JUAN ANTONIO MESA TORÉ
Exceso de buen tiempo
Visor, Madrid, 2017. 154 pág. 12€
Francisco Fortuny, en la contraportada de Exceso de buen tiempo, nos revela que el libro tiene una estructura autobiográfica y lineal en el tiempo, que las anécdotas que dan pie a los poemas son jalones sucesivos en la vida del autor.
Lo mejor que se puede decir es que el libro no necesitaba esta aclaración, aunque añada una perspectiva que lo enriquece. Muy articulado, en tres partes que a su vez se subdividen en otras diez, da la sensación de que Juan Antonio Mesa Toré (Málaga, 1963) ha hecho un esfuerzo de clasificación con su biografía, para entenderla mejor o para asimilarla. Sin embargo, los poemas tienen su propia manera de contarlo. Al principio centrándose en el tema de la identidad, con piezas que recuerdan a Catulo, muy querido por Toré («Mísero Mesa Toré»), o el desdoblamiento borgiano en dos edades del mismo poeta («La música que bailan»): «Entonces él repara en las arrugas / del intruso y se acerca a la ventana / y me mira, y lo miro, y nos miramos / coincidiendo los dos en la tristeza / de ser los dueños de una misma vida». El juego, la ironía y el dominio clásico del verso vinculan todos los capítulos y todos los poemas. Como a veces pasa en las historias apasionadas, el corazón es un «Incendio» en el que arde la vida anterior para que, de las cenizas de lo que pueda salvarse, brote una nueva vida: «En la huida hacia la playa nada llevé conmigo / sino el dolor de cuanto se perdía». En realidad, la historia del desamor, del nuevo amor y de la adopción, los jalones explícitos que nos señalaba Fortuny, parecen conformar solo una parte del poemario. Hay un interludio de haikus familiares, con sus cuatro estaciones: «Bien abrazados, / ¿Es el búho o el viento / quien nos arrulla?»También la nostalgia participa: «Pero incluso el olvido vuelve sobre sus pasos / y enciende nuevas sombras / (…) Así en el alma nueva un viento tan lejano / pueda acaso esparcir viejas semillas». En cuanto al tramo final, es una apoteosis literaria de homenajes vividos a poetas amigos y admirados: «Duerme, vuela, respira Emilio al aire / tuyo, y nuestro, y eterno de la Nada».
Arturo Tendero