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Abrir menú de categorías 100- Cuando Alcázar era de Cervantes en ciudad libre. Por Soche
- 19 octubre, 2012 -
- Relatos -
- Tags : 1936, 9 Certamen de Narrativa Breve 2012, Alcázar, Cervantes, relatos
- 6 Comentarios
¡Evacuad Madrid! era una de las consignas, mientras los obuses seguían atravesando las calles madrileñas ocasionando nuevas víctimas cada día.
Nunca olvidaré el otoño de 1936, acababa de cumplir 10 años.
Teníamos que salir de Madrid, pero, por estar interrumpidas las líneas férreas por los bombardeos, no pudimos hacerlo directamente. Nuestro viaje hasta Valencia tuvo que realizar varias escalas para al final lograr enlazar y llegar a la estación de Alcázar de Cervantes, provincia de Ciudad Libre, a 150 kilómetros al sur de Madrid. Nuestro primer destino fue sobrepasar las líneas bombardeadas por los rebeldes, que nos había impedido salir desde la Estación del Mediodía, en Atocha.
El viaje fue gratuito organizado por la Conserjería de Evacuación. La inscripción la realizó mi madre. La decisión fue muy meditada. Mis padres habían recibido un mensaje del colegio, donde mis hermanas y yo estudiábamos, comentado la necesidad de la evacuación de los niños y niñas en edad escolar y que, en todo momento, estaríamos acompañadas por nuestras maestras. Fuimos tres de los cinco hermanos los que partiríamos hacia un período no previsto en nuestras vidas. Aunque estábamos en otoño ya casi era invierno y, si la guerra no acababa pronto, necesitaríamos muchas más cosas. Recuerdo un gran nerviosismo. En unos días se preparó todo. Las instrucciones de la carta decían que teníamos que llevar la ropa en una maleta y marcar los vestidos y chaquetas, braguitas… camisones, con nuestro nombre. Mis compañeras también iban a ser evacuadas, junto a la mayoría del Grupo escolar.
La salida estuvo envuelta en murmullos, los sollozos de algunos niños lo anegaban todo. También se escuchaban muchos encargos cómo: escribe…, atiende a las maestras…, no te separes del grupo…, aprende…, cuídate, cuida de tus hermanos…, se obediente, eres buena, todo te irá bien…, cuando se gane la guerra volveréis y seremos felices.
Un camión nos llevó hasta donde se encontraba nuestro tren. Hubo gritos de júbilo y nerviosismo, para muchos era nuestro primer viaje y no nos asustaba la carbonilla.
El trayecto se alargó debido a las paradas que constantemente hacía la locomotora. A veces oíamos aviones y su sonido nos recordaba el miedo de los bombardeos que padecimos y sus consecuencias de destrucción y muerte. Entonces la máquina se paraba y nos echábamos al suelo, en la tierra. Cuando pasaba el peligro, de nuevo, subíamos al tren. Cuando teníamos sueño, la dureza de los bancos de madera no nos dejaba dormir. Todo era lento. Los niños pedían ir al wáter, mis hermanas tenían hambre. Todo el mundo, niños y niñas, estábamos afligidos. En esos momentos recitábamos alguna poesía o cantábamos alguna canción aprendida en el colegio. Así, llegamos a Alcázar.
Al bajar de los vagones, en la estación, escuchamos comentarios sobre que, el nuestro, había sido el viaje más largo nunca realizado. Hasta se bromeó haciendo comentarios relacionados con qué, en vez de salir desde Madrid, habíamos llegado en el expreso conocido por el “sevillano”, que unía Barcelona con Alcázar de Cervantes.
Puesto que la evacuación hasta allí era gratuita, para los ciudadanos que salieran de Madrid, Alcázar se convirtió en un hervidero de personas. Personas indefensas que estábamos sufriendo la violencia de la guerra.
Antes de continuar nuestro viaje nos llevaron a un albergue. Era una especie de gran nave habilitada para refugio de evacuados, que recuerdo tenía el suelo de madera y que tenía un enorme sofá, o al menos eso me pareció a mí, ya que en mi casa los muebles eran más sencillos… los normales de las casas de los obreros. Una mujer extranjera nos hizo fotografías… jugamos, comimos y de postre nos dieron una naranja que aún estaba un poco ácida, pero que nos supo a gloria. Después volvimos a subir al tren que nos transportaría hasta nuestro destino.
La maestra nos dijo que nos iba a enseñar el mar.
Creo que el relato hubiera dado para un poco más. Podías haberle añadido alguna anécdota que sacudiera. Pero está muy bien escrito.
Enhorabuena y suerte.
He visto fotografías de nuestra guerra civil. Fotos de evacuados, de niños, de refugiados, de despojos. Entonces comprendí que era cierto: Una imagen vale más que mil palabras.
Suerte.
Bonita lección de historia que no deberíamos de olvidar, aunque algunos pretendan lo contrario basándose en no sé qué ley. Los que olvidan su pasado están condenados a repetirlo. Bravo por los alcazareños que decidieron cambiar el nombre de su población. Con un par. Suerte.
La Guerra Civil sigue siendo otro vivero interminable de historias del que seguiremos bebiendo durante muchos años todavía. Estremecedor
Keberuntungan
¡Con ochenta y seis años escribe muy bién…¿Quien dice que hay que jubilarse?! ese Alcazar de Cervantes supongo que también es conocido como de San Juan, pero lo que me ha encantado es lo de Ciudad Libre. por lo demás es una historia que, no por muchas veces oida, no deja de estremecerte. En mi familia casi evacuan a una tía a la que quiero mucho hasta Suiza, hubo suerte y pudieron rescatarla a tiempo del autobús que partía en una hora a su destino. Una hora puede cambiar el destino de una vida.
Suerte con el relato, lo he disfrutado
Como el humano es el único animal que tropieza con la misma piedra, las veces que haga falta, el mundo no se librará de guerras donde, com en todas, siempre sufren más los más débiles. Buena historia. Suerte