Nº10- La última lección. Por Gaia

Siempre había presumido de tener los pies sobre la tierra, de no tener más sueño que el que se puede tocar. Pájaros pocos, por no decir ninguno. Para nuestro hombre no había nada más real que su bolsillo, y para llenarlo había que pisar fuerte, seguros, sin vacilar: “caiga quién caiga”. Pobrecito, ironías de la vida, no sabía la jugada que el destino le preparaba.

Últimamente, el exceso de trabajo estaba haciendo mella en él. El médico le recomendó aflojar su agenda, parar sus actividades y darse un descanso. Y, para sorpresa de todos, lo hizo. Decidió tomarse unos días de relax, eso sí, sin alejarse de sus dominios: si pasara algo quién lo sustituiría, quién sabría tomar decisiones como él. Nadie.

Comenzó a pasear por las mañanas. Solía hacerlo por un parque cercano, rodeado de casas y más casas, todas iguales y de belleza discutible. Él se sentía feliz, no porque el día fuera brillante, que lo era; no porque el aire acariciara nuestros sentidos, que lo hacía; tampoco porque la vegetación luciera un verde insultante,  sino porque se encontraba  entre el fruto de su trabajo.

Era una mañana espléndida, de las que no anuncian nada, de las que engañan. Paseaba a ritmo rápido, pero sin correr, ya no estaba para esfuerzos. Durante el trayecto se cruzaba con gente, algunos conocidos, que, como él, salía a pasear, a correr… Y, los más afortunados, a sentir el día. De pronto, comenzó a temblar, a bascular, a vacilar; sin aviso, sin esperarlo, el suelo no lo sostenía: la tierra se abría a sus pies. Gritó, gritaba sin parar. Pese a los esfuerzos para equilibrarse y salir fuera de esa gran boca telúrica dispuesta a tragarse cualquier cosa que tuviera encima, no lo consiguió. Y en un “visto y no visto”, lo aspiró. Desapareció.

Algunos caminantes lo oyeron; otros, vieron su caída con ojos incrédulos y un “¡Dios mío, no puede ser!” en sus labios. Todos se acercaron y observaron un tremendo hoyo sin fondo aparente. Al principio, aún se oían lejanas peticiones de auxilio, débiles socorros de alguien precipitándose al vacío. Suplicas que, como él, tropezaban contra las paredes en su caída, multiplicando el sonido y el dolor.

Mientras, los más efectivos llamaron enseguida al número de emergencia; los más valientes, quizá temerarios, intentaron acercarse más, casi rozando el fino borde que separa la vida de la muerte, por si conseguían ver u oír algo más. Nada. No consiguieron nada. Solo dar un susto a los presentes que, ante esa temeridad, creyeron por un momento que en lugar de rescatar a uno, habría que rescatar a más.

Llegó la policía casi al mismo tiempo que la noticia se extendía por todo el mundo. El diámetro del socavón no paraba de aumentar y debido a la inestabilidad del terreno decidieron marcar un perímetro de seguridad. Inmediatamente, pidieron ayuda a un equipo de bomberos.

Pero, ¿dónde estaba Pedro?

Dentro, en una pequeña oquedad se encontraba el desgraciado. Apenas podía moverse, y mucho menos ver. Se sacudió la cabeza, abrió y cerró los ojos con rapidez, no para ver más, que era imposible: la oscuridad era absoluta, sino para comprobar que no era un sueño, un mal sueño, que le estaba haciendo una mala pasada. Por unos instantes, se creyó en la cama e intentó incorporarse para deshacer la pesadilla. Solo que esta vez no funcionó, la pesadilla era real.

Fuera, además de los curiosos que no paraban de llegar y de las televisiones, agencias y periodistas de todo el mundo, comenzaba la tarea de rescate. Viendo la profundidad del agujero, se pidió ayuda al GREIM de la Guardia Civil.

Dentro, mientras tanto, Pedro seguía negándose lo que estaba viviendo. “¡No!, esto no puede estar pasándome a mí!”, se repetía sin cesar, y si no fuera por la escasez de espacio, y un cuerpo más que entumecido, hubiera descargado su ira sobre ella.

