En la sala pequeña donde él esperaba los resultados de la última prueba, se podía oír apenas un hilillo de música ambiental, que salía por los pequeños altavoces instalados al efecto para amenizar aquellas largas horas. No estaba del todo mal aquella idea, sobre todo teniendo en cuenta que a veces los resultados se hacían de rogar bastante y los pacientes, así entre asustados y con la conciencia suspendida, se entretenían un poco de la idea amarga de cómo sería transitar de nuevo por el lado difícil de la vida, el que nadie desea habitar, el de la enfermedad.
Él lo sabía bien. No era la primera vez que acudía a aquella sala. Todo comenzó cinco años atrás aproximadamente cuando en una revisión de rutina, le diagnosticaron aquella enfermedad innombrable. Recordaba cuando acudió con su esposa. Fue entonces la primera vez que deambuló por el lado cenagoso, por esa espera oscura donde el cuerpo no tiembla, no grita, no llora, sino que se encuentra alerta en un paréntesis del tiempo, que ansía desesperadamente unos resultados que le devolverán como una ola gozosa a la orilla, a salvo, como un niño reconfortado por una caricia; o lo tragará el océano si los resultados no son buenos y se verá envuelto en una tormenta, en un mañana lleno de despertares ausentes donde casi siempre se cuestiona el futuro.
Varias veces fue engullido por estas olas, por esta mar bravía, varias fue expulsado del paraíso por el que caminan con normalidad, los afortunados que piensan en otras rutinarias historias: qué cocinarán mañana, qué prenda vestirán o quién se encargará de recoger a los niños del colegio.
“La vida no deja de transitar”, pensó mientras se apretaba con fuerza la chaqueta. Tenía frío. Estaba solo. Su mujer había volado, se había esfumado años atrás. No aguantó la presión.
“Hizo bien, después de todo, ¿qué hace una mujer joven como ella al lado de un enfermo?”.
No se contestó a sí mismo. No hacía falta.
Se preguntó si hubiera aguantado él la situación en caso de ser al revés, y qué habría hecho de ser ella la que hubiese enfermado gravemente.
No se atrevía a contestárselo a sí mismo. Si era realmente honesto no lo sabía del todo. En realidad no habría puesto la mano en el fuego por él tampoco. Quizás habría salido corriendo como hizo ella aquel primer día en que él se sostuvo de pie, después de la intervención.
“Lo he arreglado todo. No te preocupes, no te quedarás solo. He hablado con tu hermana la menor, ella te auxiliará. Después de todo, sabes que lo nuestro ya hacía tiempo que había terminado. No me guardes rencor, tú mejor que nadie sabes que no soy tan cruel, solo es que esta situación ya no la aguanto. Es imposible que continuemos así. Hoy ya has dado un paso adelante hacia tu curación, te han extirpado el mal. Ya verás como todo sale bien”.
Y firmaba la carta con un “Te quiere. Isabel”. Ese “te quiere, Isabel”, le pesaría como una losa a lo largo de toda su vida. Cuando se encontraba ante situaciones como la de hoy, en la frontera, como él las definía, siempre recordaba las últimas palabras de la misiva de su esposa, las que le dejaron el corazón paralizado:
“Te quiere, Isabel”
“Te quiere, Isabel”
“Te quiere, Isabel”
Y lo seguía repitiendo como un mantra, como una secuela de su enfermedad de la que no lograba desprenderse. Ya no la odiaba, al principio sí, la detestaba, no quería ni oír hablar de ella, la definía delante de sus familiares como “el gran error de su vida”. Nunca creyó que llegaría a perdonarla. Pero ahora la veía de otra manera, el tiempo lo había suavizado todo:
“El tiempo lo suaviza todo”, repetía mentalmente también, como si en esa repetición se convenciera de que el rencor ya hacía tiempo que había curado.
Su hermana menor le aconsejaba continuamente:
“Olvídala, era una mujer que no te merecía, pero no le guardes rencor hermano, el rencor te pudre las tripas”
Y entonces ella, volvía de nuevo a las tareas domésticas que le ayudaba a realizar ya que desde la primera operación él no había sido nunca el mismo. Andaba con dificultad y se cansaba con frecuencia. No sabía exactamente si todo aquello era producto de la debilidad o era resultado del puro abatimiento.
Ahora allí se encontraba de nuevo en esta sala, como tantas otras veces. Se sabía de memoria el escenario: el cuadro con una fotografía donde aparecía un mar revuelto, con oleaje, parecía un mar del Norte, quizás el Cantábrico en un día de temporal. Desde luego no era el Pacífico. Allá la litografía un tanto ajada por el tiempo donde se representaba una escena cotidiana del centro de la ciudad, sus puentes, el tornasolado del río, las luces de un día que bien podría ser del intenso verano. Era un cuadro bien elegido, reconfortaba, invitaba a disfrutar de la vida.
En ese momento, se escuchó una voz femenina que salía del fondo del pasillo:
“Señor Hidalgo, pase a la consulta del doctor Ibáñez”
Se levantó del sillón que había ocupado durante todo el tiempo con un impulso vigoroso, jovial que no le permitían sus piernas habitualmente.
La puerta del doctor se abrió lentamente y engulló a aquel hombre desorientado por la larga espera, como si no hubiese existido nunca. Como si nada, nunca, hubiera ocurrido.
Empece a comentar por una punta después me fui a la otra y me quedó este relato sin leer ni comentar. Hoy lo he visto.
Anagu:
Tardé pero llegué hasta aquí. Haces una descripción muy buena de lo que siente un ser humano cuando está pasando por esas circunstancias. Creo que el hecho de ser abandonado no es tan importante en comparación con los infiernos que se viven ante la enfermedad.
Tal vez es un problema mío, pero no comprendo el porqué del título.
Has logrado angustiarme, lo cual habla bien de tu relato.
Muchas gracias Duna por tu lectura y tu comentario. En cuanto al título del relato, me pareció que ya que el tema era duro, al menos tuviera un envoltorio agradable, dar un cierto protagonismo a esa música, única compañía reconfortante en aquellas horas.
Hola Anagu, nuestras muy bien como una larga enfermedad puede dejarte aislado del mundo cotidiano que «no deja de transitar» y olvida por desgracia a quien sufre con demasiada frecuencia. También como unas palabras pueden hacer tanto bien o tanto mal.
Buen relato, enhorabuena y suerte.
Gracias por tu comentario Freya y por desearme suerte, eres muy amable. Saludos.
Describes muy bien los sentimientos que tiene una persona que ha recibido un diagnóstico fatal y la zozobra que vive en cada revisión. Me gusta mucho ese narrador omnisciente que en algunos momentos se mete tanto en el personaje que casi se produce una hibridación entre ambos, siendo difícil, a veces, saber quién es quién, propio del estilo indirecto libre.
También hablas del egoísmo, de la soledad y de la tristeza que acompañan a estas situaciones. Está muy bien escrito. Enhorabuena y suerte.
Gaia, te agradezco enormemente tu comentario. Es una satisfacción para mí que me digas que está muy bien escrito.
Gracias además por desearme suerte.
¡Hola, Anagu! ¿Qué tal? 😉
Tus palabras llegan con facilidad y te invitan a seguir leyendo, tanto que tu relato se hace aún más corto. A mí me ha llegado como una exposición de la gran capacidad de la naturaleza humana para seguir adelante, también del perdón; por otro lado nuestra autodefensa de creer lo que menos daño nos hace: es doloroso que te abandonen diciéndote que te quieren, te encierra en un conflicto, pero es aún más doloroso que te abandonen y comprendas que no te quieren y quizá nunca te quisieron.
¡Suerte, Anagu! 🙂
Hola Juno.
La naturaleza humana y sus grandes contradicciones. Particularmente, en la literatura me gustan las situaciones y personajes con muchos matices, como el reflejo de un gran caleidoscopio,con sus paradojas, contradicciones…, como la vida misma vamos.
PD: Lo malo si breve, mejor y lo bueno si breve, también.Ese es mi parecer al menos.
Te agradezco enormemente tu comentario y esos saludos tan simpáticos. Me gustan.
Una relato con estructura de «vuelta atrás», donde un narrador, en tercera persona, revive momentos pasados que explican el estado anímico por el que está atravesando un personaje.
Desde mi humilde punto de vista, pienso que este tipo de historias ganan consistencia si se escriben con el narrador en primera persona, con lo que se empuja al lector a una mayor identificación con el protagonista. Con ese sistema, además, hubieran cabido fácilmente más recuerdos en la mente de ese único personaje, lo que ayudaría a un mejor dibujo de su personalidad.
La idea del cuento, la del desamparo en la enfermedad, es sencillamente redonda: común a todos los humanos y, por tanto, perfecta para un relato de ficción.
Muchas gracias Álex por tus comentarios. Gracias porque ayudan a enfocar nuestro trabajo desde otros puntos de vista. Saludos y suerte.
Describir las emociones de un enfermo grave y además abandonado por su mujer tiene que ser complicado. Creo que está bien escrito aunque, si me permites Anagu, hay un par de cosas que me descolocan.
Por ejemplo: las palabras de su mujer le han dejado el corazón paralizado, se repite las palabras de la despedida (Te quiere Isabel) como un mantra hasta que consigue verla de otra manera, el tiempo lo había suavizado todo. Pero su hermana le sigue aconsejando que no le guarde rencor, que el tiempo le está pudriendo las tripas.
Después, en el anteúltimo párrafo se levanta con un impulso vigoroso y jovial, pero ¿por qué?, ¿quizá porque le van a dar los resultados? Pues no sé que decirte, si te sientes mal y te van a dar los resultados…, no suele ser como para entrar en la consulta tan vigoroso ¿no?
De todas formas, Anagu, me parece que en algunos momentos las emociones están bien descritas y enganchan.
