Itziar Mínguez
Qwerty
Isla de Siltolá, Sevilla, 2017
La línea superior del teclado, la que primero se aprende a manejar con la mano izquierda, esa es la inocente clave del título de este poemario en el que Itziar Mínguez nos muestra que el mundo de nuestras emociones depende también de estas pequeñas herramientas, de los soportes de nuestro oficio, de los objetos de los que nos servimos para fijar los poemas, el tipo de letra, las erratas, y por supuesto el orden de las letras en el ordenador. El poema mismo es en realidad un artificio, como lo denominaba Borges. Un artificio que la poeta utiliza para jugar con la vida sin jugarse la vida: «El poema / ese lugar donde / me gusta sentir miedo / solo por el placer / de saber que estoy a salvo». Y el juego es el ingrediente principal de Qwerty. Unas veces juega con la distancia que separa el poema de la vida, otras con las expectativas que pone en sus poemas cuando los termina y sopla en ellos para que vuelen, otras veces juega con las palabras como si fueran gatos domésticos. ¿Para qué sirve la poesía?, se pregunta en «Utilidad de la poesía», y responde: «Servir / no sirve para nada/ como casi todo lo bello // unos pocos privilegiados / viven de ella // la mayoría / vivimos para ella». Pero esta actitud de letraherida también forma parte de la ironía, no va en serio aunque vaya en serio. Itziar Mínguez (Barakaldo, 1972) ha publicado, antes que este, siete poemarios en distintas editoriales y acumula también premios. El bagaje del poeta conforma sus hábitos sentimentales, las referencias sobre las que construye su mundo, y a Mínguez su profesión de guionista la ha entrenado a usar las palabras para sacarles punta a las pequeñas emociones, para crear suspense en unos pocos versos, para crear clima con humo. Así, entrar en la bañera y disolverse en las burbujas tiene algo de suicidio, como en el poema que cierra el libro, «Spa». En el fondo es un final apropiado para su apasionada historia de amor por la escritura: «Escribe / como cuando amas / por primera vez». Sabemos que el amor apasionado y la muerte trágica andan muy cerca: «sé que solo puede quedar uno / alguien tiene que sacrificarse // que se salve el poema».
Arturo Tendero