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149- Yo soy Celedonio. Por Victorico

Es sábado de madrugada.  Mi mujer ya se ha ido a dormir después de haber acostado a Miguelin, y bueno, como digamos que lo de “sábado, sabadete…” ya hace tiempo que pasó a la historia, y no tengo mucho sueño, pues hago lo que hace unos años hubiera puesto el grito en el cielo por ello…. estoy tirado en el sofá viendo la tele.

He estado viendo el final de una peli de 007, una de las antiguas. Por lo visto van a sacar una nueva  en cine y lo de siempre, las cadenas empiezan a desempolvar las pelis más antiguas y a promocionarlas como si nunca antes se hubieran emitido por la tele. Y ahora mismo, mientras zapeaba, me he quedado viendo el programa “El gran debate” que echan por Tele5. No sé quién ha tenido la genial idea de poner ese título, desde luego no se ha roto la cabeza pensando, y para más inri los invitados no es que sean unos eruditos en temas políticos o económicos. Pero bueno, qué más da, es solo para pasar el rato. Allí están hablando de lo de siempre, que si rescate por aquí, que si elecciones por allá, vamos, la misma cantinela de todos los días. La prensa española es así de original.

Iba a apagar la tele para ir a dormir cuando, antes de ir a publicidad, salió una breve historia de un hombre que padecía de cáncer y necesitaba el dinero que el banco le tenía retenido por lo de las “acciones preferentes”.  Daba la casualidad que conocía a ese hombre, un tal Eduardo Domínguez Santos. Me quedé impactado de verle así. Durante muchos años tuvimos bastante contacto por asuntos de trabajo pero hacía ya tiempo que no le había vuelto a ver.  Mientras esperaba a que acabasen los anuncios, me vino a la mente la última vez que le vi…

–          “Buenos días Don Eduardo”, le saludo mientras le señalo la silla para que tome asiento.

–         “Buenos días Cele”. Mi nombre es Celedonio, una gracia de mi padre en recuerdo de su abuelo, y una cruz con la que cargaré toda mi vida. Pero ese es otro tema. “Vengo por lo que me comentó por teléfono sobre algo de una cuenta de ahorro, a un alto interés, o algo así”.

–         “Ah, sí. Ya no me acordaba”. En realidad llevaba esperando como agua de Mayo a que viniera. La banca estaba pasando por momentos muy malos y ya nos habían avisado los de arriba que o nos poníamos las pilas para «enganchar» a más clientes o podría ser que alguno fuera a la calle. “Le comenté algo sobre una nueva cuenta de ahorro, ¿verdad?”.

–         “Sí, con un interés mucho más alto que el que tengo ahora y con las mismas condiciones que las actuales, creo recordar”, responde Eduardo con tono dubitativo.

–          “Sí, ahora me acuerdo. A ver, le comento: el banco está sacando un nuevo producto financiero dirigido especialmente a clientes que llevan mucho tiempo con nosotros, y quieren premiar esa fidelidad con unas condiciones mucho más ventajosas para Ud. y su familia”.  Típica frase de manual de todo aquel que curra en la caja de un banco. Obviamente lo que le quería vender estaba al alcance de cualquier cliente, pero ¿a quién no le gusta sentirse especial? Continúo con el manual: “De hecho, este producto es conocido como acciones preferentes por estar, como ya le he comentado, dirigidas a clientes preferentes como Ud”. ¡Toma esa! con este piropo lingüístico era imposible que se me escapara. ”Por eso le llamé, Eduardo. Digamos que tiene preferencia por el tiempo que lleva con nosotros con respecto a otros clientes nuestros”. Sobra decir que lo de las acciones preferentes era algo que íbamos a encasquetar a todos nuestros clientes, tanto si eran camioneros, electricistas, amas de casa, etc. Nadie se iba a librar.

–         “Dicho así parece  muy tentador. ¿No habrá nada raro, la famosa letra pequeña?”

–          “Esas cosas ya han pasado a la historia. Si lo hubiera, tenga por seguro que se lo diría. Es tan simple como lo que le he dicho. Basta con pasar el dinero que tiene en su cuenta de ahorros a esta otra cuenta, y al mes que viene ya verá como aumentan los beneficios. Y si no le convence, no habrá ningún problema en volver de nuevo al tipo de

 cuenta que tiene ahora. Y por supuesto, podrá retirar el dinero que Ud. desee cuando crea oportuno”.

–         “Sin perder nada entiendo”.

–         “Ni un duro. Es su dinero, Don Eduardo, Ud. podrá  disponer de él siempre que lo desee”. Ni que decir tiene que, tanto yo como mis compañeros, éramos conscientes que ese producto eran unas acciones de bolsa, y que como tales conllevaban un riesgo. Vamos, que les estábamos vendiendo la moto. “¿Quiere que le prepare los papeles para hacer el cambio?”.

–         “Bueno, tú eres el experto en estos temas. Confío en lo que me dices, como siempre”.

