Relato Fuera de concurso a petición del autor.
Pilar se anudó el pañuelo al cuello y se puso el abrigo; se miró en el espejo del recibidor de su casa, se atusó un poquito el pelo y cogió el capacho para salir, con aire decidido, a la calle. Hoy era un día especial y María del Pilar Rodríguez pensaba romper con la aburrida rutina de su vida.
Desde hacía años, siempre lo mismo. Primero iba a misa, a la salida hablaba un rato con las pocas mujeres que, como ella, tenían la costumbre de comulgar todas las mañanas. Luego marchaba al mercado con el fin de comprar lo poquito que necesita una persona que vive sola; de allí a la panadería para encerrarse después en su casa hasta las siete de la tarde. A esa hora, durante los meses de invierno, participaba en todas las actividades que el Ayuntamiento y las amas de casa programaban para la tercera edad. Bueno, esas juergas se las permitía desde que murió Antonio, su marido, que faltaba desde hacía ya tres años; hasta entonces, las tardes las pasaba viendo la televisión y comiéndose la boca para no contestar a las impertinencias de su hombre.
Pero hoy cumplía setenta años, llevaba un bolso que pesaba lo suyo y hacía una mañana espléndida.
Nada más salir de su casa se topó con Luisa, su profesora de Informática en el hogar de la tercera edad e, instintivamente, intentó esconder el bolso de la compra. La mujer se paró a hablar con ella y Pilar, después de intercambiar unas cuantas frases amables, retomó su camino pensando en lo agradecida que le estaba. Nunca sabría lo que había significado para ella que le hubiera enseñado a navegar por Internet. Después de asomarse a ese nuevo mundo, la vida de Pilar nunca más sería como la que había llevado hasta entonces. “cincuenta años viviendo en la inopia” pensó mientras movía, con aire resignado, la cabeza.
Hoy cumplía setenta años y nadie la iba a felicitar. No tuvo hijos y Antonio, un hombre adusto, se había encargado de que no tuviera amigos: los años sin vida social la habían convertido en una mujer retraída a la que le costaba entablar conversación con los desconocidos; y la gente parecía que pasaban muy bien sin su compañía. Ni siquiera la llamaría su única hermana. Llevaban más de diez años sin hablarse, desde que su cuñado y Antonio se pelearan por una tontería que ni era capaz de recordar. ¿Cómo estarían? ¿Se habrían muerto? Y Pilar, con indiferencia, se encogió de hombros y sonrió al notar que le importaba muy poco… ¡Con lo que había llorado por aquella historia! Está claro que a todo se acostumbra uno.
Sin casi darse cuenta llegó a la iglesia, empujó la puerta lateral y un olor familiar a incienso, cera y moho le abofeteó el alma. Carmen y Amparo estaban ya sentadas en el primer banco, de espaldas a la entrada. Se volvieron y, al reconocerla, continuaron con el rosario que bisbiseaban todos los días. No sabían lo de su cumpleaños, no iba a recibir ningún regalo; pero Pilar sí quería regalar cosas en su día.
Se fue directa a la capilla de San Antonio, encendió una de esas velitas eléctricas que tienen en las iglesias y que se iluminan cuando has dado una limosna. Echó dos euros -un día es un día- y agradeció al santo que escuchara sus súplicas cuando, de moza, le pedía con fervor un novio. Entre el reclinatorio y el atril de las velas le dejó su regalo de cumpleaños.
Luego se metió en la sacristía. Allí estaba don Agustín, el viejo cura de sonrisa ladeada y ademanes suaves y místicos, el hombre santo que siempre le había aconsejado paciencia y mansedumbre con su marido, el mismo que la convenció de que no lo dejara para escapar con Luis, con lo que quería ella a aquel hombre de mirada clara, manos fuertes y promesas de amor eterno.
—Padre, confesión —dijo Pilar.
—¿Estás loca? Es ya la hora de la misa, podías haber venido antes —y con gesto de hastío le mandó arrodillar, con lo que le dolían a ella las rodillas. Precipitadamente le dio la absolución y se marchó para el altar farfullando que ya podía comulgar.
Pilar, torpemente, se puso en pie, cogió su segundo regalo: un paquete que dejó entre un sillón polvoriento y la pared. Era su forma de agradecer que le hubieran librado de sus pecados. Oyó la misa, salió con las cuatro mujeres que acudieron al templo y se despidió de don Agustín con un: ¿Estará usted luego para abrir el ropero? Don Agustín, mientras echaba la llave, le dijo que a las doce estaría de nuevo en la iglesia. El cura contestó sin dejar de andar y dirigiéndose al bar de la plaza, con la intención de desayunar su carajillo de todos los días.
La mujer, con su capacho, se despidió también de Amparo y Carmen, después de escucharlas comentar lo mal que estaba el mundo, la poca vergüenza que tenían los jóvenes de hoy en día y que era raro que Josefina no hubiera ido hoy a misa, con el buen día que hacía. Luego bajó ligera la calle Mayor, sin acordarse del reuma que comía sus huesos.
El bolso ya pesaba poco y era su cumpleaños. Setenta años y se sentía como si cumpliera quince. ¡Que día tan hermoso hacía!
Entró en la sucursal del banco que había en la plaza y esperó hasta que la atendieron. Un par de personas hacían cola delante de Fernando Gutiérrez; se sentó en la silla que, arrinconada, solía ocupar hasta que llegaba su turno. Nadie la miró, era casi invisible y ella lo sabía. Sacó del capacho su último paquete, cuidadosamente envuelto en papel blanco, y lo dejó con aire distraído en el suelo, entre su asiento y un paragüero. Apenas destacaba contra la blanca pared. Cruzó las manos en su regazo, sonrió mientras miraba a Fernando, el cajero, al que conocía desde que se llamaba Fernandito, cuando era un pequeño cabroncete que disfrutaba lastimando a los animales. El niño había derivado en un hombrecillo al que le gustaba gritar a los viejos y que le llamaran don Fernando.
—Hoy no es día de cobrar la pensión — y lo decía con un tono de superioridad y desprecio que solía achantar a los pobres pensionistas. No podía evitarlo, a Pilar, a veces, le parecía que iba a arrancarles los brazos con la misma saña que, de crío, le arrancaba las alas a las moscas. Pensando en ello estaba cuando la voz aguda del cajero la sobresalto.
—Doña Pilar, ¿otra vez por aquí? Le tengo dicho que venga a las nueve si quiere hacer pagos.
Ella se acercó a la ventanilla, extrañamente ágil, y sonrió mirando a los ojos a su vecino.
—No, hoy vengo a otra cosa, quiero sacar todo mi dinero.
Como sin enterarse de la sorpresa que le producía a Fernando ese hecho, se apoyó en el mostrador, sin dejar de sonreír y haciendo caso omiso de las protestas del oficinista, le dijo:
—Dile a tu mujer que he soñado con ella, que he soñado que algo muy bueno le va a pasar… ¿Me das el dinero? —luego metió todo su capital, tres mil doscientos cincuenta euros, en el capacho, que ya no pesaba nada, y salió del banco mientras oía decir a Fernando que no le iban a dar la vajilla en el Santander, que eso era para engañar a los ilusos.
Pilar se alejó pensando en Jacinta, la mujer de Fernando, esa a la que nunca escuchaba contestar a su marido, por muchos gritos e insultos que le oía a él a través de la pared colindante con su casa. El cajero siempre llegaba a las tres, protestando porque debía quedarse solo en el banco mientras el hijo de puta de su jefe, decía Fernando, se iba a las dos con su otro compañero. Y ¿qué se encontraba? A la inútil de su mujer que no era capaz de freír un huevo en condiciones, ni de administrar el dinero que le daba.
Hoy era su cumpleaños, y a Pilar le encantaba hacer regalos, mucho más que recibirlos… ¡Dónde va a parar!
Se fue a su casa, dejó en la cómoda el dinero, tiró la fotografía de boda que tenía sobre ella; en su lugar, puso un florero con una rosa que acababa de robar, se quitó el abrigo y salió a la calle de nuevo… ¡Hacía tan buen tiempo!
El pueblo era pequeño, así que le costó poco llegar al campo; subió la colina del Viacrucis que tantas veces había recorrido y se sentó en un banco desde el que se divisaba una bonita panorámica del caserío en el valle. Llegó jadeante; la cuestecita se las traía, pero no importaba. Eran las doce y cuarto, miró a la iglesia y ni siquiera se sobresaltó al oír las dos detonaciones que se sucedieron con escaso intervalo de tiempo.
Pilar sacó su paquete de tabaco, encendió un cigarro y pensó lo bien explicadas que venían las cosas en el Google. Daba gusto: explosivos caseros de acción retardada, paso a paso. Y Don Agustín en la sacristía, con la sonrisa meliflua y turbia destrozada para siempre.
En Internet se había informado que era mentira eso de que a los setenta años ya no te podían meter en la cárcel, pero daba lo mismo; cuando lo averiguó ya tenía pertrechado su plan y no era cosa de tirar el dinero que había invertido en él. Bajó a la iglesia para que no se extrañaran por su ausencia. Allí, entre los lamentos de la gente que había acudido, vio sacar al cura, muerto, en una camilla, mientras Carmen y Amparo hablaban de la suerte que había tenido.
—Un poco más y sales tú también con los pies por delante — le dijeron, a una vez y llorosas.
Eran las dos y cuarto cuando estalló el banco. Fernando no llegó nunca a decirle a su mujer lo del sueño de Pilar.
Poco a poco, el eco de las bombas se va acallando en el pueblo. La gente empieza a hablar, de nuevo, de lo crudo que está siendo el invierno. La iglesia sigue cerrada, sólo abre los domingos, pero las beatas rezan el rosario en casa de Amparo y murmuran lo rara que está Pilar: se extrañan de su interés por cómo funcionan las cosas en el Ayuntamiento. Hasta la han visto hablar a veces con el alcalde, un chico joven, el hijo de la Trigídia, que hay que ver lo que ha prosperado ese chico y lo majo que es. Pero claro, la impresión que se llevó Pilar cuando por poco se va con Don Agustín, a lo mejor le ha hecho ser más abierta. De todas maneras está rara; fíjate que ni va a la misa de los domingos.
—La verá en la tele. Creo que desde que cumples los setenta, el Papa dispensa de ir a Misa —dice Amparo, que siempre ha sido una bendita.
Pero Pilar no ha cambiado su vida: sigue yendo a diario al mercado y a por el pan, navegando en Internet y suicidándose todos los días un poquito, porque ya se sabe que fumar, mata.
Hola Noniná, veo que tu relato suscita mucho interés entre los lectores, y eso ya dice de por sí mucho a su favor. Como acabo de aterrizar en el certamen, voy a ponerme al día poco a poco con los relatos de los demás compañeros. He comenzado por el tuyo, y te puedo decir que he pasado un rato muy ameno con su lectura. Me gusta mucho cómo narras la historia, y aunque el lector intuya pronto su final, eso no impide para que se adentre en el personaje de Pilar, haciéndose cómplice de ella, otra víctima más de una sociedad rígida y llena de convencionalismos, dominada por una falsa moral y una asfixiante atmósfera religiosa. Y tú lo cuentas muy bien. Mi más sincera enhorabuena y mucha suerte para el certamen.
Yo pasaba por aquí de nuevo y me he vuelto a quedar enredada en esa jubilada,y en este relato fantástico,y de paso pues le mando un guiño especial a la narradora por contar también todo lo que debe contar. Abrazo!!
Gracias por tu nueva visita. Un abrazo
Me he pasado casualmente por aquí y veo que ha habido una interpretación erronea. Mi última frase era: «De todas formas, un buen trabajo, aunque al leerlo parezca sencillito». Tengo mis dudas, pero acaso le sobraba la segunda coma, me traen a mal traer las comas con los «aunques». Lo que quise decir realmente era que una forma contenida de escribir, suele conducir erroneamente a creer que es muy fácil contar historias así, de forma sencilla, cuando lo cierto es que suele ser todo lo contrario. La dificultad, al menos en noveles como yo, suele estar en evitar los vocablos ostentosos.
Un saludo
Que el «error» te traiga de nuevo por aquí me ha encantado. Pero no, se entiende perfectamente lo que me decías; lo que pasa es que de mañana, a veces, me apetece bromear un poco. Creí que te quedaba claro. Y sí, a mi también me cuesta mucho evitar las palabras ostentosas, después de escribir tengo que empezar a hacer una poda tras otra, hasta que el relato queda medianamente legible. Persigo a los amigos y a la familia, mis hijos dicen que me salen palabras decimonónicas en cuanto me descuido… pero supongo que a los que no somos muy expertos y aficionados recientes a esto de escribir, nos persiguen las dificultades. Bueno, no importa mientras lo disfrutemos.
Va bien su relato. Felicidades. Fui muy escaso en comentarios, pero quería decirle que es un relato fresco, bien contado, pero sigo pensando que algo más de intriga le hubiera ido bien. Lo de la moraleja a mí me han enseñado que es tan difícil hacerlo bien, que mejor no lo intentemos los inexpertos como yo, por ejemplo, no que no se pueda hacer.
Coincido con Enara en que un buen final, siempre es rematar bien.
Bienvenido, de nuevo, por aquí. Tengo que confesar que, después de leer su comentario, me quedé rumiando lo de la intriga. Quizás tenga razón, ya se sabe que en cuestión de gustos… pero la verdad es que nunca me planteo si la historia que narro gustará más o menos según un final u otro. hace mucho tiempo que comprendí que no se puede gustar a todo el mundo, no sólo escribiendo, también en la vida real. Además, dada mi escasa experiencia en escribir, he decidido que bastante tengo con conseguir que el posible lector capte la historia que le estoy contando, que ésta le enganche y que disfrute leyéndola. Es verdad que en alguna ocasión he utilizado la sorpresa como golpe final, pero sólo cuando ese giro aporta elementos de comprensión del desarrollo de la historia o de la psicología del protagonista. En el caso de este cuento, me pareció mejor que el lector fuera comprendiendo las intenciones de Pilar al tiempo que la acompañaba en su día especial.
En cualquier caso, agradezco su consejo y me esforzaré aún más cuando piense en el final de mis relatos.
Hola, Nominá.
Excelente historia redonda que se lee de un tirón. Un día para ajustar las cuentas. Me encanta el humor negro que destila.
Sólo un pequeño detalle, en «¡Con lo que había llorado por aquella historia! Está claro que a todo se acostumbra uno», creo que le iría mejor «una» que el genérico.
Me ha gustado mucho la imagen «…le parecía que iba a arrancarles los brazos con la misma saña que, de crío, le arrancaba las alas a las moscas.» Muy gráfica e impactante.
Enhorabuena y suerte.
Gracias por la visita Hypatia. Y por las amables palabras.
Quizás tengas razón en que debía haber utilizado «una» en vez de uno. De hecho, lo dudé; pero me pudo el hartazgo que me produce la obsesión por acentuar la diferencia de sexos que nos ha atrapado últimamente. Me gusta usar el neutro cuando se hace referencia a sentimientos, Pilar está pensando en genérico en esa ocasión: todos nos acostumbramos a todo, hombres y mujeres y por eso lo dejé así. Lo más seguro es que ortográficamente tengas razón.
Cuando quieras estaré encantada de recibirte. Mucha suerte también para ti.
Quemar las naves y luego que salga el sol por Antequera, ¿no?
Bien contado, argumento trazado a tiralíneas, protagonista eternamente reconocible: una jubilada-guerrera de vuelta de todo, un personaje con inmensas posibilidades.
Respecto a la redacción, en ciertos pasajes veo alguna exposición forzada, y poco más. Pero, por encima de recursos estilísticos, opino que es una historia cercana, de rasgos y contenido sólidos, un cuento que todo quisque va a entender a la primera (lo que ya es un puntazo para los tiempos que corren en narrativa).
De moralejas ni hablamos, es territorio minado y de bombas andamos sobrados.