La noticia no paraba de extenderse y llegó a los más cercanos: familia y amigos. Nadie se explicaba lo ocurrido, no daban crédito a lo que oían. Se acercaron al lugar del siniestro. Estaba lleno de curiosos de todas las edades, condición y sexo. Hablaban del Mundo, de la Tierra, del Planeta. Y del Hombre, del que estaba  allí perdido y de todos los hombres. Decían que no sabían lo que hacían, que si no paraban esto a tiempo… Incluso una mujer joven, con una niña pequeña de su mano, comentó que acababan de mandarle un mensaje comunicándole que algo horrible había sacudido un país asiático y que lo había sembrado de caos y muerte. La niña al ver a su madre tan alterada  preguntó qué pasaba, y esta  respondió: “Mira, hija, tenemos a la Tierra cabreada, no para de darnos avisos: a veces abriendo su boca indignada y tragándose desde personas hasta casas enteras; otras, echando fuego; o levantando tempestades; o temblando como una loca, igual que cuando tú juegas con tu hermano a levantar el mantel con todos los cubiertos puestos, solo que los cubiertos ahora somos nosotros. ¡Y no escarmentamos!”. De lo que contestó la niña con su sabia inocencia, mejor no decir nada, porque le sacaría los colores a más de uno.

Pedro permanecía dentro con la angustia de saber que el tiempo pasaba y todavía no lo habían localizado, con la desazón y zozobra de quien no sabe cuál será su suerte. Poco a poco empezó a entrar en un estado de agitación, casi diría de delirio obsesivo. Su vida se convirtió en un loco rompecabezas: voces torturadoras, frases repetitivas, risas terroríficas, caras grotescas y todas pidiéndole cuentas y todas solapándose unas a otras. El peso de su conciencia lo revolvió y lo empujó al vacío. Esta vez fue a parar, malherido, en una amplia cámara rocosa, unos metros más abajo. El dolor era insoportable, sus piernas estaban destrozadas, apenas podía moverlas y sentía que algo húmedo y viscoso brotaba de él. Quién le iba a decir a Pedro, unos minutos antes, que iba agradecer que la oscuridad, negra y aplastante, le impidiera ver el rojo imparable que emanaba de sus entrañas. Necesitaba encontrar algo donde apoyarse, y comenzó a arrastrarse, a reptar por el suelo, tan lentamente que un segundo lo sentía como una eternidad, hasta que tocó una pared. Extendió sus manos sobre ella, después la arañó de rabia y de dolor y luego, como pudo, apoyó su espalda en la porosa piedra. Ahora lo único que le quedaba era esperar y confiar en su suerte. Pero, como hombre activo y determinativo que era, decidió hacer algo por su cuenta. Y, ¿qué podía hacer él allí solo para ayudar a su rescate?: golpear la pared, con las pocas fuerzas que le quedaban, comenzó a golpearla rítmicamente, dos golpes y pausa —descanso, más bien—, otra vez, dos golpes y pausa. Lo repitió tantas veces como pudo. Ya exhausto, escuchó algo, por primera vez oía algo. No era voz humana. Agudizó su oído y distinguió el sonido del agua, del agua que fluye, del agua que corre. A escasos metros pasaba un río subterráneo y sentirlo tan cerca mitigó su soledad.

Fuera, la gente no cesaba de llegar, de comentar, de murmurar. Temían por la vida de Pedro; y, además, ya nadie se sentía seguro: ni siquiera la tierra era firme, ni siquiera el llamado primer mundo era seguro. La naturaleza no solo se rebelaba en lejanos continentes y exóticos países, sino que también llegaban noticias desalentadoras de países vecinos. Y si todo esto era poco, ahora lo tenían bien cerca. ¿Qué sería lo siguiente?

El comandante que asumió el mando deliberaba la opción más conveniente, había que ir tomando decisiones, ya que el tiempo pasaba y cuánto más tardaran en bajar, menores serían las posibilidades de encontrarlo vivo. Explicó a la mujer de Pedro la operación y los pasos a seguir; esta escuchó atenta, dejó caer alguna lagrimilla por sus coloreadas mejillas y con voz afectada le  expresó su confianza ciega en él, y puesto que sabía que no podía estar en mejores manos el socorro de su marido y que ella nada podía hacer allí, comprendería que se marchara un ratito de nada a solucionar unos asuntos. Eso sí, en cuanto acabara o tuviera nuevas de la operación, volvería volando. Así que se despidió de todos agradecida. Nadie pudo evitar volverse a mirarla, ni siquiera el comandante. Nadine —así se llamaba— era de una sexualidad que no necesitaba ni tiempo, ni imaginación para descubrirla. Qué orgulloso estaría Pedro si, de no estar en los sótanos del mundo, pudiera verla dirigir con garbo férreo sus tacones de vértigo hacia la vida. Sí, esa era su chica.

Retomaron todos la operación de salvamento. Primeramente, introdujeron el georradar en el interior del descomunal boquete, y enseguida recibió las señales de Pedro, ¡estaba vivo!, aunque a la gran profundidad, había que añadir otro problema: un río subterráneo. Todo esto les llevó a convenir que lo adecuado era que en el grupo de especialistas que bajara, al menos, dos de ellos fueran espeleobuceadores.

