Nº48- Bienvenido a Ciudad E. Por Aurora Boreal

        Desconocía cómo se llegaba por carretera desde la otra punta del mapa a la Ciudad E. Durante gran parte del camino le había guiado un novedoso sistema de navegación que en aquel momento llevaba apagado. Aún no se veía nada en el horizonte, pero la radio que llevaba encendida, en un punto comenzó a sonar mal. Buscó otra emisora. Encontró una que logró sintonizar nítidamente en el instante en que una hermosa voz de mujer casi le susurraba un “Estamos contigo, oyente, desde nuestros estudios a las afueras de la Ciudad E. llegamos a cada rincón de tu ciudad…” Así supo que, aunque no veía señas de ella, la ciudad tenía que estar ya cerca y la música que salía de la radio parecía querer acompañarle en su camino:

 

“Going back to the city

To see the baby

Back to the city

Where my love belongs…”

 

        “Ongi etorri T.G. Hirira-Bienvenido a Ciudad E.-Wellcome to E. City” se podía leer ya a una cierta distancia desde el asiento de conductor. Su viejo coche se había portado bien, con él había viajado toda la noche y llegaba a la ciudad en uno de esos momentos en que aún no quedaba claro si acababa la noche o empezaba el día: había luces apagadas, pero también algunas encendidas, justo las que el recién llegado necesitaba para manejarse en un lugar en el que se encontraba por primera vez.

        Era una primera toma de contacto con Ciudad E. muy serena, la ciudad le hacía un recibimiento muy tranquilo. Pensaba que rodeado de aquella luz incierta si atisbaba a alguien despierto sería un ser sumido en un extraño miedo. Un habitante que no osaría clamar al cielo para que la ciudad acelerara su despertar, pues sería una persona sabedora de que todo tiene un orden, una hora y un lugar y jamás se atrevería a perturbarlo. Él era el que no tenía que estar despierto.

        Atravesó calles y jardines trazados a la perfección y enseguida llegó al barrio que buscaba. Todo estaba tan bien indicado en la Ciudad E. que era totalmente imposible no llegar a la primera allá donde se deseara. Él contaba con unas cuantas referencias que le facilitaban un tanto las cosas: eran planos, mapas y otros datos que iban acompañados de fotos. Éstas mostraban al detalle una torre desde todos los ángulos posibles, así como los interiores de una casa. Aquellas fotos habrían pasado por muchas manos: por arquitectos, constructores y los gremios que ellos reunían, técnicos del departamento de vivienda de varias instituciones públicas, comerciales de la inmobiliaria y por los miles de posibles compradores del inmueble hasta que finalmente habían llegado a él que había optado por adquirir aquella casa como su gran inversión. En Ciudad E. volvería a empezar. Pensaba que una vez ya instalado en aquel piso ya nadie más, salvo él y a quienes escogiera, volvería a ver aquellas fotos pues por lo que le habían comunicado era el último comprador. Cada puerta de cada mano de cada planta del bloque daba acceso a espacios que tenían dueño. Sus futuros vecinos.

        Había otras torres en aquel barrio de nuevo diseño, pero la que él buscaba era inconfundible: por su altura y por su color rojo chillón. Nada más llegar estrenó su plaza de garaje y por el ascensor subió por primera vez del subsuelo hasta el cielo: la planta veintisiete. Veintiséis más y el portal le separaban del suelo, y una terraza llena de placas solares le conectaba directamente con el sol.

        En la planta veintisiete, comprobó que su vivienda era la única que no tenía felpudo. Ya tendría ocasión de hacerse con uno o mejor dicho, de hacerse con todo, pues no llevaba más que lo puesto. Antes de abrir por primera vez la puerta de la casa, observó el marco, la mirilla, y el bombín. Todo encajaba según las descripciones que le habían dado y hasta la tonalidad de la madera había sido perfectamente captada en las fotografías que habían puesto a su disposición. Encajó la llave a la primera, la giró varias veces sin hacer esfuerzo alguno y abrió la puerta. Para entonces ya había amanecido y aquella parte de la casa daba directamente al este por donde el sol estaba naciendo en todo su esplendor sin nubes haciéndole obstáculo alguno. La casa estaba sin amueblar y ni una sola cortina o estor colgaba de ningún lado, las persianas estaban subidas. El sol campaba a sus anchas jugando con el espacio vacío. Era la primera vez que entraba en la casa y tenía que hacerlo colocándose las manos sobre los ojos para hacerse sombra y  escapar de aquella ceguera temporal que le provocaba un exceso de luz directa.

        En cada estancia que se iba encontrando fue revisando paredes, rodapiés, techos, suelos, puertas, ventanas, interruptores, tomas de corriente y de antena, cableados listos para colgar lámparas y bombillas. En la entrada, en el corredor, en la sala y en las tres habitaciones todo era fiel a las descripciones que le habían facilitado. La cocina y los baños también estaban equipados según se detallaba en sus papeles.