Muchas gracias por tus amables palabras y por la ampliación de conocimientos: verás, me habías dejado confusa con lo de la exposición forzada en la redacción, así que me he ido a la RAE y me lo han explicado. La segunda acepción recoge los significados de declaración o explicación, y pone como ejemplo: «va a proceder a la exposición de los hechos». Supongo que es a ello a lo que te refieres. Cuando asimile el concepto volveré a leer el relato para ver dónde he forzado explicaciones innecesarias. Muchas gracias por la pista, la próxima vez intentaré evitarlo.
De acuerdo contigo en lo de las moralejas… más vale no «tentarlas».
Me ha encantado tu forma de escribir, Nominá: sencilla, irónica, y con esa bondadosa ojeriza que, si estuviera algo más desplegada entre el público corriente y moliente, haría a buen seguro que esto no estuviera tan contaminado. Ya te he leído por ahí que no pretendías crear intriga, pero un final inesperado siempre suele agradecerlo el lector. Y con el título lo tenías bordado… Pero tuyo es el relato y cada uno tiene su estilo. De todas formas, un buen trabajo, aunque al leerlo parezca sencillito.
Enhorabuena y suerte, Nominá
Querida y desconocida Enara: tienes razón, lo mío es el relato. Me gusta imaginar historias y contarlas, al modo de la vieja escuela, con su nudo, su trama y su desenlace; conseguir que el lector entienda lo que le estoy contando y se haga cómplice con el narrador.Si la historia lo requiere, recurro a la sorpresa final, pero reconozco que no suele ser mi principal objetivo. Quizás ya soy mayor (no tanto como Pilar pero casi)para dejarme deslumbrar por los fuegos artificiales e intento ser lo más honrada posible a la hora de escribir y luchar con mis propias armas para atraer la atención de mi posible lector. Así que te agradezco el rato que has pasado en nuestra compañía y tus palabras.
Pero no te confundas, de sencillita nada. Ahora mismo me pescas enfrascada en la lectura de Richard Avenarius mientras desayuno mis churros con chocolate, por aquello de alimentar el estómago y la mente a un tiempo. Soy así, sofisticada y sencilla al mismo tiempo, en plan intermitente, en una personalidad agotadora que busca armonizar los churros con el glamour. Es broma, de nuevo muchas gracias por tu comentario
Divertido relato Noniná y bien contado, una concentración de venganzas que exorcizan toda una vida de sumisión y silencio.Esperemos que no cunda el ejemplo o nos cerrarán internet definitivamente.
Pilar tenía que haberse ido con Luis y sacar los pies del tiesto que buena cara se les hubiera quedado a todos y sin necesidad de muertos. 🙂
Un abrazo y mucha suerte.
Daniel, Luis… puertas cerradas y mujeres que tomaron decisiones «correctas» hasta que, un día, deciden forzar el destino. Es peligroso abrir las cajitas de Pandora que todos tenemos en el fondo de un cajón.
Te deseo también mucha suerte y gracias por pasarte un ratito a charlar de nuevo.
¡Hola Noniná! Menos mal que las Pilares que hay en cada pueblo no suelen terminar haciendo limpieza a base de bombas caseras… Aunque seguro que en la mente de muchas de ellas ha aparecido la idea de regalarles, por ejemplo, unas pastitas con efecto, como mínimo, altamente laxante, como agradecimiento a sus «servicios». ¡Ups!, perdona, acabo de hacer una versión «light» de tu relato.
Un relato que a mí me habla de muchas más cosas que de una reacción aislada. Me ha gustado mucho, Noniná.
¡Suerte!
¡Me encanta que me den ideas para próximos relatos! Un pueblo entero, sometido a la venganza de una secta de manipuladoras de Evacuol, puede dar pie a un relato realmente estremecedor…ríete del más truculento estilo gore. Jajaja, me lo apunto, con tu permiso.Muchas gracias por pasarte por aquí, también te deseo suerte con el jurado.
Muy bien escrito. ¿Liberadora de mujeres? En la idea de un cuento se espera un suspiro de existencia especial y aquí lo he encontrado, concentrado y directo, ese suspiro nos lleva por las calles, junto con la protagonista, que sabe lo que hace, como lo sabe el escritor. Mucha suerte en el concurso, aunque pienso que este cuento no la necesita. Ánimo y mucha suerte en el concurso, Nominá.