Y Pedro seguía dentro. La humedad, la respiración sucia y la pérdida de sangre, le habían mermado tanto que hasta su yo justiciero se apiadó de él y solo dejó paso a los siyohubierahecho esto o aquello… Después cayó adormecido, consumiéndose, apenas sentía algo, y la falta de fuerzas le hacían casi dulce su levedad.

Fuera continuaban con su salvamento, habían traído una grúa con una escalera flexible, extensible y de gran altura, de forma que pudieron situarla fuera del perímetro de seguridad —dado que era más que dudoso que el suelo cercano a la sima pudiera sostenerla—. Comenzaron a extender y elevar la escalera; al final de la misma, había una especie de polea de la que caía la cuerda. El equipo de rescate comenzó a subir por ella, animados por una multitud que no paraba de crecer, y que los vitoreaba como héroes anticipados. Unos, se sujetaban la cuerda al arnés; otros, se colocaban el casco, o comprobaban las linternas.

Comenzó el descenso, iban cayendo, deslizándose en el interior con sumo cuidado, tanteando el abismo. Bajaban y bajaban y no veían nada, solo rocas agrietadas, fracturadas, horadadas. Parecían las celdas de una gran colmena pétrea. Seguía el descenso hasta que lo vieron: “está acostado en una cueva, muy cerca del río. Parece vivo, levanta el brazo; quizá nos ha visto y nos saluda”, comunicaron al exterior. Sobra decir la algarabía que se formó entre el gentío que esperaba.

Y llegó la luz, y apareció la cueva en todo su esplendor: estalactitas, estalagmitas, columnas de todo tipo y tamaño. Evidencia palpable de la gota  que percola paciente  durante siglos, formando cámaras dignas de los mejores palacios dieciochescos. Las rugosas paredes, coloreadas en  todas las tonalidades del rojo, se convertían en enigmáticos tapices con el reflejo del agua bailando sobre ellas.

Y, entretanto, Pedro, embelesado, contemplaba cómo cortinas de luz descendían paralelas hacia él y su entorno. Guiadas por el nerviosismo de quien busca y necesita encontrar ya, se cruzaban entre ellas perpendicular y oblicuamente, dibujando una danza iniciática de geometrías fantasmagóricas. Fue en este momento cuando nos vislumbró ante él. Había sido rescatado cuando creía que ya había exhalado su último suspiro. Me miró y me tendió la mano. Aún encontró fuerzas para hablarme de su agonía, y de esas voces como cuchillos que le desgarraban el alma.

—Por favor, ayúdeme a salir y a olvidarlo todo. Le recompensaré cuando vuelva a casa. Ayúdeme…

—¿Tan poco cree que vale que puede ponerse precio, traducirse en una cifra, en una cantidad? Y si no tuviera dinero, ¿debería dejarlo aquí? ¿Debo abandonarlo?… Antes apenas con una moneda me conformaba, ahora ni eso quiero. Ande, suba a mi barca y le sacaré de aquí.

También los espeleólogos estaban, al fin, al lado de Pedro. Pero solo encontraron un cuerpo…

 

 

98 comentarios

  1. Me hubiese gustado mucho verte entre los finalistas Gaia!!
    Un fuerte abrazo.

  2. ¿Me permites que te robe un par de microsegundos para darte la gracias?
    Toda la suerte del mundo en el Certamen.

    • Muchas gracias, Distinta, por pasarte por aquí. También te deseo toda la suerte del mundo en el Certamen.

  3. Angela Cayuelas

    VOTO POR ESTE RELATO.

  4. Me gusto mucho el relato.

    Un buen repaso a la vanidad.

    Gracias por compartirlo.

  5. Tienes mi voto

  6. Lo cierto es que, tras un principio que no me terminaba en enganchar, el relato ha ido enredándome y gustándome a cada palabra que leìa. La desdicha que se le supone a Pedro cuando se dé cuenta de a quién ha encomendado su salvación hace que sea digno de lástima y también, un posible punto de partida para otro relato.

    Felicidades.

  7. Había dicho que volvería sobre este relato y me gusta cumplir.
    Hay mucha información en él. Me detendré en los puntos que me han parecido más significativos. Empleas un excelente recurso cuando pones a una madre contándole a su hija los desastres que los humanos estamos causando a nuestro planeta. Así en forma clara brindas un alerta. Haces un corte tajante entre la mujer del protagonista que se va pisando firme hacia la vida mientras el está en el socavón. El ejercicio más difícil, tal vez, es el de mantener un balance entre lo que sucede debajo y arriba de la tierra.
    Nos muestras a Pedro, como nos sucedería a cualquiera de nosotros, primero presa del pánico y tratando de sobrevivir y después entregado, dejándose llevar por el barquero. Y es juntamente Caronte quien le explica que una vida vale más que todo el dinero del mundo.
    ¡Suerte!