–           “No se arrepentirá Don Eduardo, la verdad es que es una muy buena oferta como para rechazarla.”. Y antes de que empezara a dudar, le preparé de inmediato los papeles con toda la documentación casualmente ya rellenada de antemano. “Aquí tiene, sólo tiene que firmar aquí abajo, aquí y aquí”

… en ese momento acabaron los anuncios en la tele, dando paso de nuevo a “El gran debate”. El presentador, Jordi Gonzalez, retoma la historia de Eduardo, quien debido a su enfermedad (cáncer de hígado) no puede acudir al plató, por lo que contactan con él por videoconferencia desde su casa. Antes de comenzar la entrevista, ponen un breve vídeo que resume su historia: hacía varios meses le detectaron cáncer de hígado y está a la espera de una valoración para determinar la gravedad del mismo y su posterior tratamiento. Con la que está cayendo en España, está la cosa como para esperar a que la Seguridad Social te solucione el problema, y más si el tiempo apremia. Así que necesitan el dinero ya para ir a un hospital privado. Ese dinero, 130.000€, está retenido por las famosas “acciones preferentes”, y el banco no está por la labor de dárselo, a menos que acepte un crédito, el cual ha rechazado Eduardo. Eso sí, en su magnanimidad, el banco le ha ofrecido costear el coste de la evaluación previa (es decir, la friolera de 400€). Todo un detalle. Detalle que por supuesto agradece la mujer de Eduardo, presente en el plató,  pero que muy educadamente insinúa que se lo pueden meter por el… Jordi  intenta entrevistar a Eduardo, pero éste apenas tiene fuerzas para hablar. No quiere compasión, sólo quiere recuperar SU dinero. Es su mujer quien explica más en detalle lo sucedido: “Hace unos dos años nos llamó por teléfono nuestro banco de toda la vida para informarnos de una oferta muy interesante. Al día siguiente se presentó mi marido para hablar con Celedonio, nuestro cajero de siempre, quien nos comentó que había una nueva cuenta de ahorro y nos convenció de que…” , en ese momento me quedé helado. Había mencionado mi nombre por la tele. ¿Y si alguien me reconociera? No hay muchos Celedonios por el mundo. Joder, a qué habrá dicho mi nombre la mujer esta, cómo iba yo a saber que Eduardo tendría cáncer. ¿Qué poco se quejaban cuando, gracias a mí, su cuenta aumentaba de mes en mes?

Subo un poquito más el volumen y sigo escuchando hasta que acaba la entrevista. Estoy algo nervioso, la verdad. He de reconocer que gracias a que pude «pillar» a unos cuantos clientes con lo de las acciones preferentes, mi trabajo en el banco no solo estaba asegurado sino que, por suerte, hasta logré ascender dentro de mi rango y también pasé a trabajar en otra sucursal más próxima a mi casa.

Poco a poco me voy calmando. Menos mal que el presentador, al final de la entrevista, me ha echado un capote diciendo “bueno, seguramente el tal Celedonio no tenía ni idea del engaño del que estaban siendo víctima los clientes, al igual que todos los celedonios y celedonias de este país, y posiblemente era otra víctima más”. Además, era la una y media de la madrugada, ¿quién iba a ver la tele a esas horas? el pobre Eduardo, que apenas podía mantenerse despierto, y cuatro gatos más como yo.

Me levanto del sofá y voy hacia el dormitorio. Doy gracias a que en este país todo el mundo opina, y seguramente hasta haya gente que critique a Eduardo por dejarse morir antes  que aceptar el crédito del banco. Ah, y encima mañana hay un ¡Barça-Madrid!.

Me levanto del sofá, voy al cuarto de Miguelín para darle el beso de buenas noches, y me dirijo al dormitorio. Mi mujer ya está dormida. Me acuesto, cierro los ojos, y trato de dormir. Pero me aparece la demacrada cara de Eduardo, con esa frágil mirada fija en mí, y por un momento siento que quizá he hecho algo mal. Me parece que esta noche me va a costar conciliar el sueño. De todas formas estoy tranquilo, sé que este mal rato pasará…al menos para mí.

6 Comentarios a “149- Yo soy Celedonio. Por Victorico”

  1. Hóskar-wild is back dice:

    Ahora los científicos ya tienen, además de las ratas, otros animalitos para practicar sus nuevos productos: los directores de oficina de la banca. Sin piedad a por esas alimañas. Suerte.

  2. sacha dice:

    Muy oportuno.
    Suerte.

  3. victorico dice:

    Gracias por tus comentarios…lo del tema este de las acciones preferentes nos ha tocado de lleno por desgracia, y eso de que vayan de «victima» todo el mundo me saca de mis casillas. A ver si creen que nos chupamos el dedo!

  4. victorico dice:

    Gracias por «perder» el tiempo en leer el texto, y los consejos de quitar las comillas y usar guiones…lo del signo de interrogación, tienes tooooda la razon, se me coló. Lo tendré en cuenta para próximos relatos!

    Saludos,

  5. Lovecraft dice:

    Un tema muy actual y un verdadero drama para todos los que han sido víctimas de esta estafa.

    Un consejo: los diálogos que utilizas no necesitan el entrecomillado; basta con el guionado, aunque deberías utilizar guión largo y sin separar del inicio del diálogo. También deberías separar con guiones los incisos que intercala el narrador dentro del diálogo, porque sin ello es difícil separar lo que dice éste de lo que hablan los protagonistas.

    La frase «¿Qué poco se quejaban cuando, gracias a mí, su cuenta aumentaba de mes en mes?» debería ir como mucho entre signos de admiración, no de interrogación.

    Suerte «preferente» en el certamen

  6. El asesino de Morfeo dice:

    Muy bien escrito y un tema muy de actualidad. Todos estamos aprendiendo a no fiarnos de los bancos, lo malo es que tampoco podemos fiarnos de los Celedonios de turno. Moraleja, cuidado con los que ven «El gran debate» y no fornican los sábados.

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©Joaquin Zamora. Fotógrafo oficial de Canal Literatura

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