«Sant Google». Por Usue Mendaza

«Sant Google»

 

Copiar y pegar. Como apagar y encender una impresora. Así de sencillo. Así de inmediato. Sin esfuerzo que valga. Sin entrar a valorar la idoneidad del texto, sin apelar a nuestro propio criterio crítico, si alguna vez lo hemos considerado como tal. Vale la inmediatez, el aquí y el ahora, la ley del mínimo esfuerzo. Dicen que vivimos en tiempos de inmediatez o de urgencia. Y no es verdad. Porque a todo lo que merece la pena en la vida, hay que dedicarle, y sin connotación figurativa, una carrera de fondo.

Es verdad que Internet como avance o progreso ha democratizado el acceso a la información, antes privilegio exclusivo para unos pocos. Bravo. Hasta ahí todos estaremos de acuerdo.
También coincide la opinión general en que internet nos ha, de alguna forma, empoderado; pero de ahí a hacernos creer que estamos empoderados sin estarlo, a resolvernos la papeleta con las tesis y con los trabajos escolares, a idiotizarnos, a hacernos pensar que con este empoderamiento engañoso nos hace felices sin serlo, hay un largo trecho por recorrer y analizar.

Pertenezco, no sé si con mayor o menor suerte, a una generación de estudiantes que consultaban aquellas enciclopedias que se había comprado, a veces a plazos, en casa. Sí. Pertenezco a esa promoción de valientes que iban a la búsqueda del mejor y más concordante volumen de una biblioteca de capital que contaba con un amplísimo y vasto catálogo. Por ello era una difícil tarea de selección. Por cierto, había que pedir prestado aquel volumen que en cierta manera estaba a mano y no estaba, porque el período de préstamo no excedía los quince días reglamentarios. Después llegaba el trabajo más profuso. Entonces no existía Google pero tampoco ordenadores. Los pcs empezaron a entrar en las casas aproximadamente a finales de los años 90. Y con suerte. Así que había que transcribir todo a mano o quedar con tus compañeros si se trataba de un trabajo en equipo.

Si yo ahora tuviera mis dudas sobre los primeros orígenes e historia de Internet (que no dejó de ser más que una herramienta, eso sí, transcendental para el Cuerpo militar estadounidense de Defensa en los años 60), no tendría más que ir a la Wikipedia. Y ya. Trabajo hecho. Fácil. Seguro. Sólo que se notaría que es una información copiada, por lo enciclopedista, y entonces y sólo entonces, perdería todo su valor y quien suscribe, como autora, toda mi credibilidad. Y la credibilidad cuesta ganársela.

También coincidiremos en que la información es poder, alumbramiento, divergencia, enriquecimiento. Pero es sumamente importante acercarse a ella con pies de plomo, porque si no, puede estallar en nuestras manos. ¿O se creen que con la que está cayendo gracias al Coronavirus y a la recientemente declarada crisis sanitaria de emergencia internacional, no se están tomando las precauciones necesarias para en tal caso, y con la información disponible de que cuentan los expertos, informar de un modo profesional y escrupulosamente cuidado para no alarmar en un nivel desmedido a la población?.

Indivisiblemente, la información va ligada a su tratamiento. ¿Dónde queda el tratamiento de todos los datos inherentes a esa información?. ¿Qué límites se han de establecer?. Un buen periodista que se precie nos dirá que con la noticia no todo vale. Cuidarla no es suficiente. La información hay que tratarla: desde realizar la selección y podar lo que no suma, hasta contrastarla; y en medio de tanta urgencia, además priorizarla. Debe ser honesta con la verdad (veraz) y sobre todo creíble. De ahí que el plagio no sirva.

La “data” puede tomar el cariz o la forma de noticia, artículo, opinión, reportaje o documental; también de película, de podcast, de verso, de mensaje o de carta; Más aún. Siendo ambiciosa en la definición, la información nos puede llegar a través de unas manos, una sonrisa, una mirada, una fotografía, un detalle, un lienzo, un paisaje o un cielo. Unas arrugadas manos de mujer por ejemplo nos explicarían lo dura que ha podido ser su vida sin que ella apenas haya pronunciado una palabra con nosotros. Una mirada nos podría enternecer o poner a la defensiva. Un cielo, negruzco, nos percataría siempre de una tormenta y una sonrisa, ayyyy una sonrisa nos delataría un guiño, siempre bienvenido, de felicidad.

Seamos en definitiva, destinatarios y creadores de información nueva. No hay un método mejor que otro. La observación, la escucha, la lectura o la escritura resultan enriquecedores. Eso sí. Alejados de toda tentación cortoplacista, que nos prometa en un juego engañoso, un esfuerzo ínfimo en un breve espacio de tiempo. Está en juego la credibilidad de una.

USUE MENDAZA

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Usue

Nace en Vitoria-Gasteiz en 1975. Titulada en Secretariado de Dirección por la Universidad de Deusto, Bilbao (1993-1996). Habla Inglés y Alemán . Aprende Francés. Siempre ha sentido curiosidad por el mundo cultural pero a sus 33 años despierta especialmente un enorme interés por la Poesía y por la Literatura. Con el Liceo Poético de Benidorm, de la que fue integrante, participa, además de en numerosos recitales por toda la provincia de Alicante, en la Antología VOCES EN AZUL con la Editorial Germania. Ha colaborado en el libro antologado DEL SILENCIO AL TEATRO DEL PARNASO, disponible en Amazon, en homenaje al poeta modernista hondureño Juan Ramón Molina, amigo de Ruben Darío. Están también sus letras en la Edición cuaderno impreso de 2012 y en la electrónica de Agosto de 2013 en DOS POEMAS Y UN CAFE, edición de J. SEAFREE. Escribe asiduamente reflexiones, relatos, artículos etc, para Canal Literatura y para su blog usuemendaza.wordpress.com. Actualmente reside y trabaja en la ciudad de Granada.

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