    • Gracias, Duna, por volver por aquí. Me gustan tus apreciaciones y que te hayas detenido en esos dos personajes (la madre de la niña y Nadine) de forma tan certera. Desde luego lo que lleva trabajo, al menos lo ha sido para mí, sincronizar lo que ocurre fuera con lo que ocurre dentro. Muchas gracias.

  8. Me ha gustado tu relato. Con mensaje, que no por conocido deja de merecer ser repetido, con un estilo aparentemente sencillo pero que llega. Y en el final acabas sorprendiendo.
    En tantos comentarios te han dicho ya casi todo, creo que el seudonimo le va al pelo y casí se suma al contenido. Gracias por un relato así.
    Felicitaciones y suerte.

  9. Enhorabuena, Gaia, por esta (pen)última lección tan bien contada. A Caronte le es indiferente cuánto dinero poseamos. Él nos va a conducir a todos gustosamente al otro barrio.

    Mucha suerte en el concurso,

    Pacífica

    • Muchas gracias, Pacífica, por tus amables palabras. Veo que estás haciendo honor a tu nombre. Gracias.

  10. Impecable toda la historia, pero me quedo sin dudarlo con el primer párrafo que define al personaje y engancha al lector: pájaros, pocos; sueños de los que se pueden tocar; pisar fuerte y caiga quien caiga (la ironía al poder)…
    Mi enhorabuena, Gaia.

    • Muchas gracias, Distinta, por leerme y por tu comentario. Me gusta que hayas subrayado la ironía que hay en el texto.

  11. Una reflexión muy acertada:¡cuánta miseria puede encerrar el arrogante!
    ¡Enhorabuena! Muy bien narrado. Queda entre mis favoritos.
    Me gusta como presentas al personaje enfermo haciendo dudar al lector con una posible muerte antes de presentarle la verdadera historia. Genial la ruptura que generas con la entrada en primera persona del rescatador.
    De la última lección poco ha aprendido Pedro

    • Muchas gracias por tus amables palabras. Me alegro de que te haya llegado la historia.

      Pedro es un personaje antipático y difícil que hay que ir dándole hasta el final. Afortunadamente, la humanidad es capaz de grandes cosas, malas y buenas. Por esto, hay que tener fe en el hombre. Siempre estará el bien para contrarrestar —al menos intentarlo— el mal que vive en nosotros y con nosotros.

  12. Si la tierra se tragase a todos esos codiciosos «tiburones» de la construcción, especuladores sin escrúpulos, necesitaría mucho tiempo para recuperarse de la gravísima indigestión sufrida.
    Muy buen relato, Gaia, me ha encantado.
    Enhorabuena y suerte.

    • Ahuntsic:

      Yo creo que están bajo reciclándose (después de su purgatorio) y a ver si aprenden que la Tierra no nos pertenece, sino nosotros a ella.

      Muchas gracias por tu comentario.

  13. Sobre todo originalidad, Gaia, hay que reconocer que eso no le falta. La historia engancha por querer saber qué le ocurrirá al bueno de Pedro metido en su agujero, un tipo a quien sólo le preocupa lo que le pasa a él mismo, incluso a punto de estirar la pata. La arrogancia nos acompaña hasta el cementerio. Seguro que el otro lado también está lleno de tipos arrogantes. Contado con buen ritmo aunque quizá algunas imprecisiones.

    Suerte, Gaia.

  14. Es difícil ser un poco original después de tantos comentarios que han precedido al mío.
    Me gusta mucho el mensaje del relato, tan importante, tan olvidado últimamente. Por otra parte, me parece que está muy bien escrito y que consigue con éxito hacer llegar el contenido y el sentimiento al lector.
    Mucha suerte, Gaia.

  15. Con agilidad cuentas una historia que engancha con un estilo fresco y fácil de leer. Mantienes la tensión e interés y me gusta el giro con el narrador al final.

    • Major Tom:

      Es un honor para mí que mi historia le haya conseguido mantener el interés y la tensión hasta el final. Muchas gracias por leerme y comentarme.

    • Major Tom:

      Es un honor para mí que un escritor como usted no haya perdido ni el interés, ni la tensión leyendo mi relato.

      Muchas gracias.

  16. Me ha gustado mucho tu estilo, el desarrollo del relato con ese toque de humor me ha hecho pasar al mundo de la fantasia que creas. La mezcla de lo real con lo simbólico engancha. Me ha encantado el lerlo. Suerte

    • Lewis, muy amable me parece que haya vuelto a comentar mi relato, ahora desde un enfoque más literario y si ha pasado un rato agradable leyéndolo, qué más puedo pedir.

      Lo he buscado, pero no he encontrado un relato a su nombre, ¿lo habrá?

      Muchas gracias por comentarme.

  17. Odiseo González

    He estado repasando los comentarios y veo que no había comentado éste. Juraría que no me dejé ninguno, pero recuerdo haberlo leído y que me gustó.
    Bien, de todas formas tengo que decir que es un estupendo relato. La soberbia del protagonista tanto en el suelo como en el subsuelo, le lleva hasta querer comprar a los rescatadores, sin aprender que «Nunca mejora su estado, quien muda sólo de lugar, y no de vida y costumbres».
    Muy bien Gaia y perdón por el olvido.

  18. Gaia hola,reparé en el error de cambiar tu nombre justo al darle al pulsador de envío,jejeje, hablando de errores…

    Tu reflexión sobre la subjetividad del lector me parece de un acierto importante, aunque reflexionando sobre ello llego a la conclusión que este no es el sitio indicado para desarrollar una filia o fobia con respecto a un aun autor por su relato o viceversa, puesto que narramos de incognito.
    En cambio los comentarios si nos van dejando una pequeña idea de una parte de carácter de quién los expresa.
    Gaia veo que tu relato está siendo apoyado como se merece,y quería decirte que si tu narración rezuma talento en su autoría ,los comentarios y la dedicación que estás mostrando con respecto a tus compañeros me resultan llenos de vitalidad,de criterios muy fundamentados y representativos de una gran personalidad. Lo admiro profundamente ,y te diré que en esto no existe subjetividad pues las pruebas de ello están al pie de tu relato y en cada umbral de todos los demás escritos y eso a mi manera de entender las cosas reflejan una notable dedicación. Así que ya lo sabes,que a veces las obras están bien respaldadas no tan sólo por un contenido,sino por el carisma de su autor. Gracias y nuevo abrazo.

  19. Mi pequeña reflexión del día:

    Por supuesto, que en la literatura, como obra artística que es, la subjetividad está presente en muchos de nuestros juicios: ¿por qué me gusta esta obra y aquella no? ¿Por qué sabiendo que dos obras son buenas, una me llega más que la otra y la preferiría si tuviera que elegir? Esta es la cuestión. La gran pregunta. Subjetividad, gustos (para gustos colores y relatos). Y todo esto sin contar con las “filias y fobias”. El amor o el odio a su autor, ¿puede modificar nuestro juicio hacia la misma? ¿Convertiría en horrible hasta al mismísimo Cervantes?

  20. Gaia, va también viento en popa su relato. Me alegra que se haga justicia con él. Sepa que está entre mis favoritos.

    • Don Pablos, es usted muy amable conmigo. Me encanta que mi cuentecito le guste tanto. Muchas gracias.

  21. Gaia, tu relato es de esos que me dejan pensando, por lo tanto no es cualquier historia. Y comento solo esto porque repetiría lo que dicen los demás, que refleja muchos temas actuales.
    El gran chiste es: el inútil miedo de Pedro a perder algo insignificante cuando al final, lo pierde todo.

    Felicidades y mucha suerte.

  22. Un relato de los que me gustan mucho Gaia, con más de una lectura,porque no sólo relata un hecho, dibuja una sociedad,una manera de vivir.Nos va envolviendo a través del suceso, aparentemente extraño, llevandonos a reflexiones más interesantes con un final redondo.
    Enhorabuena Gaia, se advierte un trabajo muy esmerado en todos los sentidos.
    Saludos afectuosos.

    • A mí me gustan los comentarios así, como el tuyo, que concretizan en la obra de la que hablan. (Aunque entiendo que, a veces, con las prisas no podemos hacerlo).

      Me alegra que te haya hecho reflexionar y que adviertas el trabajo invertido, porque en esto de la creación no siempre por trabajarlo más nos va a salir mejor, pueden fallar otras cosas.

      Muchas gracias, Freya. Un cariñoso saludo.

  23. Una película de Wilder, El gran Carnaval, recrea la parafernalia que se monta en torno a un minero atrapado en una mina y aunque la intención de la película -la explotación de la noticia por un periodista sin escrúpulos- y de tu relato sean distintas, tienen en común el talento al describir el entorno ambiental que rodea al suceso. Y recuerdo que en uno de los últimos Allen que valía la pena el gran Woody también se sube a la barca de Caronte.
    En fin, el relato acierta en todo. Sólo me resta agradecer su lectura.
    Enhorabuena.

