Richard Ford, Lamento lo ocurrido: La sipnosis del amor. Por Ángel Silvelo

Lamento lo ocurrido

Richard Ford, Lamento lo ocurrido

Lo mejor de envejecer es echar la vista atrás y tener la honestidad de aceptar aquello que fuimos, y en lo que el paso del tiempo y nuestras decisiones han hecho de nosotros. La distancia que nos marcan los días es el mejor instrumento a la hora de clarificar nuestros sentimientos cuando los depositamos en la cesta que conforma nuestra vida. Y, entre todos esos acontecimientos o accidentes vitales que nos retratan como el mejor de los autorretratos, sobresale el amor. La sinopsis del amor que magnifica nuestros actos sin nosotros quererlo por el mero hecho de que, al final, es el verdadero y único culpable de nuestros errores. Richard Ford, en Lamento lo ocurrido, sitúa a sus protagonistas en esta tesitura a la que una situación presente, siempre azarosa, obliga a volver la vista atrás en sus vidas y en sus sueños. El azar, en estas diez narraciones cortas que conforman la última antología publicada en España por el escritor norteamericano —a modo de primicia mundial—, es un protagonista omnisciente que nos muestra la historia visible que encubre a la historia oculta y verdadera de aquello que se nos cuenta, y que el lector avezado debe adivinar. Ford nos deja amplios espacios para la exploración del transcurrir vital de sus personajes y de sus planteamientos literarios, siempre sumergidos en una cotidianeidad que cobra un exacerbado protagonismo gracias a su hábil manejo literario sobre la historias que narra en forma de relato corto, si exceptuamos el último de ellos —Perder los papeles—, por estar más cercano a una novela corta. Un relato que es la perfecta excusa para que Ford nos exponga todo aquello que nos ha querido mostrar con anterioridad. La soledad que persigue a muchos de sus personajes es un fuerte imán que necesita del contrapunto de los diálogos para resaltarlo más si cabe todavía. Una soledad autoimpuesta o accidental que cobra toda su luminosidad cuando el autor la somete al azar de aquello que nunca teníamos previsto. Una prerrogativa que obliga a sus protagonistas a detener el tiempo para ponerse a observar ese pasado que siempre pasaron por alto y que no contaron a nadie, quizá, porque no hay nada más real y sanador que confesarle nuestros secretos a un extraño que sabemos que, en un principio, no está expuesto a los prejuicios de nuestros hechos pasados.

Lamento lo ocurrido es un mosaico de encuentros, carreteras secundarias, lugares y situaciones que nos permiten acercanos a Nueva Orleans o a esos irlandeses que viven en los Estados Unidos o vuelven a Irlanda, pero también, es la perfecta sincronización entre el tiempo narrado y la importancia que el tiempo pasado sigue teniendo sobre nuestras vidas. Habitaciones de hotel que por la mañana están desposeídas de los ensueños de la noche y de uno de los amantes. Encuentros accidentales con antiguas parejas que transcurren en la actualidad de la mano de un río que desemboca en el mar y que solo es visualizado desde la lejanía que nos permite no volver a mojarnos en sus aguas. Muertes inesperadas que no siempre atraen sobre la amistad las imágenes de la cercanía o el encuentro. O la soledad de un viudo que busca en casas de temporada los ecos de su mujer dos años después de su muerte, en silencio, sin aspavientos o grandes demostraciones de dolor que, sin embargo, se ahondan con un fortuito encuentro que le precipitan sobre su pasado. Son solo algunas de las situaciones en las que Richard Ford da protagonismo al americano medio —con ascendencia irlandesa, o no— y le deja caminar sobre su vida sin más intención que la de permitirle atravesar esa barrera invisible que le separa de sí mismo. Y, quizá, no haya nada mejor y más eficiente a la hora de hacerlo que obligarle a enfrentarse a ello en solitario, a través de la sinopsis del amor.

 

Ángel Silvelo Gabriel.

Blog del autor

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *