Nº8- Ignominia de un asesinato. Por Madroca

Cuando la encargada de sacarlas de aquella improvisada cárcel se impacientó, añadió en voz alta para que la oyeran las demás: «Salgan, que las piden», Aurora apretó el puño, en un último esfuerzo para mantener viva una esperanza, y vio como la madre y dos hijas que la acompañaban avanzaban trémulamente. 

Las cuatro hacía poco más de un año que habían participado en un acto celebrado en el pueblo de Porreres, un mitin de mujeres contra el fascismo y en defensa de la republica, todavía restallaba en su mente sus últimas llamadas a la movilización, “¡Obreras! ¡Campesinas! ¡Antifascistas! ¡Españolas patriotas!… Frente a la sublevación militar fascista que se avecina pongámonos todas en pie, dispongámonos a defender la República, las libertades populares y las conquistas democráticas del pueblo, no olvidemos que somos mujeres, pero no permitamos que nos pisen por serlo”.

Los efectos colaterales de dichas palabras no se hicieron esperar, en los primeros días de la rebelión franquista, las cuatro fueron detenidas, de nada valió que se escondieran, la maquinaria propagandística del régimen, avivada por el odio represor había decidido su captura. El encierro las reagrupó. Independientemente del camino que había elegido cada una de ellas para eludir su captura, nada fue lo suficiente, se emplearon todas las artimañas posibles para que fueran denunciadas, delatadas. Todas ellas fueron detenidas.

El orgullo y personalidad de Aurora hizo que nunca se arrodillara, nadie pudo obligarla a levantar el brazo, lo que en más de una ocasión le costó un tremendo bofetón que le había hecho sangrar los labios y pasar varios días en el calabozo de aislamiento.

Al salir, miró a ambos lados, a su espalda escuchó el cierre del portalón. Durante un momento, se miraron entre ellas y sus ojos expresaban esa incertidumbre de lo desconocido, junto a la entrada un enorme Ford, apoyado en él un hombre enjuto, con abrigo de lana y una oscura y alargada pistola en la mano. Las puertas del coche se abrieron y salieron dos milicianos más, uno de ellos con un fusil envejecido por el uso encañonándolas, entre ambos les señalaron el interior del vehículo. Miraron a ambos lados y donde antes no había nadie, ahora habían aparecido grises sombras que las miraban con descarado odio.

Cuando las encerraron no había orden de detención, ni cargos, no las habían juzgado, ahora sencillamente las hacían salir de la prisión, sin más, de esa manera no quedaba constancia y a sus familias nunca se les diría la verdad, aunque ellas ya sabían, lo habían presentido, cuál era el destino final.

Una de las presas que quedaron en Can Salas, pudo ver por el pequeño espacio que dejaban los listones de una ventana, como las cuatro mujeres eran obligadas a subir al coche, al cual también obligaron a entrar a otra presa, una joven de Palencia llamada Belarmina.

Durante el trayecto soportaron las crueles burlas de sus acompañantes, no les hablaron en ningún momento a ellas, pero las conversaciones que mantuvieron entre ellos fueron realizadas en un tono de voz que hacía pudieran escucharlas perfectamente, Aurora sentía en sus entrañas un dolor que la atravesaba como miles de alfileres, pero no por ella, sino por sus compañeras de viaje, veía como madre e hijas se agarraban de las manos con fuerza, ella misma sentía como sus uñas, ahora descuidadas, se clavaban en su carne, pero no cambiaba su semblante, no quería darles esa alegría a sus captores. De reojo miraba a Belarmina, que se mostraba ausente, comprendió que la cabeza de aquella pobre criatura había sufrido un colapso, se había desconectado del mundo real, en parte eso la consoló profundamente, por lo menos ella no sufriría en este viaje sin retorno.

El irregular firme de las calles de Palma sacudía el coche, que parecía esconderse entre la oscuridad de la noche para no ser visto, no se dirigió hacia la Riera, como había creído en un principio que haría, el rastro de humo blanco que salía del tubo de escape se perdía entre los callejones del barrio de la fertilizadora, Aurora comprendió con horror que su destino sería probablemente Manacor, tristemente famoso en las últimas fechas, según había podido escuchar de las últimas presas que habían llegado a Can Salas, por las ejecuciones masivas que en aquella ciudad se decía que estaban realizando.

La sinuosa carretera parecía avanzar a cámara lenta, las risotadas de sus captores,  demostraban un estado eufórico visiblemente aumentado por el alcohol ingerido, estaba convencida de ello pues a los pocos minutos de estar encerrada en el coche ya había percibido ese típico olor dulzón del licor de hierbas, un olor penetrante que aumentaba con intensidad y que la abofeteaba con fiereza cuando el acompañante del conductor se giraba para dirigirse a los dos que estaban detrás de ellas. Aunque deseaba evitarlo, no podía dejar de notar como los ojos de aquel individuo, cada vez que se giraba, se detenían en su pecho, cuando eso sucedía, el brillo que podía entrever en ellos la aterrorizaba más que el destino final que sabía tendría ese viaje.

La ciudad quedó atrás, como los débiles faroles de gas, las calles oscuras del extrarradio fueron difuminándose como un recuerdo, la noche desapacible pareció engullir el coche, convirtiéndolo en un espectro que únicamente se hacía visible cuando los faros del mismo se reflejaban en algún charco que había quedado como recuerdo de la lluvia que durante el día había caído insistentemente.

Aurora comprendió que la cerrada oscuridad de la noche también se había adueñado del ánimo de sus carceleros, desde que salieron de Palma las bromas y los comentarios soeces e insidiosos fueron espaciándose, ahora, ya en campo abierto, todos estaban callados, si anteriormente en su interior sintió miedo por lo que podía pasarles en el camino, ahora tenía la angustiosa certeza de que no habría más que una parada, y que esa parada sería el final.

Conocedora de aquellos caminos, Aurora vio a lo lejos algunas luces encendidas, supo que se encontraban a la altura de Montuiri, cuando creía que el coche seguiría su camino hacia Manacor giró bruscamente a la derecha, adentrándose en el angosto camino que conducía hacia Porreres, una leve claridad indicaba que el día empezaba a despuntar.

Los últimos kilómetros pasaron a cámara lenta, volvía a llover, las gotas de lluvia parecían ralentizadas, únicamente las imágenes que se sucedían continuamente en su cabeza iban a una velocidad exagerada, recuerdos inconexos de una vida acelerada, rostros de compañeros, camaradas, su marido, sus padres, todos pasaban por delante de sus ojos cerrados, se mezclaban con los rostros de dolor de los que había visto caer. Y aquellos trasfigurados por el odio, los de sus captores, de sus carceleras, todos mezclándose sin parar en un burlesco carrusel sin final que iba girando cada vez más y más rápido.

Todo terminó de golpe, el frenazo del coche para detenerse en una zona despoblada la hizo recuperar enseguida su sentido de la realidad, se abrió la puerta del lateral derecho y aquel que hacía poco le miraba el pecho con lujuria se agachó junto a la pared de un finca, vomitando en prolongadas arcadas, en ese momento, a lo lejos, Aurora pudo identificar claramente un ruido apagado, las ráfagas de ametralladora sonaban como el repiqueteo de un tambor cuya piel está demasiado tensa. Una, dos, hasta tres veces pudo escuchar perfectamente los disparos.

La noche empezaba a despejar, aunque todavía faltaba bastante para que naciera el sol, y mientras aquel hombre seguía encorvado hacia adelante, vaciando su bilis, otro de sus guardianes bajo del coche para orinar, sin ningún pudor lo hizo frente a la ventana entreabierta por la que ella escuchaba cualquier ruido significativo,  mientras el valiente se abotonaba descuidadamente el pantalón, Aurora escuchó claramente, proveniente de donde antes había percibido las ráfagas, dos disparos espaciados, ahora sabía exactamente que significaban, ahora entendía perfectamente que había sucedido allá a lo lejos, ahora sabía que les sucedería a ellas, no pudo evitar un estremecimiento, y a pesar de que no había luz, supo que había perdido el poco color que le quedaba. Sin decir nada miro a sus compañeras, supo que Catalina había comprendido lo mismo, pues, aunque solo podía entrever su rostro, había envejecido veinte años en dos minutos.

Al reemprender la marcha, el silencio dentro del coche solo era comparable al de los cementerios en las noches más oscuras.

Después de dos cerradas curvas, Aurora vislumbró la forma rectilínea de la pequeña iglesia que se levantaba junto al cementerio, un oratorio llamado de la Santa Cruz. Comprendió entonces que ese era su destino. El coche redujo su velocidad. Al tiempo en que se acercaban a la parte posterior del oratorio pudo ver con horror al grupo de hombres, algunos sentados fumando un cigarrillo, otros, trasportaban hacia el cercano cementerio varios cadáveres, agarrándolos unos por los pies y los otros por debajo de las axilas.