    • Don Benito:

      Veo que es usted un cinéfilo, yo también. Wilder es uno de los grandes clásicos del cine, esa película en concreto no sé si la he visto, pero no tardaré en verla. La buscaré. La del gran woody Allen, sí, por supuesto que la he visto. La utilización de los mitos clásicos no lo he inventado yo y ni siquiera Allen, y si no que se lo pregunten a nuestros clásicos del siglo de Oro. Dan un juego inagotable de simbologías.

      Agradezco mucho su comentario, entiendo que le ha gustado mi obra y que ha valorado mi intento de reflejar —entre otras cosas— el ambiente que rodea a un hecho así. También decirle que por los comentarios que va dejando, no es solo un buen escritor, sino también un inteligente y culto crítico.

  24. Me gusta sobremanera el juego de lo simbólico con lo real. Comparto lo dicho de que cuantas más lecturas tiene un relato, más rico es. Enhorabuena por haberlo conseguido.

  25. Muy bien escrito, de una realidad prudente y sabia. Los de alrededor, tan veraces como el personaje principal. Un cuento muy logrado, que sin duda sube el nivel. Me ha encantado leerlo y se aprecia una hermosa disciplina a la hora de sacudir la imaginación de quienes lo leemos, que es de lo que se trata.
    Suerte, aunque no necesitarás demasiada, por lo que leo…
    Adel.

  26. Este relato es de los que merece una segunda y más pausada lectura. Estaré de nuevo por aquí.

  27. Y apareció Caronte…
    Suerte!

  28. El no haber dispuesto del tiempo necesario para poder releer con calma tu texto hace que todo lo que hubiera querido decirte del mismo ya lo hayan dicho los compañeros, solo añadiré que trama, ritmo, situación y ambientación me han parecido excelentes, enhorabuena Gaia

    • Madroca:

      Muy agradecida y satisfecha por su comentario. Si todavía no he comentado su relato no es por no haberlo leído (hasta ahora llevo al día la lectura de todos los que van llegando), sino porque no siempre tengo claro lo que debo decir: bien porque lo mal lea, o porque no lo entienda, o porque esté pendiente de una segunda lectura y pendiente se queda. Esto último ha sido su caso y alguno más. Pero no dude que lo releeré y se lo comentaré.

      Gracias, de verdad.

  29. Caronte ayudando a cruzar el río Aqueronte, y sin cobrarse la moneda. Has logrado describir acertadamente el paso de la agonía a la muerte, de una forma poética al final, introduciendo mitología. También utilizas un léxico rico y descriptivo. Enhorabuena

  30. Ricardo C. de León.

    No soy crítico literario ni afamado novelista, así que con más razón he seguido su consejo, Gaia; he leído con reposo y repaso este magnífico relato que me ha puesto en contacto con la venganza de Gaia: de la Tierra, de la Vida. El mensaje es claro, pero poliédrico a la vez, como lo son las piedras preciosas. Y las piedras son duras, no importa que reciban coces, porque los golpes sólo pueden quitarles el polvo y brillar más.
    Me tiene a sus pies, Señora.

    • A S. M. El rey Ricardo C. de León:

      Tan feliz me dejan sus lisonjas, mi rey, que le doy en prenda mi pañuelo de fina seda para que le sirva de talismán en sus Cruzadas.

      Ha dado luz a mi tarde y ojalá se alargue hasta el final.

      Rendida me tiene…

      • Prenderé su pañuelo en el asta de mi estandarte, señora. Con dolor os digo que debo ausentarme: la Cruzada en que me he embarcado me reclama. Pero no temáis, mi dueña, volveremos a encontrarnos…

  31. Gaia creo que te lo han dicho todo ya. Es un relato fantastico. Enhorabuena!!

  32. ¡Qué claustrofobia, Gaia!

    Frase perfecta para empezar el relato que nos has regalado: «Era una mañana espléndida, de las que no anuncian nada, de las que engañan». Es casi poesía.

    • Aisara:

      No sabes la alegría que me da que tus primeras palabras para mi relato sean «¡qué claustrofobia! Porque esa sensación era una de las cosas que quería transmitir, y me preocupaba si lo conseguiría.

      Muchas gracias por leerme y pasarte por aquí.

  33. Debo ser una de las que no han pasado del «siglodiecinueve» y, la verdad, no se si alegrarme o entristecerme. Lo que más me ha gustado del relato es el derroche de solidaridad para salvar a semejante mindungui. Refuerza la fe en la humanidad.

