Trastornarse. Por Anita Noire

trastornarse

 

Trastornarse.

 

   El ruido mediático en las redes sociales trastorna. Caemos indefectiblemente (mis «-mente» adverbiales son muy criticados, pero son marca de la casa), y vamos generando un follón tremendo que nos exalta y convierte en títeres de un sistema que nos quiere gritones allí, en la nube, pero no en la vida real. El día a día nos prefiere serviles, arrodillados ante la aplastante realidad que nos supera y de la que controlamos menos que cero. Contribuyo y contribuye. Y quiero creer que lo hacemos un poco a ciegas, sin darnos cuenta, lo que al final nos ha llevado con esa “contribución chillona” a caer en la paradoja, como diría el padre de Verónica Raimo en “Nada es verdad”.

   Perplejos, como un conejo ante un luces largas que le alumbran, vamos tirando mientras hacemos más grande el abismo entre ellos y nosotros. Buceo en la red buscando un mundo más ancho, alejándome de todo lo que huele a escándalo y decepción. Voy saltando de un sitio a otro, como un mono loco que va de rama en rama. Pero ahí fuera no hay nada. El eco me devuelve mi propia llamada y me obliga a tener que ser yo misma quien se detenga y aleje.

   Echo de menos sus cosas, mis cosas. Echo de menos el espacio neutro que supone el juego de empezar a escribir con la consigna del “pásalo bien y que te guste”. Nada de todo eso está al alcance de un click. Ya nada está al alcance de nada.

 

Anita Noire

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