Muchas gracias por tus deseos. Para mi ha sido un placer leerte. Que la suerte nos acompañe.
Me gustó mucho. Y resultaría un intento vano analizar por separado sus cualidades ya que, como en todo buen relato, están tan incardinadas en el conjunto que éste resulta un todo indivisible.
Pero… ¿Por qué esta viejecita asesina que se carga a dos hombres y un santo me recuerda tanto a aquella otra? ¿Por qué vuelvo una vez y otra a aquella mujer airada que acuchilla a su marido? Bah, cosas de viejo al que de vez en cuando se le revuelven los posos de tantas lecturas.
Enhorabuena.
Gracias por las amables palabras.
En cuanto a la asociación de mi Pilar con esa otra mujer airada… no sé, puede que pertenezca al mismo club de mujeres al límite de su nivel de aguante, pero quizás le suene más de la estancia de su coronel en Tomelloso. Es de la zona, y puede que la viera por la plaza; porque le aseguro que no era de las mujeres que ofrecían sus servicios en aquellas casas enjalbegadas de las afueras del pueblo.
Mi viejecita era de las mujeres modelo que preconizaba la Sección Femenina franquista… hasta que se hartó.
La vida me urge (desgraciadamente) a otros menesteres y no puedo dedicarle como se merece, pero volveré.
Tómese el tiempo que quiera, me basta con ver que mi guiño carnavalesco,por fin, le ha traído hasta aquí. Espero su análisis y, por favor, sea benévola porque he necesitado a todo un rey para que no se salte mi relato.
Me temía una vuelta de tuerca final (tipo «se despertó del sueño») que destrozase el cuento. Enhorabuena, Noniná, por el pulso narrativo y el dominio técnico. Si no te detienen por apología del terrorismo, espero que te premien por él. Salud!
¡Uf, que descanso! estaba temiendo y deseando tu revisión Greta. Te he seguido en tu recorrido y esperaba que fueras más dura conmigo y con Pilar. Esperemos que sí, que al final nos escapemos de ir a la cárcel del Canal; Pilar porque sabe esconder sus pruebas inculpatorias, yo porque he sido una mera observadora y tu porque, con tu aparente dureza, escondes un profundo amor a la literatura y al esfuerzo que ponemos todos en presentar un relato digno. Estoy deseando leer tu trabajo.
Valoro y admiro el esfuerzo y el valor de todos los concursantes, y no creo que sea necesario decírselo a cada uno de ellos, Noniná, pero no esperes relato. Greta prefiere ser comentarista, destacar lo que le gusta o lo que no con la libertad que da el entrar a leer, anónimamente, en un foro abierto. El tiempo dirá si vamos más lejos. Un saludo.
Me he divertido,y me parece un relato fresco y original. Enhorabuena Noniná.
Misión cumplida entonces. Muchas gracias por tus palabras y que la suerte nos acompañe.
Me encanta el Breaking Bad de María del Pilar Rodríguez. Mujer tenía que ser…
Bueeno, te perdono el final de Valentina. Me has culturizado con lo del Breaking Bad (Tu y el Google, todo hay que decirlo)y eso, mi torpeza con el inglés lo agradece.
En serio, muchas gracias por tus palabras.
Te devuelvo la visita, como intentaré hacer poco a poco con todos.
Un relato fresco y divertido, que entre líneas nos habla de cosas más graves. Eso me gusta mucho, que haya una doble lectura. Y que la voz del narrador sea tan limpia y nada artificiosa demuestra un gran dominio de la escritura.
Gracias por la sonrisa; sin ellas sería más difícil sobrellevar tantas afrentas.
La vida trascurre ante nuestros ojos. Se puede mirar a través de esos ojos sin máscaras, o a través del cristal de la ventana de un pequeño pueblo, o mirando la pecera. Miles de historias surgen al hacerlo, historias que pueden parecer anodinas pero que también pueden convertirse en Literatura gracias a la magia de las palabras.
