Casa Museo Lope de Vega
Existe una rivalidad, a veces tácita, entre Madrid y Barcelona, de tal forma que los de fuera nos vemos obligados a manifestar nuestra preferencia y así comprobar cuál de las dos ciudades gana en votos. Lo cierto es que son ciudades tan diferentes que es difícil mezclar churras con merinas (como dicen acá). No soy la única que se niega a decantarse por una de las dos. Barcelona es más cómoda, tiene mar y mejor clima. Madrid es más vital, cercana y tiene los mejores museos. Sí, es cierto, Barcelona tiene el mejor arte románico de la Península, pero El Prado es insuperable y, además, a pocos metros se pude visitar el museo Thyssen-Bornemisza, otra maravilla.
Aunque Madrid es posiblemente la ciudad que más he visitado en mi vida, tanto que me siento como si fuera mi casa, no sabía de la existencia de la Casa Museo Lope de Vega. Esta casa se encuentra en el famoso Barrio de las Letras, justamente ubicado entre el Paseo del Prado y la Puerta del Sol, y se llama así porque allí vivieron los grandes escritores del Siglo de Oro español: Góngora, Quevedo, Cervantes y el propio Lope de Vega. En este barrio se instalaron también los corrales de comedia donde se representaron por primera vez las obras del dramaturgo. El barrio conserva su tremendo encanto: estrechas calles peatonales, edificios del siglo pasado (cuando menos), y, aunque queden pocas viviendas de los siglos XVI y XVII, se compensa con una proliferación de bares y restaurantes de todo tipo.
La Casa Museo Lope de Vega está paradójicamente en la calle Cervantes número 11. Y es paradójico por la rivalidad abierta que existía entre los dos escritores, aun cuando habían sido amigos y se profesaron admiración mutua ya de archienemigos. Existen distintas teorías sobre el motivo de sus desavenencias, los dos escribieron críticas feroces de la obra del otro. Se dice que Lope, que fue el más famoso en vida, veía a Cervantes como un viejo sin talento y pensaba que El Quijote era una obra menor, mientras que Cervantes veía a Lope como un escritor que prefería, por sobre todas las cosas, agradar al vulgo y sentirse halagado. Aunque dejaron de hablarse en 1602, no sería raro que se cruzaran por la calle o se encontraran en los corrales de este mismo Barrio de las Letras.
También resulta llamativo que Lope de Vega se asentara en esta casa durante veinticinco años ya que su vida es de lo más azarosa. No solo tuvo una producción literaria exorbitante (se baraja una cifra de más de mil obras entre lírica, prosa y piezas teatrales), sino que su vida sentimental fue una auténtica novela de enredos que le ocasionó infinidad de problemas: tuvo que mudarse en un sinfín de ocasiones, estuvo en la cárcel y fue desterrado de Castilla por difamar a Elena Osorio, de la que estaba perdidamente enamorado. Aunque el escritor se casó dos veces –con Isabel de Alderete y Urbina y con Juana de Guardo–, tuvo numerosas amantes, entre ellas varias mujeres casadas. La más conocida fue la actriz Micaela de Luján. Al contrario de lo que pudiéramos imaginar de la época, Lope no ocultó sus romances, incluso escribió sobre ellos y tuvo quince hijos reconocidos con diferentes mujeres. Ni aun ordenándose sacerdote, abandonó su ajetreada vida sentimental, y se enamoró de Marta Nevares a quien se llevó a vivir a esta casa.
En el dintel de la puerta de entrada se lee la inscripción «D.O.M PARVA PROPIA MAGNA / MAGNA ALIENA PARVA», que viene a ser «más vale casa pequeña, pero nuestra, que grande, pero de otro». Y es que al parecer Lope encontró aquí el sosiego que buscaba, sin abandonar, por lo que parece, sus grandes pasiones: la literatura y las mujeres. La casa tiene dos plantas que se han decorado para reproducir la atmósfera de la época. Una de las partes más bonitas es el jardín donde el escritor pasaba las primeras horas de la mañana y las últimas de la tarde, y al que hizo referencia en muchos poemas. En la primera planta se encuentra el oratorio y, lo más importante, el estudio donde escribió un gran número de sus obras. El escritorio es de estilo castellano, está rodeado de libros del siglo XVII, y lo preside un retrato del autor. Aquí recibía a sus amigos, colegas y admiradores. Llama la atención que su alcoba es las más pequeña de la casa y muy austera. Aquí murió con 72 años de escarlatina. El resto de la casa, comedor, cocina, habitaciones de los hijos, sirvientas, invitados, son curiosas y nos transportan a la forma de vida de ese siglo.
Si viajan a Madrid, les aconsejo que visiten el barrio y la casa. Tendrán que reservar con antelación porque solo se permiten visitas de diez personas y se ocupa con facilidad, pero agradecerán alejarse de las multitudes y del precio de otros museos.
Ana Guerberof