Fueron obligadas a bajar, a empujones las llevaron hacia la pared de la iglesia, sus pies, ateridos de frio entraron en contacto con la tierra y el agua. Aurora, al escuchar los gritos desesperados de María, intentó detenerse para ayudarla, para darle un último apoyo, para cogerle la mano, no la dejaron realizar ese humano gesto, del empujón que le propinaron cayó al suelo, sus manos se hundieron en el fango, un fango espeso, viscoso, que al levantarse comprobó que era rojizo, aterrorizada se dio cuenta que además del agua de la lluvia y la tierra mallorquina que la vio nacer, lo que impregnaba sus manos y rodillas era la sangre de los que las habían precedido. Ese descubrimiento la lleno de valor, le dio la fuerza moral que necesitaba, entonces empezó a entonar en voz baja aquel himno que tantas veces había cantado;

¡Arriba, parias de la Tierra!
¡En pie, famélica legión!

Uno de los que la empujaban hacia la pared de la iglesia, al darse cuenta de lo que cantaba, le ordenó callar al mismo tiempo que la insultaba, ella no le hizo el menor caso, es más, levantó la voz;

Del pasado hay que hacer añicos.
¡Legión esclava en pie a vencer!

Los gritos e insultos arreciaron, algunos de los verdugos que estaban más alejados acudieron a ver qué pasaba, pronto uno de ellos intentó tapar la boca a Aurora, María, que había dejado de gritar al ver lo que sucedía, recompuso sus maltrechas ropas y tímidamente empezó con la siguiente estrofa, pronto fue secundada por su madre y su hermana;

Agrupémonos todos,
en la lucha final.
El género humano
es la internacional.

Arreciaron los empujones, el cura, vestido con sotana negra intentó acercarse, pero al ver el gesto de aquellas mujeres desistió e hizo una señal, uno de los verdugos se dirigió hacia una ametralladora que hasta el momento había permanecido oculta por una lona y que estaba apoyada sobre un bloque de piedra, ellas permanecían juntas, Aurora en un último gesto busco la mano de Antonia, que a su vez estaba cogida a su hermana y esa a su madre. Únicamente Belarmina permanecía ajena a lo que sucedía.

El atronador ruido de la ametralladora acalló la voz de aquel último himno, poco después, yacían en tierra, mientras un reguero de sangre se mezclaba con el agua, con la tierra y con la sangre de otras muchas vidas que antes habían sido vilmente segadas en esa parte posterior de un edificio que en teoría era un lugar sagrado, lugar de oración, lugar de perdón.

Nota del autor.

Me hubiera gustado que esta historia hubiera sido únicamente fruto de mi imaginación, pero desgraciadamente no es así, me he limitado a realizar una recreación de lo que pudo suceder esa trágica noche, las protagonistas son reales, los hechos son reales, demasiadas veces la historia nos abofetea cuando salen a luz hechos como el sucedido ese día, nos araña con fiereza en nuestro interior. Para que no se repita, no debe ser olvidada.

49 comentarios

  1. Tienes mi voto

  2. Hola Madroca, creo que has recreado perfectamente otro triste episodio más acontecido durante el golpe de estado contra la República. Muy bien narrado y con gran estilo. Yo también intuyo que esta historia te toca de cerca y estoy contigo en que siempre se debería aprender del pasado para no caer en los mismos errores. Un pueblo que olvida su pasado no tiene futuro.
    Enhorabuena y suerte.

    • Ahustic, la única manera de aprender es no olvidar, por duro que parezca, historias como las que he narrado sucedieron en nuestro país y hoy en día siguen sucediendo en otras naciones, es una deuda pendiente que tenemos los humanos con nosotros mismos, aprender de nuestros errores. Un saludo y cgracias por tus palabras

  3. Por desgracia, por la humanidad, no hay nada original en esta historia desgarradora que se repite hasta hoy en día. Sin embargo me han puesto los pelos en punta por lo bine que esta narrado. suerte

    • Gracias gillian por tus palabras de elogio, por desgracia, como muy bien dices, este relato sigue siendo intemporal, ojalá pudiéramos ponerlo únicamente en pasado, pero la humanidad como colectivo difícilmente aprende de sus errores.

  4. Hola, Madroca,
    Sobrecogedor relato. Las mujeres siempre son las grandes olvidadas en la historia, las grandes perdedoras. Me he emocionado al leerlo.
    Permite que haga una sugerencia: hacer la prueba de pasarlo a primera persona (Aurora). Creo que si en tercera es un relato magnifico, si funciona en primera (hay que verlo) puede ser brutal.
    Enhorabuena y suerte.

    • Gracias Hypatia por tus palabras y por la sugerencia, te digo, no lo hice en primera persona porque desde el principio imagine recrear estos duros momentos en pasado, como un observador anónimo de los hechos.
      Un saludo

  5. Como se hace constar en la nota final, el texto no es en rigor un relato, sino la recreación literaria de un suceso verídico narrado en base a documentación oral o escrita, intuyo que próxima al autor a autora.
    No tiene mucho sentido, por tanto, entrar a comentar aspectos de forma. En cuanto a ellos hay ciertos detalles a corregir que mejorarían la redacción, como ya alguien ha apuntado, pero no me cabe duda de que, leída la historia tal cual, estas fruslerías importan entre muy poco y nada.

  6. Un relato sobre todo valiente. La descripción sórdida de uno de los muchos viajes nocturnos que tuvieron lugar tras el traidor levantamiento del treinta y seis. Y un recuerdo a las muchas mujeres que dieron su vida por la legalidad de la República.

    En lo literario, si me permites, Mandioca, sólo un pequeño detalle: ojo con los adjetivos acabados en –mente. Cantan demasiado y emborronan un texto muy conmovedor. Quizá los hubieras detectado con una lectura despejada de emociones aunque, sin conocerte, me temo habría sido difícil.

    Un abrazo

    • Hola Enara, gracias por tus palabras y consejos. Quieras o no, cuando te sumerges en episodios tan deleznables como el del relato, las emociones fluyen, se manifiestan, y, te implicas emocionalmente, todo ello junto, hace que las incorrecciones del texto pasen desapercibidas por el autor, (por lo menos en mi caso)

  7. Hola Mandroca,tu relato tal y como dices, está dedicada a personas y hechos concretos que cuentas muy bien poniendonos en situción de lo acontecido.
    Aunque parezca desolador,es muy triste ver que de poco sirven estos recuerdos cuando hoy mismo en Siria, en el telediario, nos han enseñado con todo detalle como un intregista asesina a siete personas de rodillas tan sólo porque no piensan como él. La imposición por la fuerza y el terror me parece abobinable sea cual sea la causa o el motivo que las impulse.
    El hecho de que tu creas que es posible reconducir este tipo de barbarie, ya me parece una esperanza y eso es con lo que me quedo como prenda.
    Un abrazo Mandroca y suerte 🙂

    • Muchas gracias por tus palabras Freya, quizá tengas razón en que sirvan de poco relatos como este, pero yo quiero pensar que quizá recordando los hechos puedan evitarse futuros «traslados» como los de Aurora, aunque siendo sincero, demasiadas veces también lo dudo.
      Un saludo

  8. Además de verídica es veraz, creíble. Esta historia contada y cantada tiene la fuerza de las imágenes, la gravidez de los hechos.
    Y volverá a pasar, está pasando ya en tantas partes. De nada sirve no olvidar. Somos los hombres los que nos repetimos.
    Está muy bien escrita.
    Enhorabuena.

    • Es un placer leer su comentario Benito P., por desgracia coincido con usted en que somos los hombres los que nunca cambiamos, y eso que hemos tropezado muchas veces en las mismas piedras, y nos hemos desollado ambas rodillas al caer y volver a caer, pero aún así, vemos la piedra y vamos directos a ella, podemos comprobarlo cada día en las noticias.
      Un saludo

  9. Cuándo se escribe además de con palabras, con corazón,el resultado trasciende en emociones intensas. En tu relato hay muchas cosas aparte de palabras.. Hay empatía,hay conciencia ,compromiso..Sin olvidar que le has dado el fondo sobrio en tus expresiones ,cómo requiere esta historia .. Es un buenísimo trabajo ,con las palabras precisas ,con la transmisión acorde al acontecimiento y por supuesto,conmovedora. Te agradezco tu relato y te felicito como narrador y cómo persona. Un abrazo.

    • Muchas gracias por tus palabras «Furtiva», es un placer poder transmitir a través de las historias, llegar a los sentimientos es quizá uno de los principales retos de este relato

  10. Empecé a leer los relatos de este certamen por el principio, luego modifiqué la dirección y empecé de atrás a delante. Craso error, he distraído varios días sin leerte. Ahora me reencuentro contigo, o con tu personaje, y digo «reencuentro» porque hemos bebido de las mismas copas y cantado las mismas canciones. Aunque se trate de una historia real la has sabido entronizar en una preciosa literatura, fuerte, dura, desgarradora. Me ha despistado un poco que quienes trasladan a las mujeres fueran «milicianos»; no sabía que entre los «nacionales» también se llamara así a los componentes de las fuerzas irregulares.