Yo lucho por escribir de forma que, al menos, sea comprensible para el lector,y me resulta muy difícil conseguir esa aparente sencillez y frescura que esconda la verdadera naturaleza de los acontecimientos que quiero narrar. El hecho de que lo hayas detectado, me enorgullece.
Hoy me has regalado una sonrisa para el resto del día,estamos en paz.
Reconozco que la fecha también me dio mal cuerpo. En cualquier caso te comento que el relato me ha gustado, que he sentido la indolencia de una persona que está de vuelta de todo, que se pasa por el forro de la entrepierna las leyes y normas, y que decide hacer lo que le pide el cuerpo. Algo que solo puede suceder a cierta edad y después de haber vivido mucho. suerte en el certamen y enhorabuena
Muchas gracias por tus deseos.
Internet, internet…cuántos crímenes se cometen en tu nombre.
Enhorabuena y suerte, No-ni-ná 😛
En nombre de Internet, de Dios, del amor, de los celos, del dinero… es cuestión de buscar una buena excusa.
me encanta tu seudónimo, y has captado la esencia del mío… No, ese no me gusta, ni ese..¡Ná, que no se me ocurre ninguno! Jajaja.
Gracias por tus deseos de suerte.
Envié un comentario el otro día sobre tu relato. Seguro que le di mal a la tecla de enviar, En lo que recuerdo, lo repito, a riesgo de que estuviera en «moderación y salga dos veces.
Confieso que lo de 20N me tenía un poco intranquilo, temiendo un homenaje. Afortunadamente fue un falso pálpito. Tu historia me ha parecido original y muy bien contada, digna de un guión cinematográfico de Azcona dirigido por Bardem y protagonizado por María Isbert.
No tan falso tu pálpito, querido/a Anaconda.De alguna manera, me pareció una buena fecha para hacer borrón y cuenta nueva.
Te agradezco tus amables palabras; sólo un pequeño apunte: a mi Pilar la visualizo más tipo Rafaela Aparicio que con la fisionomía de María Isbert, pero vamos, estoy abierta a cualquier propuesta.
Me gustan estas historias con final «feliz». Encantado de leerte nonina
Gracias por pasarte por aquí. Reconoce que mi justiciera asesina es más simpática y menos real que los tuyos. claro, eso tiene la desventaja de que mi relato es menos impactante que el tuyo.
Salvando las distancias, Anaconda ha entrevisto que mi asesinita, de alguna forma, se intenta vengar de los tuyos acabando con sus símbolos en el día de la muerte de Jose Antonio y de Franco.
Pero no me hagas caso, a veces me posee el deseo de escribir con mensajes trascendentes. Se me pasa enseguida.
Una experiencia catártica ciertamente explosiva la de María Pilar. Con 70 años, todavía está uno a tiempo de reconducir su vida después de saldar todas la cuentas pendientes. Tomo nota.
Con ese nombre, seguro que no necesitas lecciones para saldar cuentas pendientes. Muchas gracias por pasarte por aquí.
Una tercera edad muy completita y actual…de mayor quiere hacer lo mismo…con menos rosarios y mas tangos…jejeje . El quehacer del dia a dia de Maria del Pilar lo describe muy bien, de una forma distendida y relajada. Me ha gustado.
Suerte!
Eso, a bailar, a bailar. Seguro que si Pilar se hubiera marcado un tango de vez en cuando no tendría tiempo de maquinar maldades. Gracias por leerte mi relato.
El relato está bien contado, pero no he tenido intriga en ningún momento.
Suerte.
Gracias por tu tiempo y tu comentario. Siento que no hayas encontrado la intriga que buscabas, pero la verdad es que yo nunca he buscado escribir un relato de intriga y misterio. Me parece difícil conseguirlo con menos de 2000 palabras; así que preferí centrarme en dibujar a la protagonista y conseguir que el lector se asomara a su vida.
Estupendo relato, Nominá, y bien contado, con suspense y un buen desenlace. Caramba con la abuelita. Me gusta.
Muchas gracias, me encanta que te guste la historia de Pilar. Acabo de aterrizar en el Certamen. Voy a empezar a leer lo que ha llegado… ¿te encontraré entre los compañeros?