Ser feliz una tarde
Es posible ser feliz una tarde
a pesar de la sequedad de siempre
en los periódicos correctos,
a pesar de que lo que hacemos en la vida
no va a tener su hueco en la eternidad.
No es tan difícil ser feliz una tarde,
solamente una tarde,
mientras los cocineros se aburren a las cinco
y los dentistas ponen inyecciones de anestesia
y la gente, alguna gente humilde,
desde los autobuses que pasan por la calle
está mirando absorta
cómo la lluvia cae en las aceras;
una tarde, aunque haya en los seres
esa sombra de ausencia que en los ojos
han dejado los siglos y los años,
una tarde
mientras que en los colegios se prepara la Navidad
y los hombres cansados
se emborrachan despacio
en bares muy oscuros
buscando su alegría de vivir,
mientras todos nosotros
vamos dejando un poco que la vida nos viva
y miramos la hora en nuestros móviles…
y las palomas están tranquilas
y uno siente una sed que es casi dulce
y siente como un beso,
como un beso muy suave en la base del cuello,
un beso que da el ángel de la serenidad
y uno descubre entonces
que le queda el consuelo
de escribir un poema
o mirar muy despacio escaparates.
Miguel Sánchez Robles