    • «hemos bebido de las mismas copas y cantado las mismas canciones», que bella manera de definir el sentimiento que encierra este relato/drama Anaconda. Agradezco de corazón tu comentario, de verdad, un saludo afectuoso

  11. Crecí oyendo a mi abuela contar los horrores de esa guerra y lo he vuelto a recordar mientras te leía. He comprobado que, efectivamente, está basado en hechos reales, que Aurora (Aurora Picornell) y sus compañeras existieron. De su vida has cogido el momento final, aunque en pocas líneas nos pones en antecedentes— . Has creado una «narración-situación» del momento más dramático que podemos tener en la vida: el de la muerte.
    La narración ha ido «in crescendo», de menos a más, y el ritmo ha ido acompañando al momento que relataba, de más lento a más rápido.

    Has sabido recrear magníficamente desde el miedo y soledad que se puede sentir hasta la angustiosa certeza de que vamos a morir y lo único que nos queda es morir con dignidad, cantando nuestros ideales. Cuando lo leía, pasaban todas las imágenes por mi cabeza y al final me he erizado de emoción e indignación. Un gran relato escrito con la intención no solo de que no se olvide, sino también para que no se repita. Enhorabuena y mucha suerte.

    • Comentarios como el tuyo y el saber que a alguien le llega la historia escrita es motivo suficiente para seguir escribiendo, gracias Gaia.

      PD; (y a todos los han dedicado un momento de su tiempo a leer y comentar)

  12. Madroca:
    “Para que no se repita, no debe ser olvidada.”
    ¡Gracias por escribir esta historia!
    Un abrazo.

    • Es el mensaje en sí de este relato-recreación de la última noche de Aurora y las rosas del Molinar. Y te digo de corazón, ojalá nunca haya que volver a escribir algo semejante.
      Gracias Duna

  13. ¡Hola, Madroca! Aquí me tienes después de dejarme tan feliz como una perdiz con tu comentario.
    Eres muy valiente al presentar este relato que relatas tan bien que nos traslada fácilmente a tus escenarios. Durante la lectura me has tenido enganchada, pero no soy capaz de ocultar que opino que es una lástima que no te acuerdes más de utilizar el punto y seguido y/o el punto y coma en muchos lugares donde hay comas y comas. Tu relato se saborearía mucho mejor, es mi humilde opinión. Y me puedes creer o no pero te lo digo para que el próximo relato que escribas sea aún mejor, de corazón.
    Madroca, ¡suerte!

  14. Compañero madroca, me parece valiente que dediques tu quehacer literario a rememorar unos sucesos terribles. Seguro que pesa más en ti el reconocimiento a su memoria que la posibilidad de ganar un premio en un certamen, y eso te honra. Muy dignamente narrado, sin concesiones a lo puramente ornamental.
    Un afectuoso saludo.

    • Gracias por tus palabras Bogardilla, la narración pura de los hechos no admitía florituras por muy literarias que fueran, o así lo entendí yo en el momento de escribirlo. Un saludo

  15. Ricardo C. de León.

    Mi viejo corazón guerrero se estremece ante las historias de guerras, añorando cuando los hombres se batían, cara a cara, en el campo de batalla. El lado oscuro de esas guerras, cuando se mandaba arrasar ciudades enteras, con mujeres y niños en su interior, enlaza con episodios como el que describe madroca. La condición humana, en su lado cruel para los inocentes, no ha cambiado. Enhorabuena por este relato que nos pone en guardia con la memoria histórica de lo que pasó y lo que puede volver a pasar.

    • Hola Ricardo C. de León, sabes, tienes toda la razón, ese lado oscuro de las guerras, (el lado que oculta la historia escrita por los vencedores), es el lado que quiero reflejar y hacer recordar con este relato.
      Gracias por tus palabras.

  16. Ésta es una de las proezas de la literatura: conseguir ponernos en la piel de la víctima; recrear su tragedia, para no olvidar.

    • Gracias Aisara por tu comentario, creo que el poder dar voz a los sin voz es una de las partes más bellas de la literatura, y en este relato es lo que intenté, si en algún momento lo conseguí, para mí ya es un premio.