  34. Muchas gracias, Juno.

  35. Un relato de fantasía desbordada con ágiles toques de humor que se lee con asombro casi desde el principio.

    Te deseo suerte en el certamen.

    • Muchas gracias Bogardilla por pasarte por aquí.

      Lo que provoca que Pedro caiga al abismo es un «colapso de tierra», es un fenómeno natural (no fantástico) y, desgraciadamente, más frecuente de lo que pensamos en determinadas zonas. Después describo un rescate —al menos lo intenté—. Solamente, al final, doy paso a un elemento mitológico que tiene varias funciones en el texto.

      Muy agradecido por tu comentario.

  36. Semejante apocalipsis por un pobre diablo… Perpleja me deja este relato surrealista que por momentos me ha hecho dudar sobre si era de humor, de terror, ecológico o, finalmente, mitológico. Repaso y reposo creo que habrían enriquecido tu imaginativa historia. Mucha suerte, Gaia.

    • Acabo de llegar de una conferencia de Rosa Montero, donde, entre otras cosas ha dicho que «una obra cuanto más lecturas tenga y más contradictorias sean estas, mejor será la novela». Díos me libre de pensar esto de mi cuentecito, pero lo que quiero decirle es que no creo que sea tan poliédrico como usted lo encuentra (lo del humor me ha encantado, porque yo creía que era incapaz de hacerlo, y, mira por dónde, la crítica literaria llamada Greta, me lo ha encontrado). Lo que sí le puedo asegurar es que ha sido laboriosamente trabajado, no solamente en el momento de ponerme ante el papel, sino mucho antes buscando información. Posiblemente, usted sea una gran crítica o exitosa novelista —aunque no me suena su estilo—, pero yo le aconsejo que «lea con repaso y reposo» en lugar de ir como un caballo desbocado que suelta a coces lo primero que le viene a la cabeza.

      • Ni «gran» ni «exitosa» nada. Pasaba por aquí, leyendo, es tan solo una opinión. ¿No puedo? Pensaba que se trataba de eso y que se podía debatir y aprender (esto último, probablemente, más yo que usted, lástima). Repaso, reposo: retiro lo del sentido del humor y lamento haberle molestado. Buen día.

  37. Me ha sorprendido descubrir al narrador como Caronte y, a éste, saltarse al personaje conduciendo al fallecido sin cobrar y sin esperar cien años. Muy interesante la trama que nos traslada, sin solución de continuidad, desde la vida materialista y agresora de todos nosotros, personificados en Pedro, hasta la lírica de una muerte vengativa, ejercitada por la naturaleza. El relato está impecablemente escrito, Felicidades.

    • Anaconda me alegra que lo haya encontrado interesante, me alegra más que sepas ver las metáforas que hay tras las apariencias y que entiendas en qué consiste la literatura del s.XX y XXI. No creas que esto es fácil, por lo que parece muchos no han pasado del XIX.

      Me llena de satisfacción que lo encuentres «impecablemente» escrito.

      Muchas gracias por leerme.

  38. Hoy he vuelto a entrar al Certamen y la curiosidad me ha llevado a leer los comentarios de aquellos que leí y comenté. He visto mi soso e impersonal comentario, escrito desde mi móvil personal. Si hubiera expresado bien lo que pensaba, debería haber sido:
    Ya lo dijo Francis Bacon, “solo podemos dominar la naturaleza si la obedecemos”. Original relato. ¡Suerte!
    Solo dos palabras, pero…
    Ya no volveré a dejar comentarios desde un móvil 😉

    • Juno, te doy doblemente las gracias.

      Es un gran detalle que te hayas molestado en volver a hacerme este comentario, dice mucho a tu favor.

      Gracias, otra vez.

  39. Relato de muchas lecturas, y que su manifiesta defensa de la naturaleza (loable, por cierto) no debe distraernos de sus cualidades literarias que son muchas: una prosa ágil y limpia; el juego del narrador impecable; el paso de un estilo realista a un final poético y mágico, magnífico.

    Un gran relato. Suerte.

    • Don Pablos:

      Por sus palabras creo que le ha gustado mucho mi relato y me satisface ver que lo que he trabajado en él ha sido fructífero, pues a usted, y a otros comentaristas, no les ha pasado por alto mis esfuerzos técnicos con el texto.

      Como veo que se está destacando como comentarista, espero que continúe en ello y ojalá algún día podamos conocernos.

      Muchas gracias por leerme y comentarme.

  40. Hay muchas hstorias con mensaje, y ésta también lo tiene. Pero para mí lo más valioso es el rumbo narrativo que conduce al final, el encuentro de una peripecia contemporánea con un elemento de nuestras raíces culturales. Pedro y Caronte.

