Un apunte antiguo. Por Dorotea Fulde Benke

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Un apunte antiguo

   El parque del castillo al lado del río aún me acoge con los brazos abiertos de sus árboles brindándome manos verdes de hojas incipientes. Hay un pabellón de baños escondido detrás de la arboleda. Qué pequeño se me antoja o ¿son los árboles que han crecido tanto? El pabellón siempre me parecía la máxima expresión del lujo: una casita coqueta con escalera exterior de mármol. Por los grandes ventanales se sigue viendo la pila adornada con figurines y mi fantasía coloca en su borde a unas chiquillas en ropa interior mojada. Peinan sus rizos con los dedos, cuchichean y hablan bajito pero aun así sus risas me llegan a través de los siglos. La más joven señala su barriga que se marca a través de la tela húmeda y pegada. Las otras dos se callan, cortada su alegría por lo que ha insinuado la menor. Ella se ruboriza y se desliza dentro del agua. Desde las copas de los árboles caen unas pesadas gotas de lluvia; cuando me seco la cara con un pañuelo y abro los ojos, ya no veo a nadie. El agua sigue alborotada y la lluvia arrecia.

 

Dorotea Fulde Benke

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