrique Jardiel Poncela, vuelve a las librerías con esta novedad inesperada y saltarina que se titula Gacetilla rimada, que Enrique Gallud Jardiel prepara el sello Visor y que se compone de los versos que el escritor madrileño publicó entre diciembre de 1921 y mayo de 1922 en el periódico La Correspondencia de España.
En estas páginas volanderas y llenas de gracia, Jardiel utiliza las noticias de su tiempo y de su entorno (los conflictos con el marroquí Abd-el-Krim, la miseria del país, los turbios vaivenes gubernamentales, los impuestos, los carnavales, las nuevas armas de la policía, la censura que soportan los periodistas, las huelgas estudiantiles) para construir poemas alígeros, juguetones, desenvueltos… y a veces cruzados por una gravedad trascendente (la justicia de rendir homenaje a don Santiago Ramón y Cajal, al que quizá no se valoraba tanto como merecía). Algunas de sus líneas ideológicas pueden chocar actualmente (como su renuencia al voto femenino, un cierto desprecio por la traducción de obras extranjeras, etc), pero Jardiel las enuncia sin acrimonia, sin extremismos, empapadas por el agua fresca del buen humor, que las alivia de beligerancias.
Estos poemas sencillos (donde el autor acumula más literatura de la que parece, en forma de rimas arriesgadas, de encabalgamientos léxicos o de neologismos pimpantes) me han encantado, como todo Jardiel. Sirvan como muestra de su talento las líneas que dedica a la corrupción política española (“Recuerde España dormida / que estamos mil gobernantes / soportando, / y que se pasa la vida / ¡y que nos están, como antes, / fastidiando!”), a la laxitud incomprensible de las masas (“El pueblo todo lo aguanta; / a mí, la verdad, me espanta / esa actitud tan pacífica / pero a la gente política / tal pasividad le encanta”) o a los daños que el autoritarismo castrador provoca en el país (“¿O es que aquí hay que callar todo / lo que hace la gente mal? / ¡Pues sí que es un lindo modo / de hacer patria, voto a tal!”).
Un genio al que siempre hay que recordar o redescubrir.
Rubén Castillo