Semana Santa (mi).
Cuando era pequeña,
me volvía
grande
el Viernes
Santo.
Me plantaba
un capirote
en la cabeza
(llena de tierra,
pájaros,
y flores),
y sobre este cuerpecito
tierno,
una túnica blanca
de algodón.
Cuando era pequeña,
salía en las procesiones
de aquel pueblo
frío y caliente
de la sierra.
Todos los niños
en fila y
nerviosos
de parirnos
mayores
ese día.
Sin cansarnos,
sin movernos,
sin hablar.
Cuando era
pequeña,
los niños que venían
a ver las procesiones
reconocían a las chicas
por los zapatos.
y si eras niña,
te tocaban el culo…
Y yo le pedía
a mi primo Pedro,
cada año,
el capirote morado
y los zapatos
del colegio.
Quizás
la Semana Santa
tenga la culpa
de que no use
zapatos
de tacón
(y de que no me deje
tocar
ni las narices,
ni el
culo).
Yolanda Sáenz de Tejada
Colaboradora de esta Web en la sección
«Tacones de Azúcar»