    • Estigia:

      Tú mejor que nadie sabrás dónde ha ido a parar Pedro. ¿Crees que Caronte le habrá dejado olvidar? ¿O, por el contrario, se lo lleva a continuar su tormento interior? Ni lo sabemos ni lo sabremos nunca.

      Leo «modo narrativo» «encuentro de una peripecia contemporánea con un elemento de nuestras raíces culturales», me parecen expresiones muy profesionales y que le agradezco mucho y me gustaría verla por estos lares con más frecuencia. Se agradecería.

      GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.

  41. Ya lo dice el refrán «La varicia rompe el saco» y… cayó al socavón!…Para que no aparezcan socavones terraqueos…NO, a la varicia, SI, aportar soluciones prácticas y participativas a grandes problemas que afectan al medio ambiente.

    Suerte!!!

  42. Lluis Beneito Alcover

    Relato que une los recursos propios de una narrativa moderna, casi cinematográfica, con una alegoría de nuestras raíces clásicas que dibuja un final hasta cierto punto inesperado (al menos en lo formal).
    El protagonista… recuerda aquella canción de The Beatles: «Nowhere man». El hombre de ninguna parte, a quien nadie esperaba porque en realidad nadie le había querido.
    Tal vez él había tenido parte de culpa, por no comprender la naturaleza especular del amor, que nos devuelve lo que damos, lo que somos

    • Sí, muy buena comparación con la canción de los Beatles. Se lo busca, y recibe su merecido.

      Muchas gracias.

  43. Un relato a medio camino entre la crónica de sucesos y el manifiesto ecologista. Por añadidura, el desenlace haría factible y creíble que un resumen de esta historia la expusiera el Papa Francisco en cualquier sermón dominical. Que capaz, es.
    La redacción, casi impoluta.
    No se puede pedir más.
    Enhorabuena, Gaia.
    Suerte.

  44. » No me he ido, me han echado».Eso estaba inscrito en la lápida de un personaje que representó un Juan Diego soberbio en » Que se mueran los feos».No » caigo» en algunos personajillos que se despiden de este planeta ensuciándolo.Queda muy poco que decir sobre este trabajo.» Me gusta», » me encanta».Se me ocurre algo distinto que cantaba Machín…» Nadie, nadie se lleva nada.Todo se queda en la vida.Tanta ambición para qué…

    A ritmo de bolero me despido.Puedo poner un enlace?.Mejor no, para eso está Youtube.Mucha suerte auqnue la lleva pegada a la piel o al envoltorio.Suerte!!!

  45. Me gusta mucho, me encanta cuando esas situaciones de la vida ponen a todos desempeñando un papel, la mujer, pizpireta qu se desentiende, dejándolo en las buenas manos del comandante, que le da mil vueltas a todo antes de actuar, hasta que llega despues de Caronte, que desprecia la moneda del que todo lo tiene y no le sirve de nada. Como decía mi madre «los trajes de los muertos no tienen bolsillos», y ante el poder de la naturaleza hasta los poderosos se convierten en hormigas. Felicidades.

    • Gracias Casta, entre otras muchas cosas, he intentado reflejar todo lo que puede suceder en un rescate.

  46. El Pérfido Samaritano

    Gaia, la elección de tu seudónimo ha sido muy oportuna: mensaje ecologista para un relato que llama a la reflexión sobre el papel del hombre en el planeta y las consecuencias nefastas de la mala gestión de los recursos naturales. ¿Hasta cuando podremos seguir con este ritmo de destrucción? ¿Cuánto tardará la Tierra en tragársenos también a nosotros? Inquietante

  47. Magnífico relato sobre la condición humana, sobre los miedos que nos transitan. Sobre la soledad del ser enfrentado a su existencia, a la vanalidad, al desaliento. Y perfecto el retrato del castigo de la naturaleza y de la muerte como una liberación. Me ha gustado mucho Gaia. Claro que a mí me gustan mucho los relatos que contienen un mensaje. Los que hacen pensar. Buena la trama que te engancha, salpicada de detalles como la mujer sexulizada o la madre con la niña. Aunque me quedé con ganas de saber qué dijo la niña. Muy bueno el juego en el que el narrador aparece al final como personaje importantísimo y revelador del desenlace sorprendente. De ahora en adelante, llevaré cuidado con esa frase: «que me trague la tierra si…». Mi más sincera enhorabuena.

    • Epicúrea, me han encantado tus palabras. Se nota que te ha gustado y lo has leído con
      calma. Muchas gracias.

  48. Ya lo dijo Francis Bacon, «solo podemos dominar la naturaleza si la obedecemos». ¡Suerte!

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