        Solo le restaba por ver la terraza, se llegaba a ella a través de la cocina. La puerta estaba ligeramente entornada. La abrió del todo con un leve empujón con la mano. Había una mesa y sillas de  jardín. Sobre la mesa una bandeja parecía humear: era una taza de oloroso café que una mano se disponía a agarrar para llevarse a la boca. No hubo ocasión: aquella mujer se asustó tanto al verle entrar que del brinco que dio acabó precipitándose por la barandilla del balcón. Veintisiete pisos en caída libre.

        Un revuelo de curiosos comenzaron a asomarse desde las casas para ver de dónde había salido aquel largo grito y el seco estruendo posterior. Alguien aterrorizado pidió una ambulancia. La calle se llenó de gente curiosa y de sirenas. La larga melena de una pelirroja se desparramaba sobre los adoquines de la acera y una hermosa bata colgaba sobra el contenedor de ropa de segunda mano.

        Comenzó  oficialmente un nuevo día en Ciudad E: ¡Buenos días!

 
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* VARGAS BLUES BAND. “Back to the city”. Feedback -Bluestrology. Dro East West, 1998.

 

12 comentarios

  1. No sé si es bueno, malo o regular. Es el cuento que escribiría un trilero. Un trilero que supiera escribir tan bien como tú. Pero ¿Y el lector? ¿Qué pasa con el lector?

  2. Buena narración y un susto final. Pregunto como ya lo hizo Gaia, ¿de quién era la casa?

    • Creo que si se diera una situación así, la cuestión sobre la propiedad de la casa muy probablemente estaría en medio de un espeso bosque judicial.

  3. Lo entiendo más como un relato onírico. Un sueño que puede ajustarse a múltiples versiones. Una de tantas sería que la mujer que se arroja por el balcón en realidad es la misma persona que acaba de entrar en la casa; ha fallecido y alcanza el paraíso, el cielo o donde quiera que vayamos finalmente, con esa previa voz radiofónica de vaya usted a saber quién. Alcanza el postrero destino del ser humano, la ciudad E, a la que se llega entre la noche y el día. Inquietante. Es decir, una historia escrita desde el final al principio, pero no como un “flash back” puro y duro. En todo caso la trama es tan abierta, tan abstracta, con tantos elementos en apariencia simbólicos, que caben el mismo número de interpretaciones que lectores.
    Es muy probable que mi comentario, como sucede con frecuencia, se apoya en percepciones de la historia que no se acercan ni de lejos a lo que el autor se propuso al escribirla. Pero la imaginación vuela, mucho más cuando se le deja tanto cielo libre.
    En cuanto a la descripción del recorrido del personaje hasta que llega al balcón me parece muy detallada, tal vez en exceso.
    La redacción podría mejorarse, de eso sí que no tengo dudas.

  4. Es buenísimo….intrigante….y con un final que no te esperas….animo….merecido primer premio…

  5. Un gran gusto por el detalle, algunas erratas dispersas (Como esa bata que colga «sobra» el contenedor) y un buen pulso narrativo. La escena final de la mujer sin embargo no me parece del todo clara en su planteamiento inicial: ¿la mujer estaba sentada o de pie, cerca de la barandilla o lejos? Por el desenlace parece que la mujer estaría de pie y cerca de la barandilla de la terraza, barandilla que suponemos puesto que no se habla de ella pero que toda terraza de edificio tiene. Y digo que la mujer estaría de pie porque sino no me explico como, de un brinco y si estuviese sentada, iba a acabar dando un salto mortal (nunca mejor dicho) y con tirabuzón sobre la barandilla. Con unas descripciones tan buenas como las que aparecen antes y con un tempo tan bien medido, parece que al meter a la pelirroja está deseando tanto matarla que no se para a decribir con suficiente detalle cómo acaba la pobre de material de reciclaje. Con eso no quiero decir que el relato no me parezca muy bueno…solo que podría haber sido mejor. Suerte para la «fenómena» atmosférica.

    • Gracias por mostrarme las erratas y aconsejarme lo que te parece cojo aunque para mí era un mostrar lo justo para que todo lo demás quedara para la imaginación de cada cual, acertar con este punto suele ser difícil. Aunque no se menciona, yo imagino a la mujer de pie, porque lógicamente, tal y como tú señalas,parece un poco imposible por causa de un susto pasar de tener culo sobre silla a culo desparramado sobre asfalto. Pero la barandilla, si te fijas, sí aparece citada…
      Gracias por leer y comentar. Un saludo.

  6. Gracias a todos leer y comentar, tanto si gusta lo leído como si no. Suerte a todos!

  7. Conozco a muchos que dicen que un buen relato tiene que tener un sorprendente final. No es mi caso, y el salto asustado de la pelirroja es sorprendentemente ajeno al resto el relato. Pero bueno… es solo mi opinión y hasta lo del salto mortal me ha gustado mucho, está muy bien escrito.

  8. Odiseo González

    Es un cuento estupendo. Me ha gustado mucho. Un gran candidato al primer premio del certamen. Enhorabuena.

  9. No sé quién debía haberse asustado más. Vaya susto que se lleva la pobre mujer sentada en la terraza de la casa (¿de quién?), y vaya salto que da … Desde luego he ido leyéndolo con interés hasta su sorprendente y aciago final. ¡Mucha suerte!

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