  17. Por muchas veces que se cuenten estos episodios, siempre habrá lectores para ellos, afortunadamente.

    Narrativamente, ¿era necesaria la letra de La Internacional?

    • Hola Greta, gracias por tus palabras y por comentar. Al respecto de tu pregunta sobre la Internacional, como has comprobado únicamente englobo los primeros versos de algunas estrofas, para mí al escribirlo sí que eran necesarios, creo que es el elemento que sitúa al lector en el escenario.
      Un saludo

  18. Estremecedor relato que te llevan a tiempos que parecen muy lejanos pero que están en la piel de muchas familias, en relatos compartidos y que aún mantienen el horror de sus recuerdos.¿Te gustan los finales felices? pues con tu historia yo creo que voy a tener que someterme a un lavado de cerebro para no angustiarme el resto del día. Voy a darme una ducha de frivolidad… hombre, por Dios, un poquito de caridad cristiana.
    Pensándolo bien, mejor me pongo a cantar la Internacional, en homenaje a esas personas que dieron su vida para que las generaciones posteriores pudieran ver el Sálvame diario.
    Asco de vida.

    • «Noniná», lo primero agradecerte tus palabras. Y respecto al relato, como muy bien dices, en el fondo es una manera de agradecer-homenajear en la distancia-tiempo a todos aquellos que en su día creyeron que valía la pena su lucha.
      PD; Qué la cultura del «Sálvame diario» nos pille confesados

  19. Emocionante de la primera a la última palabra. Conmovedor

    • Al escribirlo, deseé que afloraran las emociones que deseaba transmitir, dotarlo de agilidad y, que a pesar de la temática que tiene, el lector pudiera sentirse identificado con la angustia de la protagonista, evitando truculencias pero sin desviarme del tema.
      Gracias por comentar Andreu

  20. La narración de «madroca» es un emocionante y desgarrador relato de un terrible suceso, repetido tantas veces durante los tiempos más oscuros de nuestra historia. El autor consigue con destreza que visualicemos el espacio, el tiempo, y también, a las inocentes y a sus verdugos. Como él dice: que no se olvide, que no se repita.

  21. Una historia espeluznante,que me ha trasladado hacia el infierno que vivieron esas mujeres.

  22. Desgarrador, un relato que nos lleva a la oscuridad de la noche que nunca hubiéramos querido que nadie viviese.

    • la recreación de un pasaje tan oscuro de la historia hace que, uno al escribirlo y otros al leerlo, sepamos que nadie debería haber vivido momentos como los descritos.
      Un saludo

  23. El Pérfido Samaritano

    «Que mi nombre no se borre de la historia». Pues eso, no deberíamos permitir que estas «ignominias» quedaran en el olvido, y un relato como el tuyo es un buen tributo para esa causa. Lo que sintieron las víctimas en esos últimos momentos tan angustiosos debió ser algo muy parecido a lo que relatas y como lo relatas. Los pelos de punta, ya te digo.

    • Hola El Pérfido Samaritano, intentar adentrarme en esa noche a través del relato, hizo qué, a pesar de ser parte ajena a cualquiera de dicha historia, en más de una ocasión se me pusieran los pelos de punta al poder percibir en mi mismo esa pátina de sangre que cubre el recuerdo de tantas y tantos héroes anónimos olvidados en oscuras noches de ignominias.
      Un saludo y gracias por tus palabras

  24. Hola Madroca.
    Mientras leía tu trabajo me ha venido a la cabeza algunos títulos como:» La voz dormida», » Trece rosas» y otro que también habla de modistas, costureras y que ha vaciado , desde su emisión televisiva, las estanterías de máquinas de coser.

    » Tiempo de locura» más que de costuras.La marca de los asesinos:Las tapias de los cementerios y los fusilamientos en grupo.El tiro en la nuca.

    Nos recuerdan que no podemos olvidar a terroristas y las víctimas que dejaron a su paso.Tampoco se debe olvidar otros hechos, como el de Aurora Picornell y compañía.Tu recreación podía ser otro guión para una serie como la basada en la obra de María Dueñas.Otra modista, costurera pero con sus ideales muy claros, tanto que…

    Buen trabajo.

    • Estoy totalmente de acuerdo con tu apreciación lamari «tiempo de locura». Documentarme sobre Aurora Picornell, y los detalles que no pueden describirse en este relato para poder adaptarlo a la extensión solicitada, hizo que en algunos momentos pudiera sentir en mi mismo el dolor, la angustia, el desprecio hacia la vida, que en esa locura se estaban viviendo.
      Gracias por tus palabras

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