Suerte
Muchas gracias Enara por tu comentario. Intentaré despejar las aparentes contradicciones, a ver si soy capaz. El protagonista ama y odia a su esposa, no sé si a partes iguales, pero muchas veces, el amor y el odio son caras distintas que pertenecen a la misma moneda. El amor y el odio están mucho más cerca de lo que podría parecer, como diría el poeta » quien amó lo sabe». La otra cuestiòn que planteas es porqué se levanta «con un impulso jovial, vigoroso», se trata de la respuesta ansiosa por saber lo antes posible los resultados que le esperan tras esa puerta, seguro que si pudiera correr o volar, habría salido volando, tal es la desazón en esos momentos. Mil gracias por desearme suerte.
Está muy bien escrito, sufrí leyéndolo.
Suerte.
Muchas gracias por tu comentario Benito P. Que » está muy bien escrito» es uno de los mejores halagos qrelato.
Me ha jugado una mala pasada el ordenador, lo que quería decir es que su comentario de que » está muy bien escrito», es uno de los mejores halagos que puedo recibir por mi relato. Mil gracias por desearme suerte.
Anagu,con este relato nos ha retado a pasear por todas esas emociones intrínsecas en el ser humano. Un canto a la realidad no por desgarrado deja de ser un buen canto. Felicidades, es un buen relato.
Muchas gracias Furtiva por su comentario. Me alegra sinceramente que haya experimentado emociones con mi relato, si he conseguido «remover» alguna de ellas me doy por satisfecha.
¡Pobre hombre, enfermo y abandonado por la ingrata! monólogo interior que podría haber estado a la altura del último párrafo.
Con mis debidos respetos Ricardo C de León, la opciòn que propone no tiene por qué ser la mejor. Gracias y saludos.
Por cierto si no recuerdo mal, no se trata de un monólogo interior, sino de un narrador omnisciente. Gracias de nuevo por su comentario.
Se lee bien, es cierto.
Siempre el que narra es el otro, el que acompaña al enfermo. Es raro encontrar un relato narrado por el sentenciado.
Gracias por hacerlo.
A veces olvidamos que son ellos los que más sufren, los más desconcertados…
Muchas gracias Aisara por tu comentario. Me alegra lo que me dices de que es un texto que se lee bien, personalmente no me gustan los textos que son demasiado abigarrados. Saludos cordiales.
¿Por qué «La música»? ¿Por el hilillo de música ambiental que nombras al principio? El título también es una parte importante de la narración.
Para mí, lo mejor de este relato son los dos párrafos, casi frases, finales, que reflejan en su contradicción la confusa situación del protagonista.
Suerte.
Muchas gracias Greta por tu comentario. Bienvenido como siempre.
Algunos pasajes de tu relato me han encantado. He saboredo las palabras describiendo las escenas, más que la trama en sí, cuya historia de abandono y abatimiento es una mera anécdota al lado de la bondad de tu literatura. Felicidades.
Gracias Anaconda por tus palabras: » la bondad de tu literatura «. Es un precioso elogio que espero poder merecer.
Un poco dramático tal vez, pero ocurre en la vida real. El amor ya no es lo que era: «En la salud y en la enfermedad…», y no sólo hay que achacárselo a ella, puesto que él también duda de lo que haría si la situación hubiera sido al revés.
De todas formas bien expresado aunque un poco corto.
Suerte.
Gracias Odiseo González por tu comentario. Me gusta que juzgues el comportamiento de los personajes, (que solo son producto de mi imaginación), como si de personas reales se tratara. Creo que significa que son lo suficientemente convincentes. Saludos y mil gracias de nuevo.
¡Puf!…muy fuerte, pero… es pura realidad. Tambien hay que situarse en la piel de Isabel. No lo considero como un desamor, mas bien como una valentía ante la solución al dramatismo que había engendrado la tesitura.
Suerte!
Muchas gracias Lewis por tu comentario, siempre son bienvenidos. Saludos cordiales.
Lewis, acabo de caer en la cuenta del fondo de tu comentario, hablas de Isabel( que nunca existió tan solo en mi imaginación ), como si de alguien de carne y hueso fuera, esto es, se ha hecho corpórea de repente. Maravilloso mundo el de las letras que depara sorpresas tan agradables. Muchas gracias por desearme suerte.
El desamor, la soledad, el miedo a la enfermedad y a la muerte, el rencor y el perdón, la resignación ante lo inevitable. Demasiados sentimientos condensados en tan pocas palabras. Este relato hay que leérselo un par de veces para disfrutarlo como se merece.
Gracias por tu comentario » El Pérfido Samaritano «. Desde mi punto de vista, has sabido entrar en los recovecos del texto. Me alegro mucho de que lo hayas disfrutado. Saludos.
Felicidades por este relato.Un tema » dos por uno» tratado si exceso dramatismo.De fácil lectura,( cosa de agradecer), pero con una fuerza de narración que te tira de la mano y te mete de lleno en la historia.Objetivo cumplido Anagu.
Mucha suerte
Muy agradecida por tu comentario «lamari» y por desearme mucha suerte. Guardo tus deseos en lugar preferente. Saludos cordiales.